Bajo la Sombra Eterna

La Casa en la Colina

Era una noche sin luna cuando los chicos llegaron al borde del viejo bosque. La carretera, empapada por una reciente lluvia, se desvanecía hacia un punto donde el oscuro perfil de la casa en la colina era apenas visible. Nadie recordaba cuándo había sido la última vez que alguien había mencionado esa casa. Nadie sabía cómo había llegado a ser conocida entre los habitantes del pueblo. Pero todos sabían que no se debía acercar.

Jake, el más valiente del grupo, fue el primero en hablar mientras miraba la casa desde la distancia.

“¿Sabían que esta casa está vacía desde hace años?” Su voz resonaba de manera extraña, como si estuviera siendo engullida por la oscuridad que los rodeaba. “La leyenda dice que está maldita. Dicen que los que han entrado nunca han vuelto.”

Sara, que era un poco más escéptica, soltó una risa nerviosa. “Vamos, Jake. Eso son solo historias inventadas para asustar a los niños. No hay nada que temer.” Aunque sus palabras sonaban confiadas, sus ojos no dejaban de mirar hacia la casa con algo más que curiosidad.

Mark, el más tímido del grupo, estaba parado detrás de ellos, sus manos sudorosas empapadas por el frío. “Tal vez… tal vez deberíamos regresar. No siento que sea una buena idea.”

Pero Jake no se detuvo. Con paso firme, comenzó a caminar hacia la entrada del bosque que conducía hasta la casa. “Vamos. Lo haremos rápido. Solo una mirada, no hay nada de qué preocuparse.”

Sara y Mark, tras una rápida mirada entre ellos, se unieron a él, aunque con la sensación de que algo no estaba bien. Cuanto más se acercaban, más el aire se volvía denso, como si el bosque mismo los estuviera absorbiendo. Los árboles parecían torcerse hacia ellos, creando un techo sombrío que bloqueaba la luz, como si la oscuridad fuera una entidad propia.

Finalmente, llegaron a las escaleras de la vieja casa. La puerta estaba entreabierta, como invitándolos a entrar, pero algo dentro de ellos les decía que lo que estaba al otro lado de esa puerta no era algo que deberían enfrentar.

“Vamos, no perdamos tiempo. Quiero ver qué tan real es esta historia.” Jake empujó la puerta sin esperar una respuesta.

El interior de la casa era más oscuro de lo que imaginaban. El aire estaba estancado, el olor a humedad y a madera podrida invadió sus narices. Los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas que flotaban como fantasmas en la penumbra. El sonido de sus pasos crujió como si la casa misma estuviera despertando.

“Esto está raro…” murmuró Sara, mirando a su alrededor.

“Solo un minuto y nos vamos,” dijo Jake, su voz ahora vacilante.

A medida que avanzaban por el pasillo, la temperatura parecía caer aún más, haciendo que sus respiraciones se volvieran visibles en el aire. Mark, que estaba al final del grupo, sintió una presión en el pecho, como si alguien lo estuviera observando desde la oscuridad.

De repente, escucharon un ruido. Un suave crujido provenía del piso superior. Sara, con una sonrisa nerviosa, dijo, “Tal vez es solo el viento.”

Jake la miró y luego subió las escaleras, ignorando cualquier pensamiento de cautela. “Vamos, no se queden atrás.”

Pero justo cuando cruzó el umbral de la puerta en el piso superior, un grito desgarrador resonó en la casa. No era humano, ni animal. Era una mezcla de ambos, un eco de terror que retumbaba en las paredes como si la casa estuviera viva.

Mark se echó hacia atrás, sus ojos desorbitados. “¡No! ¡Tenemos que irnos ahora!”

Pero Sara y Jake ya no estaban a su lado. Se habían desvanecido en la oscuridad, como si la casa los hubiera engullido.

Un sonido sordo, como pasos apresurados, bajaba por el pasillo. Mark intentó retroceder, pero algo lo detuvo. Un susurro, bajo y distante, parecía provenir de las paredes mismas. “Es tarde para regresar.”

El eco de esas palabras lo paralizó, y fue entonces cuando vio algo que lo heló por completo. En una esquina del pasillo, una figura apareció, una sombra que no podía ser atribuida a nada físico. Tenía una forma humana, pero su rostro estaba cubierto de sombras que nunca se disipaban.

“¿Quién… quién eres?” Mark preguntó, su voz quebrada.

La figura se acercó lentamente, sus movimientos más fluidos de lo que deberían haber sido. “Has cruzado el umbral. Ya no puedes irte.”

De repente, la figura desapareció, y las luces de la casa parpadearon. Los susurros se intensificaron, cada vez más cerca. Mark sintió una presencia, como si miles de ojos invisibles lo estuvieran observando.

La puerta principal se cerró de golpe, atrapándolos dentro.

Y en el silencio absoluto que siguió, una risa lejana, suave pero maliciosa, resonó en las paredes.



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En el texto hay: fantasmas, terror, historias

Editado: 12.03.2025

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