Bajo las luces del juego

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Capítulo 4 – Socios de travesuras

La alarma matutina sonó antes del amanecer, pero en la casa ya era un enjambre de actividad. Las luces titilaban con urgencia y los murmullos de quienes se preparaban para el reto llenaban los pasillos. Los presentadores anunciaron que la prueba del día requería coordinación y estrategia: construir una torre de bloques gigantes en el menor tiempo posible.

Elaine Haro, aún ajustándose a los reflectores y cámaras, se encontró observando en silencio. Su mente repicaba entre nervios y adrenalina. Lentamente, surgió Aarón Mercury junto a ella, con esa sonrisa suya de medio lado que parecía siempre tramando algo.

—Ven conmigo, Haro —le susurró, extendiendo la mano en un gesto llamativo—. No me dejes hacer el ridículo solo.

—¿Y si el ridículo lo hacemos juntos? —respondió ella, con sarcasmo y gentileza—. Al menos no estarás solo en lo absurdo.

Sonrió, y de repente la escena dejó de ser competitiva. Era cómplice, divertida, cálida. Salieron corriendo hacia los bloques gigantes que parecían tener vida propia. Uno tras otro, los colocaban como si fueran piezas de un rompecabezas, esquivando obstáculos y estirándose lo más posible para alcanzar la cima.

La producción contaba los segundos. Cuando detectaron que estaban segundos detrás del primer equipo, el público desde casa ya comentaba en redes: ¿Ya vieron a la dupla Haro-Mercury? ¡Sensación del programa!

Elaine tropezó y cayó hacia adelante. Aarón la atrapó de un brazo, la sostuvo y, con su mano libre, fingió que la torre estaba a punto de colapsar. Elaine vio su cara y no pudo resistir reírse. Terminó sobre él, en una pose que ellos sintieron fue cómplice, divertida y hasta peligrosa.

—Fuiste tú, ¿eh? Todo planeado.

—No confirmo ni niego —respondió él, con una sonrisa de complicidad.

No ganaron la prueba: otro equipo fue más rápido. Pero para ellos, algo había cambiado. Habían construido algo más que una torre de madera. Habían construido confianza, risas, alianza. Y sabían que cada cruce de mirada, cada roce, había sido un ladrillo en esa construcción invisible.

Cuando las cámaras se apagaron y las luces se suavizaron, otros participantes se les acercaron.

—¡Los vimos!, gritaba uno.

—Ustedes son como el dúo dinámico del reality, afirmó otro.

Elaine y Aarón intercambiaron miradas. No respondieron, pero una chispa se encendió.

Esa noche, antes de que todos se durmieran, él tocó su hombro mientras ella ordenaba sus pertenencias.

—Hoy fuimos buen equipo —le dijo en voz baja.

—Sí… buenísimo. Gracias por ser mi apoyo. —contestó ella, con sinceridad.

—Siempre te cubro las espaldas —susurró él.

Y al caer la noche, esa promesa flotó en el aire.




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