Bajo las estrellas

CAPÍTULO 9 “LA CASA PERFECTA”

-El físico no importa, pueden existir chicas muy guapas pero no listas, entonces el físico no tiene importancia, sobre todo si se está enamorado. Ese tío no sabe nada ni entiende nada, pasa de él, para él no eres guapa, pero para mí sí. Aquí está un chico que quiere saber más de ti y tener una cita contigo

La sonrisa que me provocó este mensaje a la seis y media de la mañana no sé cómo describirla. Era sorprendente como Alejandro era capaz de hacerme tan bien con tres líneas escritas a través de una pantalla. “Si me hace este efecto ahora, piensa si nos conocemos en persona”. El tiempo pasaba y yo seguía pensando que él era lo que estaba buscando, o mejor, lo que quería en mi vida.

 

Yendo al instituto estaba feliz, pero no como cuando te regalan un perfume nuevo o sacas una buena nota, feliz en modo diferente, ay, es difícil explicarlo, una felicidad que cada vez se sentía más fuerte, que me hacía ver el mundo con un punto de vista diferente de lo típico y me gustaba más así. 

 

-¿Qué tenemos ahora?, preguntó Luise mirándome.

-Griego, contesté.

-No tengo ganas, la verdad, confesó Paula.

-Yo sí, muchas, hoy empezamos el tema de la tercera declinación.

-Ya chicas, creo que será difícil, afirmó Victoria.

-Las cosas difíciles son las mejores, confirmé.

-¿Pero nos explicas porque estás tan feliz hoy Sofía?, preguntó Vi.

-Yo lo sé, tiene un nombre que empieza por A y acaba en lejandro, dijo Paula.

-Me has pillado, confesé riéndome.

-Cuéntanos, se acercaron.

-Nada, solo que me ha dicho que para él el físico no tiene importancia y aunque la tuviese en su opinión yo soy guapa y…

-¿Y…?, preguntó Luise.

-Quiere tener una cita comigo.

-¡Woooow!, gritó Victoria.

-Grande tía, me dijo Luise.

-Enhorabuena, añadió Paula.

-Jajaja, muchas gracias, la verdad es que estoy impaciente de conocerlo, declaré.

-Veras tía, muy pronto, me consoló Vi.



 

-¿Es Alejandro?, me preguntó mi madre viendo que estaba ocupada escribiendo en el móvil.

-Sí, es él.

-¿Por qué no lo invitas a cenar?

-¿Qué? ¿En serio mamá?

-¿Tienes ganas de conocerlo, si o no?

-La verdad, muchísimas.

-Entonces escribirle que después del trabajo se queda a comer algo aquí.

-Es una locura, pero me gusta la idea, en mi opinión me va a decir que no porque no nos conocemos.

-Si él tiene las mismas ganas de conocerte dirá que sí.

-Vale, lo intento, dije preguntándole si quería comer algo conmigo.

-Sí, me gustaría, te dejo mi número, así me mandas la dirección.   

Su respuesta me dejó sorprendida, no podéis imaginar cuánto.

-Sí, ha dicho sí, es absurdo, tengo que preparar la mesa, vestirme, maquillarme, ponerme presentable, me levanté del sofá y comencé dar vueltas por casa como si me hubiera llamado para salir a cenar con Jaime Lorente López, quizás, tampoco en aquella ocasión me habría preocupado tanto.

No sé qué me estaba pasando, era como si quisiera hacer todo lo posible para gustarle, pero al mismo tiempo estaría bien que me conociese por lo que soy. “No, no, si me conoce por la que soy, escapa” pensé. Me vestí con pantalones negros, una maravillosa camiseta rosa abierta por las caderas y una sudadera roja. Tomé el maquillaje pero elegí de no ponérmelo porque era justo que fuera mi misma “Tengo que gustarle por lo que soy, aunque no soy perfecta”, reflexioné. 

-Estas muy bien así.

-Muy simple.

-Da igual, te queda súper bien igualmente.

-Gracias mami, ¿Cómo vamos con la comida?

-Muy bien, hago un poco de pasta con salsa de chorizo y tomate.

-Perfecto, ya es casi la hora, lo espero abajo.

-Vale, hasta luego amor.

Cogí las llaves y salí de casa, mandé un mensaje a Vero explicando lo que estaba pasando.

-Cariño, ¡qué bien! Como primera cita me parece perfecta.

-¿Es una cita?, le contesté con el corazón que latía siempre más veloz, listo para explotar.

-Claro que sí.

-Ostia, estoy nerviosa.

-Lo imagino, irá todo bien, después cuéntame todo.

-Vale, vale.

Habían pasados cinco minutos y yo miraba el cielo pensando lo que me habría dicho mi abuelo, pensé que si hubiese estado conmigo me habría dicho: “irá todo bien, tú sé tú misma que eres maravillosa así”

Vi un auto azul oscuro y reconocí a Alejandro, aunque era la primera vez, pensé que lo habría distinguido entre millones.

-Holi, me dijo cuando bajó del coche.

-Hola, ¿Qué tal?, pregunté dándole dos besos en las mejillas.

-Un poco cansado, pero todo bien ¿y tú?

-Todo bien, contesté.

Subimos y en ascensor estaba súper avergonzada, solía ser muy extrovertida pero en aquel momento estaba muriendo de la vergüenza, quizás porque era la primera vez que me importaba tanto lo que opinaba la otra persona de mí.

-Me has engañado, me confesó mientras entrábamos en casa.

-¿Por qué?, le pregunté con la ansiedad a dos mil.

-Eres mucho más guapa en la realidad que en foto.

Lo miré y le sonríe agradeciéndolo, ninguno me había dicho una cosa así, en manera tan dulce.

Comenzamos hablando un poco de que nos gustaba hacer en los días libres, aunque él con su trabajo tenía pocos. Lo observaba. No era muy alto, no tenía pelo y eso lo hacía muy sexy, los ojos marrones pero bajo la luz parecían más color caramelo. Dos labios que me encantaban, ni demasiados pequeños, ni demasiados grandes, eran perfectos. Sonrió y mi corazón se paró. Tenía una sonrisa tan… tan todo, tampoco en la RAE se encuentran adjetivos para describir su sonrisa, lo siento, no hay palabras para describirla, pero intentaré explicaros el efecto que me provocaba.

Su sonrisa era como una ducha caliente en invierno, la nueva temporada de tu serie favorita que esperabas hace un año, como sacar una buena nota después de estudiar toda la semana anterior. Su sonrisa era la luz al fondo del túnel, el arcoíris después de la tormenta. Su sonrisa me llenaba el corazón y más sonreía, más yo me sentía bien.




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