Sofía, están tus amigas, me avisó mi madre entrando en mi cuarto.
-Di que no me encuentro bien, dije dándome la vuelta y poniendo la cabeza bajo la Sábana.
-Sofía, ¿tampoco quieres hablar con nosotras?, oí la voz de Paula.
-No puedo más, susurré empezando a llorar y dándome la vuelta hacia ellas.
-Tía no podemos verte así, me abrazó fuerte Victoria.
-No es justo.
-No, no lo es, es verdad, pero si estás aquí, en tu cama, llorando, no van a cambiar las cosas, comentó Luise.
-Lo sé, pero tampoco tengo ganas de hacer nada, nada tiene sentido.
-Sofía, es verdad que vuestra historia de amor era preciosa y que los dos creíais muchísimos en ella, eráis almas gemelas, lo sé, ahora te duele mucho, pero tienes que pensar en dentro de la mala suerte, entre los dos eres la afortunada. Tú puedes elegir qué hacer de tu vida, él no, afirmó Paula.
-Lo sé, y es eso que me duele más. Alejandro es precioso y se merece ser feliz y realizar todos sus deseos, pero no podrá y me siento culpable, porque desde el principio dije que habría defendido nuestra historia con todas mis fuerzas y, al final, ¿qué he hecho de verdad?
-Cortasteis el lunes y el miércoles ya estabas donde trabajaba para hablar con él e intentar encontrar una solución, ahora es él que tiene que hacer algo para él mismo y para ti, comentó Vi.
-Ya, ¿pero no te ha dicho que hay una posibilidad que vuelva contigo?, preguntó Paula.
-Sí, pero es un 0,1%.
-La Sofía que conozco yo no se daría por vencido y creía en aquel 0,1%.
-Yo intento creer en esta pequeña posibilidad pero si él se va perderá todo y no es lo que quiero.
-Escúchame, ahora solo él puede salvarse, tú, aunque no lo piensas, ya has hecho lo que podías hacer, comentó Vi.
-Entonces hoy nosotras te cogimos y vamos a dar una vuelta por Valencia Capital, dijo Luise.
-No, chicas, hoy no.
-Hoy sí, te ayudamos a elegir qué ponerte, confirmó Vi.
Suspiré y me levanté de la cama.
-Ves, no es tan difícil, comentó Luise.
Estaba enfadada con el mundo, también con ellas porque no me dejaban en paz, pero al final estaba feliz de saber que no estaba sola. Necesitaba solo alguien que soportase mi mal humor y que entendiese que un “tranquila, pasará” no era suficiente.
-Mira que sol maravilloso hay hoy, dije Luise.
Era verdad, era un día maravilloso pero no podía apreciarlo como solía hacer, o mejor, como durante los meses pasados.
-¿Por qué no podemos quedarnos en casa?, pregunté.
-Por mil motivos. En primer lugar porque hay un día precioso y tenemos que disfrutarlo, en según lugar porque pasear nos hace bien y en fin también porque hoy es sábado…
-Sí, ¿es sábado y entonces, no se puede estar en casa este día?
-Claro, pero Victoria quería decir que es el primer fin de semana que pasas sola y pensábamos que si te quedabas en casa tendrías demasiados recuerdos, explicó Paula.
-Ojalá fuesen solo en casa, comenté.
-Lo sabemos, no podemos entender lo que estás viviendo pero estamos aquí para ti, porque no puedes dejarte ir así. Somos amigas y entre nosotras nos apoyamos siempre, dijo Vi.
-Aprecio muchísimos lo que hacéis por mí, perdonadme si no lo demuestro mucho, pero…
-No pasa nada, puedes agradecérnoslo cogiendo el bus y yendo a Valencia dando un paseo.
-Vale.
-¡Oh, bien, vamos!, afirmó Paula.
Valencia estaba llena de personas que daban una vuelta, era febrero pero parecía un día de junio. Hacía calor y por eso había muchísimas personas vestidas con tops y shorts.
-Chicas está el mercado, ¿vamos a verlo?, preguntó Luise.
Aceptamos y fuimos paseando entre los puestos.
-¡Mira que preciosos son!, me dijo Vi enseñándome un par de calcetines con el dibujo de mi pintora favorita.
-Hola cariño, ¿te gustan? Son tres euros dos pares, comentó una mujer, tenía unos cincuenta años, el pelo largo y negro y los ojos oscuros.
Miraba como servía a las otras personas, parecía muy amable y tenía siempre la sonrisa en la cara.
-Me encanta su ropa, comentó Vi mirándola.
Tenía un vestido con estampados. Era muy particular, no se solía ver por las callas.
-Es gitana, dije.
-¿En serio?, preguntó Paula.
-Sí, cuando Alejandro me dijo que era de esta cultura me puse a buscar informaciones y decían que tienen ropa muy particular. En el día de hoy utilizan estos vestidos las mujeres, mientras las niñas y las jóvenes ya se visten como nosotras, es decir, con pantalones y camisetas y esas cosas.
-¿Los compres?, me preguntó la señora. Seguía teniendo en mano los calcetines.
-Sí, contesté.
-Hola Dika, he sabido que te vas a Andalucía, dijo otra mujer acercándose a la que me estaba sirviendo.
-Sí, nos vamos todos. Hemos conocido una mujer perfecta por mi hijo, afirmó.
-Bien, me alegro, pues salúdame todos y sobre todo a Alejandro.
Mi corazón se paró.
Miré mis amigas que, como yo, habían escuchado todo.
-¿Alejandro?, pregunté.
-Sí, mi hijo se llama así, ¿Por qué?
-No, nada, es un nombre precioso, contesté.
-Sí, él también. Será un marido y un padre increíble.
-Aquí tienes tus calcetines, muchas gracias.
No me movía. No era capaz.
-Muchas gracias a usted, adiós, dijo Luise cogiendo la bolsa.
-Sofía, susurró Paula.
-No, dije.
-Hey, se acercó Vi.
-No puede ser, seguía diciendo.
Estaba viviendo una pesadilla de la cual no podía despertarme, era la realidad, una asquerosa realidad y ¿cómo se escapaba de esto?
El amor de mi vida dentro de poco se habría encontrado entre los brazos de otra, pero, lo peor no era esto, era que habría perdido todo por algo que en realidad no quería.
Estábamos hechos para perdernos y ser infelices toda la vida con otros que no deseábamos.