Bajo las alas del bosque

Capítulo 5

Aragorn

Regreso al palacio con el peso de mil preguntas apretándome el pecho, pero ninguna respuesta clara que alivie mi mente.

¿Quién está detrás de todo esto? ¿Y cuál es el propósito de semejante traición?

Estoy convencido de que se trata de alguien dentro de la corte, un elfo de confianza. Nadie más podría usar el nombre de mi padre ni desplegar parte de nuestro ejército sin que se sospechara.

Pero lo que más me atormenta es no saber qué destino aguarda a esos prisioneros. ¿Qué les hacen? ¿Quién los recibe? La incertidumbre me carcome.

Alguien nos está traicionando desde las sombras.

Durante toda mi vida he conocido los conflictos internos que sacuden el reinado de mi padre, Eru. Él es un líder justo, un visionario que lucha por erradicar las barreras sociales, las distinciones por sangre y la opulencia heredada.

Ha avanzado, paso a paso, hacia un reino donde todos tengamos las mismas oportunidades. Pero algunos de la corte —los más ricos, descendientes de las antiguas líneas de sangre— se niegan a aceptar ese cambio.

Ellos temen perder sus privilegios, sus tierras y sus riquezas. No soportan la idea de que los impuestos dejen de favorecerlos a ellos y comiencen a aliviar las cargas de los más pobres.

Quizás son ellos quienes conspiran para derrocar a mi padre.

Quizás buscan recuperar el poder absoluto para enriquecerse aún más, mientras el pueblo se hunde en la miseria.

Si eso es cierto, tengo que descubrir quién es el traidor.

Lo haré por las criaturas que merecen respeto y paz, lo haré por mi reino. Como futuro heredero, es mi deber proteger a mi pueblo, sin importar el costo.

Cruzo las imponentes murallas que guardan la ciudad, y al avanzar entre las calles empedradas, noto las cabezas inclinadas en señal de respeto.

Entonces, un torbellino naranja corre hacia mí.

Sonrío con calidez, bajo de Dark y me acomodo en cuclillas, abriendo los brazos.

Un pequeño de mejillas sonrosadas y ojos del color del cielo se lanza contra mí, hundiendo su rostro en mi cuello.

—¡Hola, enano! —digo, sintiendo que mi corazón se estruja de ternura.

—¡Príncipe! —me corrige con un gesto serio—. No me llames así, recuerda que soy tu amigo.

Eldor se separa, me mira con esa inocencia brillante y me invita:

—Vamos, mamá ha preparado pastel de calabaza.

—No puedo negarme —sonrío—. Desde que lo rescaté de caer de aquel árbol, su madre no deja de agradecerme con sus deliciosos platillos y dulces.

Al llegar a su hogar, me reciben con abrazos sinceros. Es el único lugar donde puedo ser simplemente Aragorn, sin la pesada corona que me espera.

Aquí me ven como un igual, y eso es lo que más necesito ahora.

Tras un par de horas, retomo el camino al palacio. Los guardias se inclinan ante mí al verme regresar.

Entrego las riendas de Dark a un joven encargado y busco a mi hermana menor. Ella es la única en quien confío para contar lo ocurrido hoy.

En el camino, encuentro a mi madre. Sus ojos reflejan preocupación.

—¿Estuviste en el bosque, verdad? —pregunta con suavidad.

—Sí —respondo sin rodeos.

Me toma de la mano y me conduce a su salón privado, donde me sirven té y bocadillos.

—Madre, ya comí —digo, sin intención de ofender, pero sé que quiere hablar y no se rendirá.

Ella me observa detenidamente, sus cejas se arquean, suspira y entrelaza las manos sobre sus piernas.

—Aragorn, no estoy de acuerdo con esto.

La miro sorprendido, una sonrisa irónica se dibuja en mis labios.

—¿En serio?.

Ella sonríe tiernamente.

—No lo estoy, cariño. Pero...

¡Maldita sea! Cualquier esperanza se desvanece. Mi sonrisa se torna en un gesto de fastidio, y ella lo nota.

—No me interrumpas —me regaña—. Cambia esa expresión. No eres un niño, eres el heredero al trono, el futuro rey. ¡Compórtate como tal!

La entiendo. Tiene razón. Pero casarme con Rawen... ni en sueños.

Cualquier elfa tendría más humildad y bondad que ella. Desde que su nombre comenzó a circular como posible prometida, la investigué en secreto.

La verdad sobre esa mujer es repugnante.

Arrogante, ruin, egoísta y codiciosa.

—Sin embargo, he llegado a un acuerdo con tu padre —continúa, con tono solemne.

Escupo el té al escucharla.

—¿Un trato?

Mi madre ríe entre dientes.

—Así es —se acerca y me mira fijo—. Créeme, a mí tampoco me gusta esa niña malcriada.

Casi me atraganto con la galleta que estoy comiendo. Luego suelto una carcajada sincera.

—En serio, hijo —dice—. Quiero que seas feliz. Si no fuera por esos viejos del consejo, nada de esto estaría pasando.

El elfo Elronf es uno de los pocos que no se ha opuesto a las reformas de tu padre. Es el más poderoso tras nosotros. Si lo tenemos de nuestro lado, el resto no tendrá opción más que aceptar.

Muerdo mi labio, consciente de la verdad. Si nuestras familias se unen, nadie podrá arrebatar el poder. Pero ¿no habrá otra salida?

—¿Cuál es el trato? —pregunto, esperanzado.

—Conocerás a Rawen, compartirás tiempo con ella y, si no sientes nada, no habrá compromiso —. Sonríe ampliamente

Pero mis labios permanecen tensos, formando una fina línea.

¿Cómo le digo que la rechazaré aunque tenga que hablar con ella? ¿Que ya sé qué clase de persona es?

¡Maldita sea mi suerte!

—Acepto —digo, con una sonrisa forzada.

Ella aplaude y sigue disfrutando sus galletas.




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