Bajo las estrellas

CAPÍTULO 10 “EL SUEÑO”

Fue la primera noche que dormí solo una hora y media por culpa de la felicidad, cuando tocó la alarma me levanté llena de energía aunque no había descansado mucho, todavía, me sentía ligera, alegre, con ganas de hacer mil cosas. Saqué el perro a pasear y parecía que también el cielo estaba maravilloso aquel día. Hace menos de un año empecé mi nueva vida y nunca me habría imaginado que después de algunos meses alguien habría podido hacerme un efecto del cual ya era dependiente. 

Le hice un mensaje de voz a Verónica, más o menos de diez minutos, ya os he dicho que hablo mucho sobre todo cuando me pasa algo bueno. Ella era realmente mi amiga y en consecuencia un poco loca porque lo escuchó a las siete y media de la mañana. Esto pasa cuando se comienza a probar algo nuevo, aún no sabía si era amor o no, pero se acercaba mucho a este sentimiento.

Verónica, claramente, estaba feliz por lo que me había pasado, las dos estábamos viviendo algo importante y esto hacía que nuestras conversaciones estaban todas llenas de elogios a nuestros chicos y hablábamos de cómo éramos felices.

La noche anterior cuando subí después del momento especial con Alejandro mi madre me estaba esperando sentada en el sofá lista para saber todo y yo le conté lo que había pasado.

-¿Entonces os habéis besado?, me preguntó directa.

-Sí, le contesté con una gran sonrisa como si hubiese ganado la lotería.

-Me gusta como chico, me confesó.

Esto me hacía mucha gracia, claro él tenía que gustarme a mí pero saber que agradaba también a mi madre me alegraba mucho.

Cuando llegué al instituto me acerqué a mi grupo y dije seria: 

-Tengo que contaros una cosa importante.

-¿Qué te ha pasado tía?,  preguntó Paula.

-¿Algo con Alejandro?, añadió Luise.

-Sí, contesté siempre teniendo el tono de voz serio, aunque era difícil.

-¿Qué te ha hecho?, preguntó Victoria.

-Solo que…(ellas me miraban preocupadas )… ayer nos hemos conocidos y han habido algunos besos, concluí la frase.

Victoria hizo un pequeño grito y me abrazó.

-Nosotros te lo habíamos dicho, gritó Paula.

-Te lo merece tía, afirmó Luise.

-Muchísimas gracias, estoy tan feliz.

-Es normal, lo puedo imaginar, dijo Victoria.

-¿Y esta mañana te ha escrito?, me pregunté Paula.

Miré el móvil y sí, ya me había dado los “buenos días” diciéndome que estaba tan feliz de haberme conocido y que ya me echaba de menos.

-¡Ay, que dulce que es!, comentó Vi.

-Me siento afortunada, confesé.

-Lo eres, pero él también, opinó Lu.

-Sabes que, aunque es solo el principio, me parecéis una pareja maravillosa, declaró Paula.

-La verdad es que yo lo imagino como mi novio. 

Una hora tras otra me escribí con Alejandro, la conversación seguía sin problemas, teníamos ganas de hablar mucho.

-Ahora estoy almorzando y después tengo educación física, tenemos la prueba de resistencia. No sé quién puso almuerzo y después gimnasio, le comenté.

-Cuidado no te siente mal.

-¿Te preocupas?

-Claro que me preocupo, es verdad que nos conocemos poco pero ya empiezas a ser importante para mí y no quiero que te pase nada mi princesa, me contestó.

-¿Estás hablando con Ale?, me preguntó Paula.

-Sí, acaba de decirme que soy su princesa y que comienzo a ser importante para él.

-Tía esto es muy serio, comenté Luise.

-Ya, como quiero yo, afirmé sonriendo. 

 

Cuando acabé de hacer la prueba confirmé a Alejandro que estaba viva y vi que mi madre mi había preguntado si lo invitábamos a cenar. 

-Mamá, no quiero agobiarlo, las cosas tienen que ir sin prisa.

-Ya, pero tú pregúntale.

No sabía si hacerlo o no, por una parte no quería presionarlo, por otra tenía ganas de verlo.

Le envié una nota de audio, la escuchó pero sin contestarme, así que borré el mensaje y le pedí perdón, no quería agobiarlo.

Él me dijo que tenía muchas ganas de verme y esperaba que fuesen ya las nueve y media.

Estaba yendo todo tan bien que parecía un maravilloso sueño. No por favor, no me despertéis.



 

-Holi, le dijo dándole un beso cuando bajo del auto.

-¿Cómo estás princesa?

-Todo bien, ¿y tú cariño?

-Un poco cansado pero bien, tenía ganas de verte.

-Yo también.

Aquella noche había elegido llevarlo a un lugar precioso: la terraza de mi edificio, a la planta quince donde se podía ver todo mi pueblo y también un poco el puerto de Valencia ciudad. El cielo era precioso, tenía muchísimas estrellas, algunas brillaban mucho, mientras otras un poco menos. 

Lo besé y le sonreí.

-¿Me ha traído aquí por la vista o para besarme?

-Mmh… las dos.

-Me parece más la segunda.

-Pues, un poco, comenzamos a reír.

-Una cosa, se puso serio.

-Dime, le dijo con la ansiedad subiendo.

-¿Por qué te pone tan nerviosa?

-Porque tengo miedo de lo que tienes que decirme.

-Tranquila, quiero solo decirte que te respeto y entonces yo no haré nada hasta que tú me lo diga.  Quiero esperarte porque me gustas muchos y deseo hacer las cosas bien.

Lo besé, un “gracias” me pareció demasiado banal, me tomó las caderas y me acercó más a él. Sentía su corazón latir, sacó la mano de la cadera y me la puse en la cara acariciándome la mejilla.

-También por esto me gustas mucho, afirmé.

Me sonrió y me besó otra vez

-¿Vamos a comer?

-Sí, porque aquí hace un poco frío, me comentó.

-¿Y por qué no me lo has dicho antes?

-Era romántico el momento.

-Jajaja, qué tonto eres, vamos antes que te congeles.

Cuando entramos en casa fuimos envueltos por el calor del aire acondicionado, que por suerte, mi madre había encendido.

Ella saludó Alejandro con dos besos y un abrazo, al verlos se me llenaba el corazón de alegría.




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