Cuando te sientas pendejo, recuerda que hay gente más pendeja que tú.
CAPÍTULO 1
HANNA GRENNE
Soy torpe y se me olvidan las cosas.
Mi cuerpo está en un lado y mi mente en otra.
Soy olvidadiza, retrasada y a veces me fastidia las personas. Odio a los chicos bastardos como aguja en la nalga, alguien debería darles una lección de cómo ser un ser humano con sentimientos.
Volviendo a la vida real, mi cabeza es un lío y no tengo idea de donde estoy.
Maldita Chloé y sus ganas de hacer mi vida más difícil. Bastante tengo con sobrevivir los 365 días del año.
Miro a mi alrededor con la intención de saber en dónde estoy o al menos si no estoy muerta. Bajo la mirada hasta mis piernas y pego un sollozo en cuanto veo solo mi ropa interior.
Señor, ¿qué hice? ¡Perdóname por cometer este delito!
Con más cordura me levanto de la cama que no es mía y jamás había visto una cama tan grande.
Una puerta se abre en cámara lenta revelando un pecho desnudo y cincelado, se estaba secando su cabello con una toalla y solo tiene cubierto su parte íntima.
—¡Maldito violador! —exclamo sin pensarlo, agarro la primera cosa que veo (una almohada) y la lanzó directamente a su cabeza.
—¿Qué...? ¡¿estás loca?!—su voz ronca hace que me dé una cachetada mentalmente para concentrarme y no bajar la mirada.
Concentración, conciencia. Es momento de discutir, a no ser que te guste ser violada.
—¿Quién eres tú?, ¿qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué estás en toalla y yo medio desnuda? —recorre su mirada por todo mi cuerpo y se queda mirando, de inmediato agarro una camiseta de Dios sabrá quien, a lo mejor, es del chico—. ¿Me has violado? ¿Por qué estoy en tu cama? ¿Cómo es que...?
Antes de que pueda seguir hablando sin parar, se sienta y respira hondo.
—¿No recuerdas lo que pasó anoche? —pregunta sin mayor interés y algo distante.
Mi cabeza es un desastre y solo puedo tratar de recordar lo que pasó.
A ver trabaja cerebro, tú puedes.
Se te olvida hasta las malditas tablas de multiplicar y ahora vas a recordar algo que pasó anoche.
¡Cállate!
Mis recuerdos se van incorporando como apuñaladas en el pecho.
A ver, lo último que recuerdo es venir a la fiesta con la loca de Chloé, acercarme a un chico, bailar encima de él como estúpida porque no sé bailar, además ¿besarlo?
—¡Oh, por Dios! —abro los ojos de par en par horrorizada al recordar — ¡Te besé!
—¿Me besaste? —pregunta con la misma cara de pasmo.
—¿Qué? ¿Tampoco recuerdas? —inquirí absorta.
Esta debe ser la vida maldita de la que tanto había escuchado.
Su silencio es mi respuesta, ni siquiera sé inmuta a moverse, ni mostrar sentimientos en su cara para demostrar que es un ser humano.
Es, ¿nada?
¡NADA!
Quiere decir que actúe como una maldita loca en frente de él y solo se limita a decir ¿nada?
—¿Tú...? —las palabras se desvanecieron en mi mente, pase una mano por mi cuerpo mirándolo con sospecha —. ¿M-me tocaste anoche?
Más silencio.
—¡Vale! ¡Lo entiendo! ¡Pero por lo menos di algo, además de quien sabe que me hiciste estas como un poste estúpido sin hablar! Quiero saber, no, en realidad necesito y te exijo que recuerdes y me digas que pasó exactamente anoche para que pueda dormir tranquila, porque de no ser así me desvelaré toda la estúpida noche pensando en que pudo haber sucedido.
Quizá me altere un poquito.
—¡Tampoco lo recuerdo! ¿Vale? No tengo una maldita idea de que pasó —contesto por fin, aunque maleducado el tipo, ¿eh?
—Espera un momento, quiero que me respondas algo.
Se quedó en silencio esperando, maldita sea no otra vez, no podía estar pasando lo que tanto quería evitar.
—¿Qué talla de zapato eres? —pregunté intuitiva y con sospecha.
—¿Eso que tiene que ver con...? —empezó.
—¡Responde!
—41.
Alguien debe estar odiándome.
—¿Qué color utilizas en tu ropa?
—¿Ah? —dijo como idiota —. La mayoría de las veces negro y blanco, ¿por qué? ¿Qué demonios tiene que ver eso? No sé qué demonios crees que estás haciendo, pero cuando desperté estaba en el suelo y tenía toda la ropa.
Estúpidos chicos malos.
—¿Prefieres las margaritas o las rosas? —inquirí con sospecha, cerré los ojos por un momento esperando la respuesta definitiva.
—Eh, nunca lo he pensado, creo que ninguna —se encogió de hombros y me miro atento. Me pongo una mano a mi cabeza frustrada conmigo misma.
100% chico idiota.
—No lo puedo creer —negué con la cabeza, busqué mi ropa y casualidad que no estaba por ningún lado—. ¿Dónde está mi ropa?
—Y yo qué sé, ¿Por qué no cuidas lo que es tuyo? —masculla antipático.
¿Ya ves? Un total idiota.
¡Eso te pasa por pensar con el cuerpo!
—Ya, en serio, ¿dónde está? —pregunté nuevamente con la intención de que recapacitara.
—En donde sea que vivas.
Respiré hondo para contener mi furia interior.
—Olvídalo, eres como la lacra, entre más busques en su interior, más sucio va a estar —busque en todos los lados el maldito vestido que me llevo a cometer el acto o lo que sea que hubiera pasado, hasta que lo visualice en el baño entreabierto, solo que estaba en el suelo. Lo levanté y pegué mi nariz.
Juro que me morí.
Mi olfato fue destruido en un segundo.
—¡Puaj! Huele a muerto, mezclado con animal podrido.
¿Me tocaba colocarme esto?
Alguien debía estar echándome ojo.
Con la intención de beneficios por beneficios, fui directo al chico, solo que ya estaba vestido con un jean negro, una camiseta blanca, chaqueta negra, y se estaba colocando tenis blancos. Debía reconocer que el chico tenía lo suyo, pero lo maleducado le quitaba toda la belleza.
—Hey —dije con sospecha.
—¿Qué?, ¿ahora qué quieres? —el olor por fin llega a sus fosas nasales y de inmediato hace una mueca—. ¡Aleja eso! ¡Huele a la mierda!