Bajo los estragos del cielo

Tercera parte: Dominando a la bestia

Vanessa seguía asustada, acorralada en su propio cuerpo, sin saber qué hacer. El camino de cada uno era diferente. Lo mismo pensaba Rummage, quien solo mantenía un silencio fúnebre mientras seguía las órdenes de Smith.

Cuando Rummage vio a Vanessa, que parecía sumida en el caos, recobró la paz, porque reconoció la esencia de la mujer a la que había amado durante tanto tiempo, que había aparecido de repente de la nada.

—Despierta, por favor, despierta…

Vanessa apartaba la mirada y apretaba la frente contra la de Matthew, con voz desesperada.

—Mehr.

De repente sonó su nombre.

Nael la llamó por su nombre.

Matthew estaba divagando, temían que algo malo hubiese pasado, o más bien, ya estaba ocurriendo.

Vanessa se sentó en un pequeño rincón, pegada al cuerpo de Matthew. Por la expresión de su cara, no estaba contenta con lo que había dicho Nael, sólo quería descansar.

—Christian sigue ahí fuera, ni siquiera sé si está vivo.

—¡Está vivo!

La voz de Ross era muy pausada mientras volvía a mirar a Vanessa.

—Sé que su alma sigue en su cuerpo, pero no le queda mucho tiempo.

Se les estaba acabando el tiempo juntos, y Ross y Nael lo sabían. Nael alargó la mano y acarició el rostro de Vanessa para tranquilizarla.

—Lo prometí… No, lo prometimos.

Incluso con su último aliento, la esperanza se mantuvo. ¿Rescatar a un alma perdida?

—¿Cuánto tiempo crees que puedes detener el tiempo?

Sabía que, si salía, Smith o más bien Rión los iban a encontrar. ¿Cuáles son las probabilidades? Vanessa estaba intrigada por las marcas que comenzaban a aparecer en el cuerpo de Matthew, que era como un rastreador.

—Un pacto también puede ser igual de fuerte.

Matthew giró la cabeza y miró hacia atrás.

Nael lo miró con suspicacia.

***

—¿Cuánto estás dispuesto a arriesgar?

La voz de la bestia resonó en el cielo. Sólo que esta vez la bestia le miraba en su verdadera forma.

***

—Aunque sea una parte de ti, seguimos siendo dos almas diferentes—dijo Nael.

—Seguimos siendo una —corrigió Matthew—. Es hora de encontrar ese punto de equilibrio.

Vanessa se puso delante de él y le dio una patada en el tobillo. «¿A caso estás loco?» Le agarró por el pelo. Era una locura. Vanessa pareció entrar en shock. No parecía tener conciencia de sí misma.

—Es lo mismo que entonces, Vanessa. Pero esta vez encontraremos una salida. Las muertes de Nella y Sara no fueron en vano.

Era una sensación de equilibrio que permitía a Nella y Sara centrarse en el mundo. Vanessa acabó viendo la amargura de la derrota y cayó de rodillas; era la parte más pura de un mundo muerto, pero también se trataba de encontrar otro significado.

Ross se ve asolado por la vida que debe seguir para romper todo equilibrio y enfrentarse a la propia muerte, un destino intocable por designio del cielo, un Nael atado por un hilo rojo, indestructible pero incapaz y reacio a encontrarse. Del mismo modo, el muro que se interponía entre ellos era la humanidad, la masa que podía contener su esencia. Aris sólo quería comprenderla, y tomó la insólita decisión de cortarse sus propias alas y liberar al mundo a una bestia incomprendida que el rey había condenado a decapitar, y estar con alguien que desafiaba a la naturaleza.

Por eso, cada cuadro que pintaba no era más que su sangre sobre el lienzo, con la esperanza de que la muerte lo tocara como lo toco a aquel día en que Nael bajo para sostenerlo y pelear por su vida, y también ser la misma muerte que le había abrazado, por lo cual Nael también quiso entender su vida, al tener también el mismo aliento que él le habría dado si hubiera sido humano, pues quería entender por qué no podían encontrarse.

***

Siguiendo la voz de la bestia, Matthew buscó una frazada que había dejado tirada entre los arbustos, y su corazón se hundió al pensar que podría fallar.

—Ten cuidado con tus pasos.

—No hace falta que lo digas.

Matthew no respondió más, quería ver más allá de la tranquilidad que decían que había detrás. Cubriéndose con la frazada, se puso en marcha.

En eso, la presencia de la bestia le bloqueó el paso y, al intentar esquivarla, se deslizó bajo una roca y salió por una pequeña abertura. Con medio cuerpo ya fuera, sus manos se enredaron al instante en las lianas y, al tirar con todas sus fuerzas, tropezó y se rasgó la ropa. Entonces oyó una voz:

—Deja de mentir, sabes que no puede salirse con la suya… ¡Es la única manera de que sobrevivamos!

Su presencia era borrosa, pero la voz era muy clara, áspera y fuerte. Matthew pudo darse cuenta de que era Rión quien hablaba.

—Te has aferrado a eso durante mucho tiempo. Mentiste sobre tu identidad —se escuchó un golpe sobre una piedra—. Un nigromante como tú se esconde bajo las piedras como gusanos temerosos de ser aplastados. Tus delirios no son más que ensoñaciones. ¿De qué sirven?




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