Harper
No esperaba que mi mejor amiga se enamorara en las primeras 48 horas del viaje. Pero ahí estaba Emma, recostada en la cama del hotel, con una sonrisa estúpida y un brillo en los ojos que sólo significa una cosa.
—¿Y entonces qué pasó? —le pregunté, cruzada de brazos, intentando sonar más interesada que cansada.
—Se llama Alessandro —dijo con un suspiro de película romántica—. Es local, trabaja como guía gastronómico y tiene los brazos más bonitos que he visto en mi vida.
Rodé los ojos.
—Claro. Porque los brazos son lo primero que se busca en un hombre.
—No empieces, Harper. Tiene una voz preciosa, me hizo reír y me llevó a probar la mejor burrata del mundo.
—Y todo eso en una noche. Debe tener superpoderes.
Emma me lanzó una almohada.
—No seas cínica. Me invitó a una excursión a Cinque Terre. Es un tour privado, con un pequeño grupo. Me encantaría que vinieras.
Negué con la cabeza.
—Pasar el día con extraños, en un bus turístico, en pleno verano italiano… no suena como mi idea de sanación emocional.
—Por favor —suplicó—. Va a ser precioso. Playa, pueblitos de colores, vino, focaccia… y Alessandro dice que su hermano también va.
—¿Y eso debería emocionarme?
—Bueno… —hizo una pausa—. Su hermano es fotógrafo. Y está soltero.
La miré con sospecha.
—¿Cómo se llama?
Emma sonrió de forma culpable.
—Luca.
El universo se rió en mi cara.
—¿Luca? ¿Luca Bianchi?
—¿Lo conoces?
—Me robó una mesa en un café, me siguió a la Fontana di Trevi y se burló de mí cuando me caí en la calle. ¿Ese Luca?
Emma se mordió el labio.
—Ups.
—No hay "ups", Emma. Es un idiota.
—¿Y por qué te acuerdas de su apellido?
La fulminé con la mirada.
Ella se encogió de hombros.
—Mira, si no vienes por el vino o por los paisajes, ven por mí. No quiero estar sola con Alessandro y un grupo de italianos enamorados de la vida.
Suspiré. El orgullo me decía que no. Pero algo en mí —tal vez el calor, tal vez las monedas que tiré en la fuente— dijo que sí.
—Voy. Pero si Luca respira cerca de mí, lo empujo al mar.
Emma sonrió triunfante.
—Sabía que no podrías resistirte.
Ni ella sabía cuán poco estaba resistiendo.