Tressa.
El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando salí de mi cabaña. El aire estaba más frío de lo habitual, cargado de una energía extraña, casi vibrante podía sentirlos. Altherion y Varnak me llamaron y me dijeron que me querían ver.
Caminé por los senderos del santuario en silencio, rodeada de una vegetación que parecía inclinarse con mi paso. Me dirigí hacia el valle, un espacio abierto entre montes donde el viento soplaba libre y la luz del amanecer acariciaba cada hoja.
Los vi antes de llegar. Altherion, el dragón de la paz, de escamas plateadas con reflejos celestes, se alzaba majestuoso sobre una roca. A su lado, Varnak, enorme, de un negro profundo, vigilaba el entorno como el guardián del caos que es.
"Tressa," sus voces llegaron directamente a mi mente, una como un río tranquilo, la otra como un rugido contenido. Me acerqué y me arrodillé ante ellos, sintiendo cómo el suelo vibraba bajo mis manos.
"Queríamos mostrarte algo más," dijo Altherion. Su mirada se posó en mi clavícula. "La marca."
Me quedé quieta cuando el viento levantó levemente la tela de mi blusa, dejando expuesta la pequeña figura serpenteante que había tenido desde que nací. Una serpiente enroscada en mi clavícula, como apunto de atacar, grabada en mi piel como una cicatriz de nacimiento.
"Esa marca no es común," dijo Varnak con voz grave. "Es la marca del pecado. Una prueba de que tu alma es el pecado de un amor entre razas. La serpiente representa tu mayor pecado, la ira eres el principio y el fin, la paz y caos."
Mis labios se entreabrieron, pero no salió ninguna palabra. La idea de haber sido un pecado desde antes de abrir los ojos al mundo me hacía temblar por dentro.
Y peor sabía que la ira era algo que no controlaba ya que hubieron ocasiones donde perdía el control fácilmente y eso pasaba más cuando aún era una niña.
"No temas," agregó Altherion con consuelo. "Esta verdad no es una carga, es una llave."
Pasaron varias horas. Me senté entre ellos, escuchando, sintiendo, aprendiendo nuevas técnicas que ya podía controlar gracias al poder de Altherion y Varnak, me enseñaron una técnica donde yo podía ver a través de sus ojos gracias a la conexión que tenía con ellos. Sabía que no necesitaba hablar mucho, solo estar ahí era suficiente hasta que sentí presencias familiares acercándose.
Septicia fue la primera en llegar con su arco colgado al hombro y su andar firme, traía la determinación en los ojos. Detrás de ella, Marcus y Dimitri avanzaban en silencio, observando a los dragones con respeto.
—Nos preguntamos dónde estabas — Septicia esbozó una sonrisa al terminar de hablar.
Me acerqué a ellos feliz de que vinieran. Los chicos conocieron a Altherion y Varnak, los mencionados se alegraron de conocer a las personas más importantes para mi.
Pero entonces, un batir de alas hizo que todos alzáramos la vista un grifo descendía de los cielos, majestuoso y silencioso. Sus plumas doradas brillaban como fuego al sol, se posó frente a nosotros y sin pensarlo caminó hacia Septicia.
Ella retrocedió un paso, pero el grifo inclinó su cabeza, tocando su frente con la de ella. Una luz blanca los envolvió por un segundo. Cuando se disipó, el grifo ya no era solo un animal salvaje, era parte de ella.
—Creo... creo que se ha vinculado conmigo —susurró Septicia.
Era raro eso no pasó con Altherion y Varnak, el vínculo con ellos fue diferente tal vez se manifestaba de diferente forma al ser de otra especie.
El silencio fue absoluto. Nadie se atrevió a decir nada por unos segundos.
—Esto está pasando muy rápido — Dimitri estaba confundido y solo podía esconderse detrás de Marcus.
—Debemos asimilarlo mejor caminemos un poco — Marcus paso su brazo alrededor del cuello de Dimitri y empezó a caminar.
Decidimos ir hacia la playa, el camino era tranquilo y Hermes se nos unió al poco tiempo. Apareció de la nada pero como siempre con su sonrisa despreocupada.
—Bonito grifo —comentó, guiñándole un ojo a Septicia—. Parece que los vínculos van a ser frecuentes ahora.
Reímos suavemente, pero esa calma duró poco.
Una figura se cruzó en nuestro camino, se veía fuerte y enorme era una manticora. Su cuerpo felino y su cola de escorpión se tensaron al vernos y nos rugía con agresividad.
—¡Atrás! —gritó Marcus, colocándose delante.
La criatura se lanzó. Todo pasó muy rápido pero antes de que pudiera herirnos, Dimitri corrió hacia ella. Se interpuso entre la manticora y nosotros parecía que quería protegernos con su propio cuerpo, no tenía miedo por que su mirada era de una fiera.
—¡Dimitri! —gritó Marcus corriendo hacia él.
La manticora se detuvo y lo observó detenidamente, como si analizara su corazón. Entonces, con un movimiento lento bajó la cabeza, una energía oscura pero noble envolvió a Dimitri yo sabía que se había vinculado lo podía sentir.
No podíamos creerlo. Dos vínculos en un solo día. El corazón me latía tan fuerte que podía sentirlo.
Al fin llegamos a la playa. El cielo era claro y las olas suaves. Septicia, Dimitri y Marcus se quitaron las botas y corrieron hacia el agua.