Barreras

Intereses

En el Seven Bar la noche estaba tan agitada como de costumbre. Observando el ambiente a mi alrededor se podía ver, sentir y oler la euforia del comienzo de un gran fin de semana. Los cuerpos se movían al son de la canción que sonaba en ese momento mientras las luces pasaban de verde a azul, de azul a rojo y vuelta a empezar con el verde. El Alcohol era como gasolina para motor donde una vez lleno el tanque el vehículo correría a su límite hasta necesitar más. 
Desde el palco dónde estaba sentada podía observar cada movimiento: el chico tímido tratando de levantarse a alguna chica con ayuda de los consejos de sus amigos más experimentados en el asunto. En la esquina de la pista vislumbre a una pelirroja besándose apasionadamente con un desconocido, ya la había observado haciendo lo mismo con dos tipos diferentes en lo que iba corrido de la noche. Asqueroso, pensé.  
Mis ojos siguieron vagando por la estancia hasta que conectaron con un par de color azul claro como el cielo. Contacto visual por uno, dos... cinco, seis... Sus labios se curvaron en una sonrisa seductora y malévola. La chica a su lado le puso la mano en el pecho acariciándolo lentamente. Desvié la mirada de él por unos segundos e instintivamente volví a mirarle se quitó de encima a la chica y bebiéndose un trago de vodka lo perdí de vista. 
Un tira que jale en las escaleras que daban acceso al palco VIP me distrajo de mis cavilaciones. Gire la cabeza hacia la derecha. Esos ojos. El chico de hace un rato estaba tratando de cruzar la línea a la zona VIP mientras que los guardias se lo impedían. Entonces me llamó 
-¡Ey, Bonita! 
Le ignoré como haría con cualquier otro chico petulante, sin embargo él seguía llamando. Me levanté decidida a ponerle fin a su numerito ridículo y encarándome a él le pregunté. 
-¿Qué quieres?  
Volvió a mostrar una sonrisa, pero esta vez de complacencia, creía que me tenía lo que él no sabía era que estaba lejos de la realidad. 
-Baila conmigo. 
Mis amigas me animaron a que aceptara. No podía hacerlo me hartaba ser una figurita parte de la decoración. Me levanté para salir al balcón a respirar aire fresco y librarme de la situación, pero aún no había llegado cuando unas manos fuertes y cálidas me agarraron haciendo que detuviera el paso. Gire para ver a aquel idiota que se atrevía a tocarme de esa manera ¡Madre mía! Era el chico de ojos azul cielo. Me miraba fijamente, era sexi, su mirada me hipnotizó. 
-Baila conmigo-. Acariciando mi rostro mientras ponía unos cabellos que perturbaban la completa visión de mi rostro   detrás de mi oreja; solo un roce basto para que me convenciera de que quería bailar con él. Lo necesitaba. 
En la pista de baile se hizo espacio para nosotros y al son de la música agarró mis caderas no sin antes pedir permiso, que con gusto le concedí. Nos movíamos al mismo compas, la canción era bastante sensual. Hablaba sobre un chico que le declaraba a una chica cuánto la deseaba, la poca importancia que tenían el resto de mujeres desde que la conoció. ¿La canción estaba hecha para nosotros? Pegué más mi cuerpo al suyo y echando la cabeza hacia atrás hice que se estremeciera. Fortaleció aún más el agarre que tenia en mis caderas y comenzó a susurrar en mi oído la letra de la canción. Me llevó al límite. 
Cuando hubo terminado la canción nos quedamos mirando como si el tiempo se hubiese congelado para nosotros. Di un paso atrás para volver a mi lugar sin embargo volvió a agarrarme. Era bastante ágil. Agarro mi mano derecha y la posicionó sobre su hombre mientras que la izquierda quedó en su cintura. Acorto la distancia pasando una mano por mi espalda. Una canción más.  
Esta vez no me fue posible saber de que iba la letra. Sus ojos me miraban fijamente y ellos destellaba un deseo como nunca antes lo había visto, nadie nunca me había mirado de aquella manera. Su respiración era lenta y calmada. En la posición en que estábamos pude verlo mucho mejor. Era bastante alto, tal vez uno ochenta. Su cabello era negro, tenia los labios gruesos y rosaditos, parecía cuidárselos muy bien. Inhale el perfume de su cuerpo, olía a menta.  
Sin saber en qué momento había entre abierto la boca y sin poder evitarlo mi mirada fue a parar a sus labios. 
-¿Quieres besarme? Tú eres la que concede los permisos aquí. 
Me obligué a mirarlo y después de unos segundos moví la cabeza en negación. 
La canción por fin terminó, la tensión del momento me consumía por dentro. Quería besarlo, pero ¿podría salir invicta de ello? 
Volví al palco en el que estaba, de los amigos con los que había llegado solo quedaban dos y estaban demasiado ocupados para querer irse. En cambio yo anhelaba poder estar en la tranquilidad de mi habitación. Me percaté de que el chico de los ojos  azules me miraba cada tanto a la vez que rechazaba cualquier intento de alguna chica por llamar su atención. 
A las tres de la madrugada decidí marcharme sola. Llamé un taxi y mientras lo esperaba apareció él. 
-¿A dónde vives? Yo te llevo 
-No voy en carro con extraños-. En ese momento el taxi llego y cuando me disponía a acceder a él lo sentí en mi espalda.- Estás a punto de irte con un extraño. Déjame te llevo y si no confías en mí, tu conduces. 
Lo miré contrariada. Me estaba dando el control, normalmente nunca tenía el control. Sonreí, despedí el taxi y nos encaminamos hacia su auto. Al darme las llaves de su auto rozó suavemente mi mano. Suficiente. Ese simple contacto era la gota que rebosaba la copa. Quería más. Para mis adentros sonreí  yo tenia el control, me gustaba la sensación que me generaba saber aquello, sobre todo cuando un hombre al que cualquier mujer podría darle lo que fuera sin oponer resistencia prefería darme el poder de decidir.  
-¿Tienes en el GPS la dirección de tu casa?-. Sus ojos destellaron entonces procedió a dar la orden para que el GPS me guiara.  
Entramos en el parqueadero privado de una gran casa. Tenía clase y eso hacía que me gustase más, me hacía sentir afortunada.  
Ni siquiera observe el interior de la casa. La tensión en el ambiente se instaló nada más entrar, sus ojos me perseguían como si estuviera a mi merced. Me acerqué a él decidida a disfrutar de más que un roce, dejaría que sus labios me embriagaran y su fragancia me sedujera hasta perderme en el cielo de sus ojos. 
Lo besé, al principio fue tímido pero luego se volvió apasionante, llamaradas de fuego se encendieron en mi corazón. Él era gasolina y yo brasas. Mi cuerpo reaccionó a su beso y le concedí el permiso de hacerme mucho más. Aferrando mis piernas a su cintura constate que tenia un buen aspecto debajo de esa ropa. Y en esa posición me llevó hasta su habitación. Con cuidado me acomodó en la cama, era suave, parecían nubes; por unos segundos observó la expresión de mi rostro y el sonido de placer que deje escapar al sentir la suavidad de la cama. Yo le seguía el juego y no apartaba mis ojos de los suyos, se volvieron oscuros de deseo. Pasando sus manos con delicadeza por mis hombros bajó los tirantes del vestido y con lentitud embriagadora me lo quitó por completo, ahora estaba expuesta. Tragó grueso. 
Para ayudarle arquee la espalda e intente zafar yo misma el brasier de encaje que llevaba puesto. 
-Concédeme el placer de hacerlo yo-. Me pidió con la voz ronca de deseo, en ese mismo instante me quitó el brasier y lo dejó caer al suelo donde también estaba el vestido. Seguía observándome escudriñándome y sonriendo. 
-No seré la única que quede expuesta en esta habitación-. Dije levantándome y agarrando fuertemente su camisa. Los botones de la misma salieron despedidos por toda la habitación, pude vislumbrar una sonrisa pícara en sus labios. Procedí a quitarle los pantalones, estábamos en igualdad de condiciones.  
Tomando mi barbilla me beso, fue tan cargado ese beso que caí de espaldas en la cama, bajó luego a mi cuello, mis senos y abdomen, jugueteo con cada parte de mi cuerpo y supo darme placer como nadie lo había hecho. Me miraba como una diosa y me tocaba como si de los más valioso se tratara. Le di vía libre a mi cuerpo y en el proceso también a mi alma, lo sentía todo como si fuera la primera vez. Esa noche soñé con él en un futuro lejano, mientras sus ojos y cada movimiento de su cuerpo contra al mío me llevaba al cielo, a su cielo. Al día siguiente desperté en la cama sola, a mi lado el desayuno y una nota. 
Buenos Días, Bonita. 

Pasaron los días y no lo volví a ver, entonces me enfrasqué en mis asuntos lo más que pude, pero aún tenía la sensación de su cuerpo contra el mío. Y el sonido que le provocaba mis caricias. No podía sacármelo de la mente, lo veía en cada lugar, sonriendo y mirándome como la primera vez. A la final pude concentrarme sin pensar tanto en él, me dirigí a casa. Para mi sorpresa lo vi recostado en su auto. Se acercó a mí con cuidado. 
-Haz dejado tu dirección guardada en el GPS del carro. Me he percatado esta mañana cuando iba para el trabajo por lo que decidí que al salir te visitaría. Espero no estar importunándote. 
-No eres importuno-. Respondí con una gran sonrisa. - Acabo de salir de la Universidad. Entra. 
Una vez dentro me percaté de que mis padres no estuvieran. No era ninguna novedad, muy pocas veces estaban en casa. 
- Mis padres no están, como siempre han salido de viaje. 
Sonrió. Le serví entonces un poco de wisky, el cual aceptó con gusto. Una vez hubo bebido lo suficiente se abalanzó sobre mí y me beso, sus labios se encontraron con los míos, los cuales le recibieron gustosos, a pesar de la sorpresa. Luego fue por mi cuello subió hasta atrapar con su boca el lóbulo de mi oreja. Solté un suspiro de placer. 
-Te extrañé-. Susurró. Allí en ese sofá me hizo el amor. 
Los días pasaban rápido con la compañía de Sebastián, me hacia el amor como si no pudiera resistirse a mi cuerpo. Lo entendía porque yo no podía resistirme a él, y con  una sola de sus miradas quedaba rendida a su merced.  
Acostumbrada a su presencia esperaba que me llamara, o me recogiera a la salida de la Universidad sin embargo no llegó, no llamó, no le vi. Decidí no esperar más y dar el paso de buscarlo así que esta noche me vestí pensando en él. Compré un vestido estraple color rojo, me llegaba hasta el muslo; tal vez era más corto de lo que acostumbraba usar, Sin embargo, ansiaba ver la expresión de su cara cuando me viera. Por último me calcé los tacones más altos que tenía y me marché hacia el Seven Bar. 

Ya eran pasada las once y no había rastro de él. Ya me había bebido 3 vasos de Wisky, estaba sobrepasando el limite de tolerancia al alcohol.  
Como en cámara lenta, entonces lo vi, con una chica rubia a su lado; mientras él la agarraba por la cintura. Entonces la besó, fue un beso cargado de deseo. Mis ojos se abrieron automáticamente de par en par, no podía apartar mi vista de él. Los seguí con la mirada como hipnotizada hasta que se sentaron. Debía salir de inmediato de allí.  
En la puerta de salida tome un taxi. Las lágrimas no dejaban de brotar de mis ojos, sentía la traición de la única persona con la que me sentía segura y amada.  
Dos horas después aún seguía llorando y recordando como en bucle ese momento en el que mi corazón se quebraba en pedazos. 
-Señorita, su madre le manda a decir que hay alguien buscándole.  
El ama de llaves había estado tocando a la puerta, sin embargo no podía responderle. No me encontraba en condiciones. Después de unos minutos dejó de insistir entonces otros toques se oyeron, estos eran más firmes y seguros. El cuerpo se me tensó al instante y entonces escuché su voz, esa maldita voz. 
-Elena, ábreme la puerta-. Como un resorte me levante  de la cama, abrí la puerta y sin mediar palabras, estampe mi mano contra su cara. Había olvidado lo ágil y rápido que era justo después de esa cachetada agarré la puerta para cerrarla fuertemente, sin embargo, él me lo impidió. Cerró la puerta tras de él con calma, no se le veía perturbado por la cachetada que le había dado ni mucho menos. 
-¿Quién te crees como para venir a mi casa después de hacer no sé que cosas con la rubia esa? ¡Quiero que te largues ya de aquí!-. La ira corría por mis venas y apostaba que mi cara representaba muy bien todo lo que sentía. 
-Por eso haces tanto drama... -. Antes de que pudiera terminar lo que estaba a punto de decir me acerqué a él de forma amenazante y sisea justo en su cara. 
-Drama. Te parece drama que me restriegues a esa mujer por la cara y además de eso haya tenido que verte besarla. Pero imagino que no fue lo único que hiciste con ella. 
-Basta. Nosotros jamás quedamos en ser algo. Nunca te prometí una relación. Esto no es una relación. 
Mi corazón ya maltrecho era pisoteado una vez más, pero con más fuerza. Pensé que teníamos algo serio, que aunque no le hubiésemos puesto una etiqueta yo era importante para él. Pero como acababa de corroborar no era así. Caí sentada como plomo en la cama y las lagrimas de nuevo hicieron presencia. Intentó abrazarme pero lo esquive. 
-Vete ¡Lárgate! 
Como si no me hubiese entendido me abrazó de nuevo, esta vez con más fuerzas. Me sacudí para zafarme de su abrazo, le odiaba. Lo odiaba infinitamente, Sin embargo su tacto era todo lo que mi piel había extrañado, me hacia desearlo con solo tocarme. Entonces me relajé, mientras acariciaba mi cabeza con ternura. El perfume de su piel me hizo desearlo, al contrario de eso mi mente me instaba a dejarlo y obligarlo a que se marchara, porque yo me había enamorado de él y lo quería completo. Como si leyera mis pensamientos, levanto con un dedo mi barbilla, me miro con esa mirada hipnotizante y entonces me besó. Me resistí al principio pero mi cuerpo parecía tener vida propia y se dejó llevar. Esa noche me hizo el amor como nunca, cada vez lo deseaba más. 
En el día me despertaba con la resolución de dejarlo, de no seguir más en su juego, pero entonces su piel tenia contacto con la mía o sus ojos me miraban y me tenía de nuevo, presa de lo que le hacia sentir a todo mi ser cuando me tocaba. Su ausencia era mi infierno personal mientras que con cada roce me subía al cielo, sobretodo cuando me hacia el amor; me hacia sentir amada, deseada y más que cualquier cosa me hacia sentir que algún día llegaría a amarme y que para él sería más que placer.  
 



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En el texto hay: jovenes, poesia, amor

Editado: 07.01.2020

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