E6: El confidente inesperado

Clara y Gabriel no tardaron en encontrar refugio en un pequeño motel al otro lado de la ciudad. El cuarto olía a humedad, las paredes estaban decoradas con papel pintado deslucido y las luces titilaban como si fueran a apagarse en cualquier momento. Pero, por primera vez en horas, Clara sentía un mínimo de seguridad.

Mientras Gabriel limpiaba la herida en su frente frente al espejo del baño, Clara se sentó en el borde de la cama con el dispositivo USB en sus manos. Su mente estaba dividida entre el alivio de haber escapado y la preocupación por lo que el USB podría contener.

—¿Todavía pensando en eso? —preguntó Gabriel desde el baño.

—No puedo evitarlo. Iván sacrificó todo para que yo lo tuviera. Si esto no lleva a las respuestas que necesito, su muerte habrá sido en vano.

Gabriel salió del baño, con una toalla en la mano y un vendaje improvisado en la frente. Su presencia siempre había sido reconfortante para Clara, incluso en los momentos más oscuros.

—Déjame ayudarte. No puedes cargar con todo esto sola, Clara.

Ella lo miró, dudando. Había pasado tanto tiempo sin confiar en nadie que el simple acto de abrirse le parecía un riesgo monumental. Pero Gabriel siempre había sido diferente.

—Está bien. Pero si vamos a hacer esto juntos, necesitas saber todo —dijo finalmente, entregándole el USB.

Mientras Gabriel conectaba el dispositivo a su laptop, Clara le contó todo: su tiempo trabajando para EvoGene, los secretos que había descubierto sobre los experimentos genéticos, y cómo había salido justo antes de que las cosas comenzaran a ir realmente mal. Gabriel la escuchó en silencio, su mandíbula tensa y sus ojos oscuros llenos de determinación.

Los archivos comenzaron a cargarse en la pantalla, revelando una serie de documentos codificados y videos. En uno de ellos, una figura conocida apareció: Alexandre Bellier, dando una conferencia en una sala de juntas. Pero lo que captó la atención de Clara fue otra figura en el fondo de la sala, observando en silencio. Era Iván.

—Él estaba con ellos… —murmuró Clara, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.

Gabriel pausó el video y se giró hacia ella.
—¿Qué más sabes de Iván?

—Creí que había salido, como yo. Pero si estaba allí… significa que nunca dejó de trabajar para ellos.

Antes de que pudieran profundizar en los archivos, un golpe en la puerta del motel los interrumpió. Ambos se miraron, el miedo reflejándose en sus ojos.

—¿Esperas a alguien? —susurró Gabriel.

Clara negó con la cabeza. Gabriel se levantó, sacando su arma de debajo de su chaqueta, y se acercó a la puerta lentamente.

—¿Quién es? —preguntó con firmeza.

No hubo respuesta. Otro golpe más fuerte resonó, haciendo que Clara retrocediera instintivamente. Gabriel, con un rápido movimiento, abrió la puerta de un tirón, apuntando con su arma.

La figura al otro lado de la puerta era inesperada. Una mujer de cabello oscuro y ojos penetrantes, vestida con un traje negro impecable.

—¿Clara Dubois? —preguntó la mujer, ignorando el arma de Gabriel.

Clara dio un paso al frente, su voz temblorosa pero firme.
—¿Quién eres?

—Mi nombre es Adèle Roche. Trabajo para alguien que quiere ayudarte… si estás dispuesta a escuchar.

La tensión en la habitación era palpable. Gabriel no bajó el arma, y Clara no quitó los ojos de la mujer.

—¿Por qué debería confiar en ti? —preguntó Clara.

Adèle sonrió levemente, como si esperara la pregunta.
—Porque si no lo haces, no llegarás viva al amanecer.

Clara sintió que un escalofrío recorría su espalda. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero todavía faltaban demasiadas. Y, por primera vez, se dio cuenta de que el juego en el que estaba atrapada era mucho más grande de lo que jamás imaginó.

Clara miró a Gabriel, luego a Adèle, y supo que no tenía más opciones.
—Habla rápido. El tiempo no está de nuestro lado.