Bajo la llave de la ilusión

Capítulo 5- 28 de febrero del 2022, ¿Qué pretendes?

Luego de unos días de haber entregado esa carta, me armé de valor y entré a la tienda, había estado prorrogando la visita por temor a lo que pudiera pasar, pero ya no podía aplazar más mi presencia ahí, tenía la obligación de asistir sí o sí, así que reuní toda mi valentía a las puertas del valor y entré.  

Al principio no lo vi, pude subir a la segunda planta sin ningún contratiempo, él siempre se encuentra en la primera planta. Realicé lo que debía hacer y por un momento me pasó por la cabeza que tal vez no estaba en la tienda, y tenía sentimientos encontrados respecto a ello, en una parte estaba feliz de que no estuviera, pero otra me entristecía, pues este desgraciado guardaba la esperanza de que lo viera y él se acercara para hablarme un poco, y he de confesar que yo también deseaba un tanto que me contestara al menos algo, algo que me diera la certeza de que realmente leyó la carta, porque hasta la fecha, no estoy seguro de si realmente abrió esa carta, y no es como que pueda preguntárselo. El punto es que para cuando bajé de nuevo a la primera planta, estaba ahí, de pie donde siempre e igual que siempre. Me miró, y lo miré, pero hasta ahí, en ningún momento mostró un indicio que a mí me dijera que estaba acortando la distancia entre nosotros, de manera que decidí que lo más viable era seguir mi camino y así lo hice, salí de la tienda, sin mirar atrás.

En otra ocasión, semanas después, mi mejor amiga Karen casi me obligó a entrar a la tienda, me sentía algo nervioso, pero no temeroso. Nos mantuvimos en la primera planta, pues el verlo y que me viera era el objetivo de nuestra visita.

Ella estaba analizando algunos electrodomésticos de cocina, me hacía preguntas, pero para ser honesto, la mayoría de las veces le di el avionazo, está claro que no voluntariamente, me encontraba nervioso, y no podía pensar claramente.

Estábamos a punto de rendirnos cuando de repente lo divisé en el fondo.

—Ya lo vi. —le dije a ella de forma discreta cuando seguíamos internados en uno de los pasillos.

— ¿Dónde? —inquirió ella enseguida

—Allá al fondo. —respondí con la mirada gacha, sin mirar a esa dirección

—Ay ya lo vi. —me aseguró ella, muy alegre. —Ya le vi las botas

—Bueno vámonos. —sugerí de inmediato

—Espérate. —me detuvo ella al segundo, risueña. —No estamos haciendo nada. —respiré y enfoqué mi mirada en un microondas al frente mío. —Y ahí viene. —me informó ella sigilosamente, todos mis nervios se disparan. Miro de reojo y lo observo venir. —Dios, viene para acá. —y por lo visto no fui el único que creyó eso. Esperaba que llegara a nosotros, pero justo a unos pasos, giró bruscamente a la derecha y se siguió de largo, solté el aire en esos momentos. —Te juro que creí que se acercaría

—Yo pensé lo mismo —confirmo con voz débil

—A lo mejor porque estaba yo aquí —dice ella, pensativa

—No lo creo Karen. —niego rápido. —Me ha visto solo —muevo mis hombros un poco

—Ah que caray pues. —dice con semblante decaído. —Vámonos pues

—Vámonos. —y salimos de la tienda sin detenernos más en ningún otro espacio de ella.

 

Navidad y Año nuevo me alcanzaron, y este desgraciado seguía sin marcharse, sin cumplir su promesa. Con el tiempo yo me acostumbré a entrar a la tienda con total normalidad, sin ningún temor, me lo encontraba, lo miraba y seguía mi camino, me volví seguro de mí mismo, caminé con la frente en alto, y con ello yo recuperé mi poder y a mi ejército dentro de mi mente, recuperé el control, pero no logré capturarlo a él, se volvió un fugitivo, un prófugo, que cada vez que sentía que atrapaba, se me escapaba de nuevo de entre las manos, como resultado de una revuelta de emociones que se alzaban cada vez que lo veía, o cada vez que me miraba.

Creí que ese ciclo se estaba cerrando, y de repente, hace algunos días, ese lunes 28 de febrero, él se atrevió a volver a poner mi mente de cabeza, con total imprudencia y crueldad al mismo tiempo.

—Ándale ahí viene. —me informa Karen. Nos encontrábamos sentados en una de las bancas junto al kiosco, acabábamos de salir de la universidad y llegamos ahí para platicar un poco.

—Ya lo vi. —respondo con mi mirada al frente  

—Ay, pero va por aquel lado. —añade ella después. De reojo pude ver que caminaba a unos metros, sosteniendo el casco de su motocicleta color rojo. —Ya relájate —me golpea cariñosamente el hombro

—No estaba preocupado. —digo con seguridad, moviendo un poco los hombros

—Dios, acaba de dar la vuelta. —me dice con ojos grandes, mirando detrás de mí. Yo no me giré en ningún momento, estaba manteniendo la total compostura. —Ahí viene, tú tranquilo he  

—Lo estoy. —le digo a los ojos. Mantengo mi vista girada en ella, y no pasa mucho para cuando consigo escuchar sus pasos. De reojo veo su cuerpo.

De verdad que en ese momento no lo creí y sigo sin poder creer que haya sido así, realmente quería verle, y entonces me giré, y no sé si fue la mejor decisión, ya que, apenas giré mi rostro y elevé mi mirada, mis ojos se encontraron con los suyos, y todo mi cuerpo casi se quedó petrificado. Fue como si el mundo se detuviera otra vez, tengo años de conocerlo, de mirarlo, y él jamás me había mirado así. Me estaba viendo de una manera muy profunda. Una milésima de segundo miré de reojo a mi mejor amiga y pude darme cuenta de que estaba tan anonadada como yo. No cesaba de mirarme, y entonces la velocidad de sus pasos se decreció, hasta el punto en que llegué a creer que se detendría a charlar. Mis pulmones pusieron pausa a sus actividades, y el aire dejó de entrar a mis pulmones por unos segundos. A un par de pasos de haber pasado por mi lado, desistió de mirarme, se giró al frente y siguió su camino.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.