Bajo La Superficie

Capítulo 3

Bajo mi cama

Bianca:

Lo miré desafiante y, con libreta en mano, empecé a lanzarle cosas de la clase.

—¿Pero qué dices? Eso es mentira.— grité

—¿Pero tú qué haces? Soy tu maestro, Bianca; estás loca.

Él trataba de esquivar los objetos, pero precisamente un vaso de cristal que contenía varios lápices, al lanzarlo, mi puntería fue tan buena que le dio en la cabeza, rompiendo en pedazos el vaso de cristal.

Ahora este sí era mi fin.

Él grito desesperado con sus manos en el rostro, todo se volvió un caos.

—Ay, Dios Padre —exclamé asustada.

Corrí hacia él; varios alumnos se fueron, otros se quedaron para saber si se encontraba bien. Él seguía quejándose con su mano en la frente. Tomé mi pañuelo que traía conmigo, quité sus manos suavemente y coloqué el pañuelo en su herida.

Perfecto, Bianca, le has roto la cabeza al hombre de quien estás enamorada.

Parecía una broma, pero su herida era seria.

—Estás loca.

Habló él un poco más calmado, aunque creo que es por la falta de sangre; hay demasiada. Entonces es cuando viene a mí la razón.

—Hay que ir a un hospital —le digo tomándolo de los hombros.

—Es mejor que sí, y que vayan rápido —contestó una de las alumnas—. Llamaré a mi madre; ella debe estar en urgencias.

—Gracias, Lin —así se llamaba la chica; es un amor de persona comparada conmigo—. Vamos, Said, tenemos que ir al hospital.

Él se sujetaba el pañuelo en la herida, levantó su cabeza y sus ojos café me penetraron con incredulidad.

—Yo contigo no voy a salir ni a la esquina.

—Pues sí irás —dije fuertemente—. Si no quieres que termine el trabajo y te tire en el bosque.

Él me miró horrorizado y asintió haciéndome caso.

Excelente, un hombre más asustado por mis fetiches. Salimos rápidamente de la escuela y nos montamos en su auto. Mientras manejaba, él llamaba a un amigo para que lo alcanzara.

—Derek, ¿dónde estás, hermano? —hubo silencio en la línea hasta que una voz gruesa empezó a contestarle. Aunque desde mi posición no podía escuchar muy bien al tal Derek—. Por favor, ven a rescatarme; una loca me ha tirado una botella por la cabeza.

Yo abrí y cerré mi boca asombrada.

—No seas exagerado.

—Por favor; ahora me está llevando al hospital, pero no sé si lo hará —se escucha a su amigo reírse y yo lo hago también—. ¡Derek es una psicópata! ¡Me ha dicho que terminaría el trabajo y me tiraría en el bosque! ¡Ven ya!

—Qué dramático eres; pareces una nena.

Escuché al amigo reírse por mi comentario y empecé a reírme como maniaca para asustar más al exagerado de Said.

—Estás loca.

—Ya deja de recordármelo; ya lo sé.

Él me miró furioso; parece que ya le había colgado a su amigo y ahora estaba asimilando lo que le había sucedido. De esta no me salvo.

—Dios Padre amado —exclamó con las manos al aire—. ¿Dime qué te he hecho para que me pongas a esta loca en el camino?

Yo lo miré con una ceja alzada y él abrió sus ojos como si hubiera respondido a su pregunta.

—Sí, ya me acuerdo.

Yo sonreí; parecía que no era tan bueno como se hacía pasar.

—¿Eres creyente, Said?

Él no me respondió; miraba por la ventana con el ceño fruncido.

Al llegar al hospital rápidamente lo llevé a urgencias. La madre de Lin nos esperaba; lo sentaron en una camilla y solo le pusieron cuatro puntos encima de su ceja.

Es un completo dramático; no era para tanto.

Después de unos segundos, llega su amigo y me mira con una gran sonrisa en su rostro.

—Gracias por el trabajo —dice, ofreciéndome su mano.

Yo, gustosa, se la estrecho con una gran sonrisa.

—Es mi deber como mujer romper cabezas de hombres idiotas.

—Tendré más cuidado contigo entonces —sonrío—. Mi nombre es Derek.

—Yo me llamo Bianca.

—Un gusto, Bianca.

—¿Ya terminaste de presentarte con la loca? —exclamó Said, furioso—. Sabes que a mi clase no vienes más, ¿no? Ya me cansé de tus cosas.

¡Auch! Eso dolió fuertemente, pero ¿qué podía esperar? Me dejé llevar por mi rabia y le lancé el vaso de cristal. Así no se enamora nadie. Aunque no lo demostré, sí me había dolido y estaba preocupada.

—Sí, lo sé.

Desearía estar bajo mi cama y no salir de allí en un buen tiempo. Después de todo, siempre mantenía las cosas bajo la cama de los sufrimientos; no podía decirle a nadie que de él estaba enamorada. ¿Cuántas cosas podrían salir mal? Pues como soy yo, estoy segura de que todas.

Siempre todas. Parece que él notó algo en mi mirada porque me miró fijamente; sus ojos se suavizaron y al darse cuenta de algo se abrieron asustados.

—Yo ya me voy; estás en buenas manos. Hasta nunca.

Decidí irme sin mirar atrás. Cuando estaba a punto de salir, escuché su voz detrás de mí.

—No te vayas.

¿Había escuchado bien? Me giré y él estaba ahí parado, mirándome fijamente; sus ojos transmitían calma.

—No tienes que irte; solo fue un accidente provocado por mí. Yo te incité. Perdóname.

Su amigo estaba detrás de él, a una distancia prudente. Bajé la mirada a mis pies. No podía hacerlo.

—Ya no puedo regresar, profesor.

Lo miré por última vez y me fui de allí; no quería volver a ver su rostro.

Narrador Omnisciente:

Ella no quería volverlo a ver; tenía miedo de enamorarse más de lo que estaba de él y de hacer cosas locas por él, como llevarlo al hospital, ponerle ella misma los puntos y, si tuviera el poder, sanarle la herida. Todas las heridas que podría tener.

Él se sentía culpable; su corazón ardía del calor que transmitía. Quería volverla a ver, quería verla siempre. Ella era la diferencia. ¿Qué si era creyente? Sí, que lo era; su vida estaba dando tantos giros que sabía que había alguien ahí que lo hacía girar.

Había un destino, había un plan escrito. Y sí, es perfecto.



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En el texto hay: 25 capitulos

Editado: 29.07.2025

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