Bajo tus rugidos.

Prologo.

En un gran bosque, los pájaros cantaban alocados pero no felices y los árboles se agitaban con vehemencia al compás del choque de las olas que el lago dejaba ir con furia.  

El sol entró por la pequeña ventana de madera y Christof, un muchachito de ocho años,  se despertó con un llamado de su hermana mayor. 

—¡Ven vamos!  Levántate, nuestro padre cazó otra bruja y  la colgarán... digo darle su merecido.— Su semblante tembló y se quedó observándola muy poco tiempo hasta que tuvo fuerzas de vestirse con ropa abrigada y salir corriendo cabaña fuera. 

El cielo, para ese entonces,  estaba despejado. Un hermoso azul se expandía por el pueblo mientras que abajo una muchedumbre enojada y bien preparada acorralaba a una mujer diminuta contra una gran roca. Insultos de todas clases eran dirigidas a su persona pero esta no entendía nada. 

—Por favor... por favor... ¡No soy una bruja! —Lloriqueaba tapándose la cara con unas bellas manos sin arrugas. —Por favor, no me hagan esto... denme el beneficio a la duda. —Unos brazos la elevaron en el aire y su pies se agitaban desesperados para sentir tierra debajo. —¡No! ¡Suéltenme!— Pataleaba en el aire con lagrimas recorriendo sus mejillas rojas.

Unas cuantas piedras eran arrojadas en su dirección. Tomates, piedras y algunas telas prendidas fuego caían en su cuerpo, varios insultos eran hacia ella y su familia y muy pocos lamentos se oían a lo lejos. Desvió la mirada a hacia la muchedumbre y solo eran rostros que reflejaban odio y rencor, su pecho se contraía con fiereza haciendo que su respiración le fallase. 

—¡Ayúdame! Por favor... solo ayúdame. — Tendió su mano al ver que pudo librarse de los oficiales hacia el amor de su vida pero este solo dijo: —"Aten a la bruja."—  Su llanto se hizo presente otra vez y el hombre en el que ella creía que podía confiar dio media vuelta para alejarse de allí.    

—¡Maldito, no puedes hacerme esto!— Escupió en su dirección con furia y este ni se inmutó —¡Los maldigo!— ,se giró viendo como una silla de madera estaba quieta en el muelle del lago, una gran trampa de madera estaba atada a esta. —¡Maleeixo a qualsevol humá que s'atreveixi a tocar les meves terres, com que em dic Indra Benno! Qui s'atreveixi a dir el meu cognom o acostar-se a la meva família estará maleÏt per la resta de la seva vida.  —Recitaba en catalán cada vez más alto. 

Las copas de los pinos del bosque se agitaban con vigor y el cielo se cerró en unas enormes nubes negras, los pájaros gritaban y volaban en circulo sobre el agua. 

Unas cadenas se cerraron en las pequeñas muñecas de Indra al igual que en sus pies, la silla comenzó a elevarse y la bruja gritó desde sus entrañas, maldijo, escupió y sentenció a cualquiera que se atreviera a tocar esas tierras, prometió sufrimiento y odio. 

Sus pies comenzaron a mojarse y el agua se agitaba con vehemencia recibiéndola, su cabeza y  sus rizos negros se empaparon. Ya no había gritos, no había abucheos, no había nadie que se atreviera a romper el silencio sepulcral que se podía sostener entre las manos. 

Las personas empezaron a disiparse, ya no había nadie en la plaza del pueblo de San Andres.  el agua se quedó estático  y el día oscuro. Pero a lo lejos, detrás de unas rocas un pequeño niño lloraba entre sus piernas diminutas, lloraba la muerte de su madre, Indra Benno.

 



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En el texto hay: 2000 palabras

Editado: 22.07.2021

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