Capítulo 8

Bajo tinieblas

Desconocido:

Estaba emocionada, era mi cumpleaños y necesitaba alcohol, cigarrillos y algunas de esas pastillas que siempre mi mejor amiga traía consigo.

Eran las 12 de la noche, una enorme fiesta se realizaba en el patio de mi casa, que contaba con una enorme piscina. Diferentes tipos de personas se encontraban en mi casa; algunas llevaban poca ropa, otras desnudas, podría decirse; algunos tenían en sus sistemas alcohol y drogas, esas sustancias para ellos eran como comida.

Un vestido corto de color rojo se ajustaba a mi figura; unos tacones altos de color rosa adornaban mis pies pálidos, las correas de estos llegaban casi hasta las rodillas, con algunas mariposas blancas y rosadas de adorno. Me miraba en el espejo de mi habitación; podía sentir la música retumbar a todo volumen en el patio trasero, solo quedaban algunos minutos para que mi novio me recogiera para irnos de viaje.

Me maquillaba con paciencia y destreza cuando la puerta de mi habitación fue abierta con rudeza, y mi mejor amiga entró con dificultad a la estancia; se notaba por sus ojos rojos que se encontraba drogada y borracha a niveles estratosféricos.

—¡Amiga! — canturreo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. — ¡Felicidades! Oficialmente tienes 20 años.

Yo sonreí de manera ruidosa.

—Por fin podré entrar a las discotecas sin un adulto — dije sarcásticamente.

—Tu novio literalmente ya es anciano, querida amiga.

Sonreí de manera fingida, viendo cómo se empinaba de una botella de whisky que hasta ahora no había visto.

—¿Podrías salir de mi habitación? Necesito hacer algo — comenté impaciente.

Había acabado de recordar que debía llamar a mi hermano mayor, era militar y debía estar en alguna misión porque ya llevaba una semana fuera de casa, pero me había dicho en la mañana que lo llamara cuando se hicieran las 12, que tenía preparada una sorpresa para mí.

—Venga ya — exclamó con sorna mi mejor amiga—. Toma esto, oficialmente son las 12, debes beberlo.

Traía en sus manos una pequeña botella de un alcohol fuerte; debía tomármela completa, mostrando que tenía la mayoría de edad para hacer lo que quisiera.

—De acuerdo.

Con una sonrisa la tomé y la bebí rápidamente sin detenerme; podía sentir cómo el líquido quemaba mi garganta. Al terminar, la tire al suelo y sentía unas náuseas que me hacían arquear del asco que sentía. El líquido había sido amargo, como el de alguna droga fuerte; quizás me estaba equivocado, pero sentía que algo había sido echado en esa botella.

—¿Qué le echaste? — preguntó sintiendo más náuseas construirse en mi estómago.

—Solo es ron — contestó con una sonrisa cínica—. Tu novio te espera abajo, amiga.

Me dio un beso en la mejilla, que no sentí para nada cálido. Me asomé en mi ventana y pude observar cómo mi novio me esperaba abajo en su coche; empezó a pitar al darse cuenta que le observaba.

Cogí rápidamente mis cosas y me propuse salir de la habitación, pero en el pasillo mi madre salió con lágrimas en sus ojos.

—¿Hacia dónde vas ahora? — preguntó alterada.

—No te importa — contesté ignorándola para bajar las escaleras.

Mi nombre fue pronunciado en sus labios con desesperación.

—Por una vez en la vida, escúchame. Algún día te arrepentirás — caminaba a pasos rápidos detrás de mí; yo simplemente la ignoraba—. No te vayas, es de madrugada; sigo sin confiarme en ese hombre, es casi 20 años mayor que tú.

—Ya soy mayorcita, mamá, puedo hacer lo que me de la gana — fue mi respuesta a su desesperación, una respuesta fría y cortante.

—¡Hasme caso, niña imprudente! — gritaba a mi espalda.

Ya habíamos salido al frente de la casa y me encaminaba a pasos rápidos y decididos al auto de mi novio, un hombre de unos 39 años, cosa que no me importaba, pero según mi madre, un hombre con cara de mafioso se veía demasiado peligroso para una niña como yo; pero se equivocaba en algo: ya no era una niña, era adulta y podía tomar las decisiones por mi cuenta.

Grito mi nombre fuertemente tirándose al suelo del jardín del frente de nuestra casa, mientras escuchaba cómo sus sollozos y súplicas aumentaban de volumen.

—¡Detente, niña, no le hagas esto a tu madre enferma! ¿¡Para dónde vas a estas horas?! ¡NO TE VAYAS!

Gritaba mi nombre sin control, pero no me importaba; le di un beso en los labios a mi novio y me monté en el auto junto con él, dejando atrás el caos que era mi madre.

Sentía un mareo que se estaba adueñando de mí; mi vista se estaba tornando borrosa, y le eché la culpa a las pocas horas de sueño que tenía.

Mi novio me regaló una sonrisa, con un comentario adulador por lo hermosa que estaba esa noche.

—Voy a llamar a mi hermano un momento.

Comente tomando mi teléfono y él asintió de acuerdo.

Después de dos timbrés, mi hermano contestó; su voz se escuchaba feliz y emocionada.

—Por fin mi hermanita tiene 20 años — exclamó—. Eres toda una mujer, cariño.

—Gracias, hermanito, te amo con todo mi corazón. ¿Vendrás pronto?

—Esperemos que para la próxima semana esté libre para ti — dijo y podía imaginar su sonrisa ensanchándose—. Hermana, tengo una sorpresa para ti; ve al puente de la salida del pueblo, en unos 10 minutos abrirá algo para ti.

—Me muero de la curiosidad — le dije con una emoción creciendo en mi interior.

Pero el mareo estaba aumentando, y de un momento a otro me encontraba colgando el móvil sin recordar lo que había dicho al final de la llamada.

Mi voz salía en automático, como si no fuera mi propia voz; le estaba dando indicaciones a mi novio para que llegara primero al puente que había en la salida del pueblo.

A unos 5 minutos de llegar, recibí un mensaje que me puso más violenta de lo normal; la decepción se abrió paso en mi pecho cuando vi la foto que me habían enviado de mi novio y mi mejor amiga dándose el lote, y después un video en donde los dos se veían teniendo relaciones sexuales.