barrio31

Capitulo 8 (1) seis meses

—María, ¿qué haces aquí? —preguntó Pablo con una sonrisa casual.

—Vivo en este edificio —respondió María, alisándose un mechón rebelde—. ¿Y tú?

—¡Qué coincidencia! —Pablo parpadeó, sorprendido—. Vine a ver un apartamento para alquilar.

—¿Oh? —María entrecerró sus ojos brillantes—. ¿La comisaría no tiene alojamiento para sus oficiales?

—Sí, pero prefiero vivir solo —respondió Pablo, evitando mencionar el ostracismo de sus compañeros—. Demasiado ruido en las habitaciones compartidas.

—Entendido —asintió María con naturalidad, extendiendo la mano—. Ya que el destino nos cruza, formalicemos. Soy María López, y aún no sé tu nombre.

—Pablo —respondió, estrechando su mano con firmeza.

—Gracias, Pablo el guapo —María rió, revelando su verdadero motivo—. Por salvarme aquella noche.

—Fue mi deber —respondió él con modestia fingida—. Nada que agradecer.

María adoptó una pose teatral de saludo militar:
—¡Un saludo al valiente oficial Pablo!

Él se rió, aprovechando para prolongar la conversación:
—¿Me ayudas a revisar el apartamento? Necesito una opinión… estética.

—Espero a mi compañera de trabajo —María señaló una bolsa de compras en la acera—. Vivimos en el tercer piso, así que quizás nos crucemos. Cuando cobre, te invito a cenar.

—El mío sería en el segundo piso —dijo Pablo, señalando hacia arriba—. Veremos si convence.

—Trabajo en una cadena de televisión —añadió María mientras su compañera se acercaba—. Seguro colaboraremos con la policía. ¡Hasta pronto!

Antes de que Pablo pudiera pedir su número, la compañera de María llegó. Con un último intercambio de sonrisas, él subió al segundo piso.

Pasillo del segundo piso.

Pato esperaba frente a un departamento, preguntando con curiosidad:
—Juré escucharte hablar abajo. ¿Vino David?

—No. Solo coincidí con la chica del secuestro —respondió Pablo secamente.

—¿¡¿LA DIOSA?! ¿¡Sigue aquí!? —Pato abrió los ojos como platos de asombro.

—Ya se fue. Deja de mirar como avestruz en celo —respondió Pablo, abriendo la puerta del departamento.

—¿Qué hacía aquí? ¿Con quién? ¿Qué te dijo? —insistió Pato, hiperventilando.

—Trabaja en la televisora cercana. Vive en el tercer piso —gruñó Pablo—. ¿Por qué el interrogatorio?

Pato lo miró con súplica de cachorro abandonado:
—Oye… ¿Necesitas roomie? ¡Sé cocinar asado perfecto!

—Das asco —Pablo cerró los ojos, exasperado.

—¡Es que me voló el alma, hermano! —Pato frotó sus manos con entusiasmo—. Si compartimos el depto, podríamos…

—Primero veamos el lugar. Tengo que volver a la comisaría —lo interrumpió Pablo.

Dentro del departamento:
La casera, una mujer de mediana edad con rulos rosados, les mostró un estudio de 30 m². Las paredes recién pintadas olían a cal, y un sofá plegable ocupaba la sala.

—300 dólares mensuales, pago semestral por adelantado —anunció la mujer, cruzando los brazos.

Contexto monetario:
En Barrio 31, el dólar estadounidense es la moneda dominante ( En Barrio 31, la moneda de uso común actualmente es el dólar estadounidense, adoptado también en toda América. A nivel global, la moneda oficial es la "Alianza", emitida por el Gobierno Unificado —una entidad política con sede en un poderoso país asiático oriental—. Cada continente conserva sus propias monedas locales (como el euro en Europa o el yen en Asia), pero estas han perdido relevancia internacional tras la catástrofe.

El poder adquisitivo del dólar sigue siendo excepcionalmente alto. Según cálculos aproximados:
- 1 dólar actual = 1,000 pesos pre-catástrofe (basado en el valor del peso argentino antes del colapso económico).
- 300 dólares = 300,000 pesos pre-catástrofe ). 300 USD aquí equivaldrían a 300 mil pesos pre-catástrofe. Aunque caro, la ubicación estratégica —cerca de la comisaría, oficinas gubernamentales y la televisora donde trabajar María— justificaba el precio.

Con un salario mensual de 500 dólares, alquilar este departamento dejaría a Pablo con apenas lo básico para sobrevivir. Era el retrato de la vida en Barrio 31: costos disparados, recursos agotados, y una competencia feroz por trabajos escasos y mal pagados. Por eso David ansiaba ascender a oficial de segunda clase —un salario mayor justificaba cualquier sumisión.

Pato, viendo su indecisión, susurró con cinismo:
—En la comisaría, solo cobardes como David viven solo del sueldo. Tú tampoco eres santo, hermano. Acabarás buscando ingresos grises como todos.

—¿Tú los tienes? —preguntó Pablo, arqueando una ceja.

—¡Claro! —Pato infló el pecho—. Cobro protección a trabajadoras sexuales. Les evito problemas con maleantes.

Pablo guardó silencio, conflicto moral reflejado en su mirada.

—Alquílalo ya —insistió Pato—. Hasta podría quedarme aquí a veces…

Tras un cálculo rápido —departamentos baratos quedan lejos, perdería horas en transporte—, Pablo firmó el contrato:
—Seis meses.

Nota contextual:
En Barrio 31, el dólar estadounidense domina tras el colapso económico. 500 USD/mes es un salario "privilegiado" para un oficial novato, pero insuficiente ante alquileres que devoran el 60% de ingresos. La corrupción policial (como el esquema de Pato) no es excepción, sino norma de supervivencia.

(gracias a yenny de chile.)




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