Capítulo 10 – La Reina Rompe el Silencio

MUCHAS GRACIAS POR LEER ESTA BELLA HISTORIA DE LA BIBLIA QUE ADAPTE A HISTORIA ROMANTICA.

El segundo banquete era distinto. El aire estaba cargado de tensión, pero también de una extraña esperanza.

Ester, vestida con su túnica más elegante, recibió al rey Asuero y a Hamán con una sonrisa que ocultaba un torbellino de emociones.

El rey, como siempre, admiraba su belleza, pero esta vez percibía una fuerza nueva, una determinación que no conocía.

Hamán, por otro lado, miraba con recelo, tratando de descifrar el misterio que rodeaba a la reina.

Sentados a la mesa, la conversación comenzó con cortesías y elogios. Pero Ester sabía que el momento decisivo se acercaba.

Cuando el vino llegó a su punto, y los ojos del rey se encontraron con los de Ester, ella decidió hablar. Su voz era suave, pero firme.

—Majestad, hay algo que debo confesar, algo que puede cambiarlo todo.

El rey inclinó la cabeza, intrigado.

—Habla, mi reina.

Ester tomó aire, y con valentía reveló:

—Soy judía.

Un silencio sepulcral llenó el salón.

Hamán palideció, pero intentó mantener la compostura.

—Y… ¿qué pides, Ester? —preguntó el rey.

Ella miró a Hamán con una mezcla de dolor y determinación.

—Que mi pueblo, el pueblo de Mardoqueo, sea salvado. Que se detenga el decreto que amenaza con destruirnos.

El rey se quedó sin palabras. La confianza que había depositado en Hamán comenzó a desmoronarse.

Ester continuó:

—Si he hallado gracia ante tus ojos, no permitas que se derrame sangre inocente. Permíteme salvar a mi pueblo.

Asuero, movido por la sinceridad y la valentía de Ester, levantó su cetro.

—¡Haré justicia! —exclamó—. Que se anule ese decreto y que se castigue a quienes planean destruir a mi pueblo.

Hamán, derrotado, sintió cómo su mundo se desmoronaba.

Ester se levantó, y mientras el rey la contemplaba con admiración renovada, supo que no solo había salvado a su pueblo… sino que había conquistado el corazón de un rey.