Entro a la propiedad a paso relajado, mis manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta mostaza de cuero, silbando una canción que escuché por la calle.
Recorro los pasos que me quedan hasta detenerme frente a las tres personas que se encuentran reposando cómodamente en los sofás de la sala de estar. Cada uno levanta la vista de lo que estaban haciendo cuando notan mi presencia junto a la pared que divide la sala con el comedor.
—Hijo, que bueno verte. Hace mucho que no aparecías por aquí. —Deja el periódico que estaba leyendo a un lado, perfectamente doblado. Se levanta y se acerca a mi persona para darme un abrazo de bienvenida.
—Sabes que el trabajo me tiene volando de un lado a otro, no he tenido el tiempo suficiente para poder desocuparme y volver. —Informo dirigiéndome a mi madre para darle un beso en la cabeza, y luego me desplazo hacia mi hermana que me dirige una mirada de fingida molesta por revolverle el pelo. Se pone de pie y me abraza, le devuelvo el abrazo y la atraigo hacia mi regazo cuando tomo asiento en el sofá.
—Entiendo hijo, no te preocupes por eso. Me imagino que ya has logrado controlar la situación. —Toma dos vasos de la alacena y empieza a serviles a cada uno whisky.
—Así es, no estaría aquí de no ser así. —Recibo el trago que me entrega, mientras acaricio el cabello largo de mi hermana, que se encuentra escondiendo su rostro en mi cuello.
La extrañé mucho.
—Deberías ir a descansar querido, seguramente el vuelo te agotó mucho—Me recomienda mamá, parándose de donde estaba y alisando las arrugas inexistentes de su pulcro vestido. —Se acerca a mi y me acaricia el rostro, mirándome con infinito amor. —Tu hermana y yo estaremos preparando la cena, tu habitación está limpia, las cosas en donde las dejaste la ultima vez. —Deja un beso en mi frente y se incorpora. —Descansa.
Se aleja y mi hermana se remueve para poder salir de mi agarre. Abro los brazos y se levanta, siguiendo los pasos de mamá, desapareciendo ambas de la estancia.
Sé que mi padre se encuentra observándome, esperando por alguna pequeña información que quiera darle en privado.
—Hablaré con todos ustedes en la cena.
Y me levanto, dándole a entender que no quiero hablar sobre nada en este momento.
Subo las escaleras y entro a mi habitación, comprobando que lo que mamá decía era verdad, estaba exactamente igual a como la había dejado cuando me fui hace nueve meses.
Es completamente oscura por el tono azul que tiene las paredes y negro por la mayoría de los muebles, pero a la vez es muy luminosa, gracias a la luz que entra por la ventana o a la cantidad de lámparas que tiene.
Los rayos de sol alumbrando hasta el último rincón del cuarto, dejando ver la cantidad de velas que hay esparcidas en este.
Las cortinas gruesas que cuelgan del techo, logran tapar hasta la ultima gota de luz que entraba por el gran ventanal, que abarcaba desde el techo hasta el piso.
Me acuesto en mi cama y dejo que el cansancio que he estado controlando me venza.
{***}
—Despierta— Escucho una voz lejana murmurando. Lucho contra el cansancio para poder despertar.
—Alas, despierta. — Sonrío, aún con los restos del sueño recorriendo mi sistema, por el ya conocido apodo. Mi hermana desde pequeña me ha llamado así, porque siempre jugaba con ella a tener las alas más grandes que se pusiera imaginar, esas que serían capaces de llevarme a cualquier lugar en el menor tiempo posible.
Abro los ojos poco a poco, pestañando varias veces para aclarar la vista. Mi hermana se encuentra frente a mí, con la cabeza un poco inclinada, detallando todos los gestos que hago.
Cuando ve que estoy completamente despierto, esboza una sonrisa, esas de mis favoritas que siempre me regala cuando me ve.
—¿Qué pasa, pequeña bestia? —Le regalo una sonrisa adormilada, yo la llamaba así desde que le salieron dientes, ya que, por lo visto, su pasatiempo favorito para aquel entonces era morder o rugir cuando me veía o hacíamos algo que no le gustaba,
Una niña muy especial y delicada.
Me acomodo sentándome en la cabecera de la cama, dejándole espacio para que haga lo mismo, pero ella niega con la cabeza, levantándose de la cama y cruzando sus brazos cuando ya estuvo enderezada.
—¿Quieres hacer algo divertido?
Y no tiene que decirme más nada para hacerme entender lo que está sugiriendo.
Quito las sabanas de encima de mi cuerpo y me dirijo a mi closet, para sacar un bolso en donde pueda meter todo lo que necesitamos.
—Listo. ¿Tus cosas?
Se señala a sí misma para que vea lo que está vistiendo.
—Este pantalón tiene muchos cierres, estoy bien así.
—¿No llevarás ropa extra? —Pregunto saliendo del cuarto y bajando las escaleras para poder llegar a la puerta que da directo al patio.
—Mis cosas están abajo.
—Entonces, andando.
{***}
Hojas crujen a nuestro alrededor.
El viento hace que las hojas de los arboles produzcan un silbido pacífico.
El olor a naturaleza entrando a nuestros sistemas.
Caminamos varios metros por el bosque, sin dejar ninguna huella o alguna marca para saber por donde vamos. Hemos recorrido este lugar durante toda nuestra vida.
—¿Vamos por todos o uno cada uno?
—He estado mucho tiempo fuera, ¿ya eres capaz con más de dos?
Me mira altiva, orgullosa sobre algo que yo desconozco.
—Te sorprenderías si te dijera que puedo con más de diez, todos en distintas posiciones y en movimiento.
—Me creería si me dijeras que puedes con más de cien. —Me acerco a ella y le paso un brazo por los hombros, aproximándola a mi cuerpo, sin dejar de caminar. —Estoy orgulloso de ti.