Bastián
Definitivamente, no sé cómo sigo vivo.
Tengo cuatro miradas puestas en mí y ninguna de ellas es precisamente agradable.
Theo con sus ojos marrones con manchas verdes, me mira como si quisiera matarme y revivirme, y así unas veces más, hasta que este satisfecho.
Enzo, tan llamativo como siempre con su pelo blanco, me observa con sus ojos igual marrones, un tanto interesado por lo que pasará a continuación, pero a la vez aburrido por la vida.
Connor no se queda atrás. En estos momentos debe estar quemándome con sus ojos ámbar en su mente.
Y bueno, Scott. Él me mira con indiferencia, sé que en este momento solo quiere tirarse al sofá y comer toda la chatarra que haya en la casa. Sus ojos azules son muy informativos si prestas atención.
Es mi turno de poder citar la famosa frase “Si las miradas mataran, ya estaría tres metros bajo suelo”.
Y la verdad, no entiendo que hice para ganármelas. No he hecho nada malo.
Aparte de llevar todo el día burlándome de las fotos y videos que les hice en la fiesta. El video que hice del trencito, las fotos de sus caras con los dibujos de mi hermana y la forma en la que se despertaron y bajaron a desayunar, no sé qué pude haber hecho para merecerme esas caras largas.
Luego se quejan de que no logran sacarte una sola sonrisa.
Concuerdo contigo.
—Se que estoy muy guapo y todo el asunto, pero una foto mía les dura más. Tengo cosas que hacer, me avisan y les hago una para que puedan contemplarme todo el día y en cualquier lugar. —Sonrío y ellos ruedan los ojos, exasperados por mi comentario.
—Imbécil—Sisea Enzo, logrando que me ponga serio en menos de un segundo, quitando todo rastro de diversión de mi rostro.
—Cuidado con lo que dices Enzo, que no me gusta cuando llegas a este punto de ser grosero. Y ustedes ¿Creían que no me iba a reír de ustedes? ¿Después de todas las payasadas que hicieron? Agradezcan que soy el único aquí que lo recuerda.
Suavizan sus miradas, menos Theo que, sin importarle mi expresión, sigue queriendo enterrarme vivo.
—¿Te fue muy difícil hablar sobre los dibujos que teníamos en la cara? A mi mamá por poco le da un infarto cuando me ve llegando así a casa. Pensó que era un ladrón ¡Un ladrón Bastián! me estaba pegando con la escoba por tu culpa— Se cruza de brazos, más enfadado de lo que estuvo hace solo dos minutos.
Todos guardamos silencio por su arrebato de ira, y sin ser posible contenerlo más, todos estallan en carcajadas por la imagen que eso nos proyectó. Yo me río más por su cara roja que por otra cosa, un poco más y no se podrá distinguir entre su cabello y su rostro.
—Si, búrlense. Luego, cuando les empiece a pegar por sorpresa, no se atrevan a preguntarme la razón. —Se da la vuelta y entra dignamente, cerrando con un portazo la puerta, sin dejar perder su toque del mayor dramático.
—¿Cuándo creen que se dé cuenta que acaba de salir de su propia casa? —Cuestiona Scott, tirándose al sofá y alcanzando el control remoto, encendiendo la tele cambiando los canales, hasta que consiga algo entretenido que ver.
—Por su cara, el nivel de su drama es un siete de diez, así que creo que nos dará tiempo para vaciarle la nevera antes de que regrese. —Hago cálculos, recordando la última vez que hizo una escena así y duro uno largos quince minutos.
Connor esboza una sonrisa satisfecha y se encoge de hombros, liderando la ida a la cocina. —Eso es suficiente para mí.
—Así que te vas en tres días Bass. ¿Tienen todo preparado? —Se sube a la encimera Scott, viendo a Connor vaciar la gaveta en el que están todas las frituras de la casa.
—Ese es el plan— Alcanzo la bolsa de papas que Connor me lanza y empiezo a servir el contenido en el plato que saqué yo—Mi hermana está renuente a irse. Mamá duró cuatro horas poder hacerle la maleta, no dejaba de sacar la ropa que mamá metía, tuve que encerrarla conmigo en mi cuarto para que pudiera terminar de hacerla.
—Entiendo a tu hermana. Yo también hubiera hecho berrinche a su edad por algo así— comenta Scott, ganándose una sonrisa divertida de Enzo.
—¿A su edad? Te puedo asegurar, de que, si tus papás te dicen ahora mismo que te vas, armarías una digna escena de niña caprichosa.
—Digni iscini di niñi ciprichisi. Cierra la boca y ponte a hacer algo productivo gafo, que nadie preguntó tu opinión— Expresa molesto.
—Mis más sinceras disculpas princesa— Hace una exagerada reverencia, simulando agarrar los extremos de la falda de un vestido —No era mi intención hacerla enfadar. ¿Podría por favor aceptarlas y borrar esa fea arruga de su frente? No queremos que su fealdad opaque la poca belleza que sigue existiendo en todo su ser. —Lo último hace imposible detener las carcajadas, justo en el momento en el que se abre la puerta de entrada, revelando un exhausto Theo, que parece que recién salido de un maratón por su rápida respiración.
Llega a paso apresurado a la cocina y le arrebata de las manos las bolsas de frituras a Connor.
—¡No te pases de cerdo Connor! Ya haz abierto varias bolsas, si llegas a abrir una más, yo mismo te mandaré al supermercado a reponerlas.
Ríe el aludido y dice en tono burlón —¿Qué pasa Theo? ¿Te tienen sometido?
Este le da un manotazo en la nuca y vuelve a guardar las bolsas en la gaveta, para luego cerrarlas con un poco más de fuerza de la necesaria. —No idiota. Si te comieras tan solo una bolsa estaría todo bien, pero adivina que.
—¿Qué? —Inquiere con genuina curiosidad.
Es demasiado idiota para su propio bien.
Los ojos de Theo flamean por la ira que le causó la pregunta. Intenta calmarse, las fosas de su nariz haciéndose pequeña y grande por cada preocupante respiración que toma, hasta que no puede más y explota —¡Dejas la despensa vacía burro! ¡Y tú, no haces nada para reponerlas! Entonces, tengo que ir yo mismo a comprarlas para que vuelvas tu otra vez a comerlas. Así que, o comes solo una bolsa, o me llegas a la casa con repuesto cada vez que te las acabas.