-Hola cariño, me dijo Luise abrazándome cuando me vio.
-Holii, contesté.
-¿Qué tal? ¿Todo bien?
-Sí, todo bien ¿y tú?
-Yo también, ¿Sabes donde están Paula y Victoria?
-Tendrían que…
-Buenos días, gritaron las dos chicas llegando hacia nosotras.
-¿Dónde vamos?
-¿Paseo por la playa y después vamos a almorzar algo?
-Buena idea Sofi, ¡vamos!, afirmó Paula.
Luise y Victoria estaban de acuerdo, entonces nos fuimos en dirección al puerto. Era un domingo de noviembre, pero había un sol que calentaba como si fuese mayo.
La mañana fue muy divertida, fuimos a dar vueltas por las dos playas de nuestro pequeño pueblo, conversando de diferentes cosas, algunas que tenían relación con el instituto, otras no. Hablábamos de todo sin problemas, como si fuéramos amigas de la infancia. Ellas se conocían ya hacía mucho más tiempo, yo era la chica nueva pero me sentía parte de este grupo como si llevara con ellas desde siempre. Era su amiga y me trataban como tal.
-¿Qué bebéis?, preguntó el camarero cuando se acercó a nosotras.
-Cuatro coca-colas, por favor. Contestó Luise sabiendo nuestra preferencia.
-Ya nos conocemos demasiado, es un riesgo, dijo Paula riendo.
-Tenéis razón, un peligro demasiado grande, no sé si puedo hacerle frente, confesó Victoria seria.
-Ya sabemos que este es tu punto débil y podemos utilizarlo en tu contra, cuidado, le dije.
Vi me miró seria y añadió: -Ahora sí que tengo miedo.
Las cuatros nos observamos y empezamos a reír como locas.
-Chicas, parecemos borrachas, confirmó Paula.
El camarero nos miró y nos sonrió sin decir nada.
-Por suerte él sabe que hemos pedido coca-colas, sino era un problema seriamente, explicó Luise.
-Ya la verdad que sí, confirmé tranquilizándome.
-Hola, ¿me perdonáis?, ¿tenéis un mechero?, nos preguntó un chico bastante alto, con el pelo moreno, los ojos claros y un poco de barba. Parecía joven, más o menos, veinte años. Esperaba nuestra respuesta pero miraba solo a Luise, así que dejamos que respondiera ella.
-No, lo siento, contestó al final.
-Yo también lo siento, tenía que encontrar otra excusa para hablarte, dijo alejándose.
-¿Y eso?, pregunté tan sorprendida.
-Ay, Luise, afirmó Victoria.
-¡Qué suerte tienes!, confirmó Paula.
-¿Por qué no vas a hablar con él?, le pregunté.
-Nah, mejor que no.
-Luise no me digas que no te gusta.
-Sí, claro Paula pero, no sé.
Nuestra conversión acabó cuando llegó el camarero y pedimos la cuenta.
-Ya está, dijo el camarero.
-Creo que no porque ninguna de nosotras ha pagado, precisé.
-Os ha invitado aquel chico, dijo indicándonos el mismo joven que había pedido el mechero.
-Luise, ve a agradecérselo como mínimo, afirmó Paula.
-No, eso es lo que él quiere.
-¿Por qué no quieres hablar con él?, preguntó Victoria.
-Sí, quiero, muchísimo.
-Entonces ve, ahora mismo, dije casi obligándola.
Luise se alejó y empezó a hablar con aquel chico, nosotras nos fuimos porque no queríamos ponerla en dificultades.
-Madre mía, ¡qué suerte Luise!, opinó Paula.
-Ya tienes razón, confirmé.
-Tú también tienes suerte, te estás escribiendo con alguien, ¿o me equivoco?
-No Paula, no te equivocas, dije sonriendo.
-Entonces cuéntanos como te está yendo, añadió Victoria curiosa.
-Bien no, súper bien, hemos empezado solo ayer pero no sé, tiene mis mismas ideas sobre algunas cosas, las mismas aficiones. Parece demasiado bello para que sea la realidad, confesé.
-Bueno, quizás es un sueño pero hasta que sea así, disfruta de esto, me dijo Paula.
La verdad es que tenía razón. Quería vivir lo que me estaba pasando. Me daba un poco de miedo pero por esto no debía frenarme.
Llegué a casa a tiempo de ducharme, prepararme la mochila para el día siguiente y cenar. Yo y mi madre nos pusimos a mirar una película, pero no la vi mucho porque chateé con un amigo, lo que era rico, no sé si os acordáis, os había contado algo. Estaba hablando de Alejandro, así se llama el chico con el cual estaba viviendo un sueño.
-No sé si podrá estar contigo, me confesó.
-¿Por qué no?, pregunté sin entender.
“Es verdad que soy complicada pero no tanto” pensé.
-Por cómo eres...
-¿Y cómo soy?
-…
Había entendido que se refería a mi físico que no era perfecto, a mis curvas, mis caderas anchas. Era verdad, las tenían, no era un físico como el de mis compañeras, pero él no tenía el derecho de juzgar sin saber nada de mí, tampoco me conocía en persona, cómo podía comentar mi aspecto de las fotos. Bueno, es lo que hacen todos, por esto surgen problemas de acosos y de cyberbulling.
No quería darle importancia a sus palabras, aunque era difícil, pero no me las merecía. Decidí pedirle su opinión a Alejandro, sabía que era una persona sincera y quería su comentario sobre esto.
Le escribí, pero era muy tarde y me acosté. La verdad es que no me ofendía lo que me había dicho, pero tenía miedo que Alejandro pensara lo mismo. Parece una locura pero solo en dos días empezó a ser importante para mí, me interesaba su opinión, saber cómo estaba. Me importaba él y sabía que podía fiarme. Entonces si Alejandro pensaba que yo era una chica hermosa, yo lo era, le creía porque me lo decía él.
Nunca me había pasado esto, tampoco sabía que era pero me gustaba. Me encantaba lo que estaba viviendo, si era, en serio, un sueño nunca habría querido despertarme, y si era la realidad, nunca habría querido soñar más.