Bajo las estrellas

CAPÍTULO 17 “(NO) SER GITANA”

-Hola, dije saludando mis amigas.

-Hola tía, ¿Cómo estás?

-Hoy es el día que tendríamos que volver a hablar, ya ha pasado una semana.

-Ostia, todo irá bien, comentó Luise.

-Ya, tía es imposible que Alejandro te deje, te quiere mucho.

-Lo sé, es lo que pienso yo, pero no sé qué le está pasando.

-Yo sigo sin entender porque hace una semana que no habláis.

-Por el agobio que tiene por todas partes, yo es verdad que el día antes lo había estresado un poco pero porque estaba preocupada, no me contestó a los mensajes en todo el día y pensé que había sucedido algo. Ha preferido una semana, cómo la llamamos, ¿de pausa?

-No tiene sentido, comentó Vi.

-No, para nada, siento que ha pasado algo, opiné.

-Hoy lo descubrirás, hablaréis y resolveréis, estoy súper segura de esto, no lo estoy de aprobar inglés pero de esto sí, en serio, afirmó Luise.

Empecé a reír, lo había dicho en una manera que me provocó la risa, o quizás, si no reía lloraba y prefería la primera opción.

-Te irá bien, confirmé.

-A ti también.

-Espero, he estudiado pero yo y el inglés no somos buenos amigos, dije.

-¿Y quién está hablando de inglés?

La miré sin hablar, miré todas las otras y de repente mis mejillas se mojaron, las lágrimas caían rápidamente.

-No cariño, no te queremos ver así, dijo Vi acercándose.

Las tres me abrazaron fuerte intentando darme la fuerza necesaria.

Aún no había acabado nada pero tenía demasiado miedo. En aquella semana había entendido que no estaba hecha para estar sin él, que no era capaz.

Yo sin él no era nada y en aquel momento, entre los brazos de mis compañeras pensaba que eran mis últimas horas de sufrimiento o, quizás, era solo el principio.






 

-En un rato voy para allá, me escribió a las cinco y medio de la tarde.

Estaba feliz. No sabía cómo iría, pero tenía una posibilidad para resolver todo lo que no estaba bien. Me vestí y bajé. Faltaba un poco para que él llegase pero necesitaba estar sola y pasear por la azotea esperándolo.

Llegó y vi sus ojos un poco desanimados pero no le di importancia a esto, pensaba estuviese cansado del trabajo.

Fuimos a dar una vuelta por la playa, hablábamos de la serie que acababa de ver, me la había recomendada él y me encantó.

También nos reíamos y mis nervios empezaron a disminuir.

-¿Quién empieza a hablar?, me preguntó.

-Prefiero yo.

-Vale.

-Entonces, sé que me he equivocado, te pido perdón, no quería agobiarte ni nada, estaba solo preocupada, nada más. Lo he pasado esta semana fatal, te he echado mucho de menos, te he pensado, no puedo estar sin ti, confesé.

-Sofía, yo estoy muy agobiado en casa, en el trabajo, entiendo que estabas preocupada, pero estoy confuso y prefiero que lo dejamos.

Miré para otra parte, no quería que me viera llorando y por segunda vez no supe qué decir. No tenía sentido nada de lo que estaba pasando. Paseaba en silencio cuando me di cuenta que él se paró y me miraba.

-Dime lo que sientes no lo dejes todo dentro.

-¿Qué quieres que te diga? ¿Qué estoy de acuerdo?, le pregunté.

-No, lo que sientes.

-Dime una cosa.

-¿Qué?

-¿Has pensado en mí esta semana?

-Sí.

-¿Me has echado de menos?

-Sí, Sofía, sí.

-¿Entonces de qué estamos hablando?

-Sofía.

-Necesito sentarme.

-Vale, allí hay un banco.

Me senté y Alejandro estaba de pie, mirándome.

-Prefiero no sentarme, contestó a mi mirada.

-No te voy a comer, por favor, dije y él se sentó.

-Sofía, la verdad es que mi madre me ha dicho que nos vamos de Valencia.

-¿Qué?, sentí mi corazón romperse poco a poco.

-Quieren ir a Andalucía, allí hay una mujer gitana que quieren que yo conozca.

-Ale tú me estás diciendo que quieres cortar porque quizás te vas de Valencia para conocer otra mujer y quedarte con ella, ¿y cuánto estarás?

-Tres meses, puede ser que vuelva o no.

-Seguimos hasta que te vayas.

-No Sofía, porque no quiero hacerte daño.

-Ya me lo has hecho, dije espontáneamente.

Lo miré a los ojos y noté que estaba sufriendo tanto como yo.

Empecé a llorar preguntándome porque me había enamorado de él.

-Lo siento Sofía, es mejor que me vaya, afirmó levantándose.

Seguía llorando, cada vez más fuerte, entre las lágrimas y el hipo dije: -Espera, hablamos un poco más.

-Vale, vale, no me voy pero tú respira, tranquilízate por favor, me suplicó con tono preocupado.

Intenté tranquilizarme y empecé a hablar: 

-¿No se puede hacer nada para que tú no te vayas?

-No Sofía, mi madre ya ha elegido, yo le comenté que estaba conociendo una chica, le hablé de ti.

Sentía un gran dolor pero cuando me contó eso sonreí, siempre me decía que hablar de mí a su madre era una acción importante y si lo había hecho era porque yo valía la pena.

-¿Y qué te dijo?

-Me preguntó que si eras gitana, le contesté que no y ella me dijo que entonces no estaba bien.

-Cariño, déjame hablar con ella por favor, quizás cambia opinión conociéndome.

-No sirve a nada, a ella le importa solo si eres gitana.

-¿Y si le digo que lo soy? Bueno, no lo parezco mucho.

-No, para nada, afirmó.

-No es justo.

-No, lo sé, pero es así.

-¿Y nos escapamos?

-Sofía, no es una buena idea.

-Estoy intentando buscar una solución pero no la encuentro.

-No la hay.

No, era imposible que no la hubiera, tenía que existir.

El amor siempre ganaba contra todo, también contra la cultura, estaba segura de esto.

-Sofía…

-¿Puedes quedarte esta noche?

-No, puedo quedarme otros cinco minutos. Dime qué quieres en estos últimos minutos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.