- Mamá, estoy en casa, dije lanzado la mochila en el suelo del salón comedor.
-Hola cariño, ¿Cómo te ha ido tu primer día de bachillerato?
-Súper bien. ¡Los compañeros parecen simpáticos y los profesores son muy amables!
-Me alegro, lávate las manos que está casi listo para comer.
Me fui al baño y me miré al espejo, tenía una camiseta blanca y con este color se podía ver la piel color morena gracias al verano pasado tomando el sol.
Pensaba cuánto habría cambiado mi vida desde que había llegado de un país extranjero a la grande y maravillosa ciudad de Valencia.
Me observaba y pensaba que la nueva vida que había empezado estaba vacía y era mi deber colorearla, parecía como uno de aquellos libros que se compran a los niños donde aprenden a colorear, cambiaba solo que en este caso los lápices coloreados eran emociones que eran un poco más delicadas. La verdad es que estaba feliz pero escondía mucho miedo. ¿Por qué? Porque no sabía qué esperarme, era todo tan nuevo que asustaba.
-Bueno, hoy he empezado oficialmente una nueva vida, seguro que irá todo bien, tengo la posibilidad de crear lo que yo quiero, pensé para mí y sonreí al espejo.
Por la tarde llamé a mi amiga, Verónica.
-Holi Vero, ¿Qué tal?
-Holi cariño, todo súper bien, tengo que contarte una novedad ¿Y tú?
-Todo bien, yo también quiero decirte algunas cosas, empiezas tú.
-He conocido un chico por Wentir y hoy salimos, estoy súper emocionada.
-¡Imagino! Después cuéntame cómo ha ido. ¡Quiero saber todo los detalles!
-¡Claro! ¿Y tú que me cuentas?
Empecé a hablar sobre el instituto, los nuevos compañeros, el sistema educativo en España y como ya había comenzado a amarlo. Verónica escuchaba, pero por su tono de voz me di cuenta que estaba pensando sólo en la cita con el famoso chico.
Estaba en contra de esas aplicaciones como Wentir, donde puedes chatear con chicos y chicas y organizar para verse, ¿En serio se podría encontrar alguien con buenas intenciones por allí?
-Seguro que no, pensé.
Tenía razón, o quizás no.