Bajo las estrellas

CAPÍTULO 7 “(IM)POSIBLE”

-Hoy me quitaré Wentir, escribí a Verónica un sábado por la mañana.

-¿Por qué cariño?

-No encontraré lo que busco, no pasa nada, mentí.

-Es una lástima.

Ya lo era pero, ¿de qué servía perseguir algo que no podía llegar? Exactamente, nada.

Miré las notificaciones: "Tienes una nueva compatibilidad".

Accedí a Wentir y había hecho match con otro chico, le escribí aunque estaba un poco desanimada y por eso empecé la conversación con un simple “Hola”.

Miré otra vez sus fotos, ninguna sin camiseta, y eso me gustaba, tenía una sonrisa tan agradable, no puedo deciros que era guapo, pero no porque no lo era, pero porque me parece un adjetivo tan banal que no lo merecía. Tenía una biografía que me gustaba, sobre todo la parte en la cual afirmaba que no buscaba aventuras. "Muy raro", reflexioné.
Eran las 7 y 52 de un sábado por la mañana y pensé que no me habría contesto. Después de cinco minutos vi su respuesta. Comenzamos hablando un poco de nuestra vida: descubrí que trabajaba como agente de seguridad en Valencia Capital, le gustaba mucho hacer deporte sobre todo running y boxeo, le encantaba ver películas y series. Después de conversar un poco le pregunté que le pedía a la vida. Solía hacer esta pregunta porque me interesaba saberlo y la mayoría de las personas me decía que querían disfrutar de lo que llegaba, y vivir el momento sin preocuparse del futuro.
Era una respuesta típica y me había acostumbrado a leerla, aunque no la compartía del todo, es decir, es fundamental el carpe diem pero pienso que una idea del futuro es también muy importante. Vi que estaba escribiendo y esperé su respuesta.
-A la vida no le pido mucho, me gustaría tener un trabajo fijo, una mujer y una hija.
Mi corazón hizo un salto. "No puede ser", pensé. Nadie me había respondido así, era joven, tenía 26 años y me dejó sin palabras, sobre todo porque era lo que quería yo también y encontrar alguien con el mismo deseo era, como decir, ¿imposible? Aunque nunca he creído en esta palabra, pero me estaba convenciendo que en este caso lo era. Leí el mensaje y miré mi madre diciendo:

 -Mamá, lo he encontrado.

-¿Quién?

-El amor de mi vida.

-¿Qué estás diciendo cariño?

Le enseñé el móvil y su mensaje.

-Pensar esto con veintiséis años significa madurez.

-Y es lo que quiero yo también,  dije sonriéndole.

-Sigue hablando con él y a ver qué tal, como avanza la cosa.

-Eso es más que seguro.

Mi esperanza volvió a llenándose. 

Ya tomadme por loca, lo sé, era solo un mensaje, pero lo sentía dentro de mí, sentía que era verdadero, que estaba hablando, por primera vez, con alguien que me entendía, que deseaba lo mismo que yo, alguien raro como yo. Quería seguir la conversación con él, quizás había encontrado el hombre de mi vida.

 




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