Capítulo 4 : Trapped in His World
Trevor me tomó del brazo y, sin mediar más palabras, nos dirigimos hacia las escaleras. Dos chicos nos miraron con desconfianza, como si estuvieran vigilando que nadie subiera. Sin embargo, al ver a Trevor, nos dejaron pasar sin objeciones. A medida que ascendíamos, el estruendoso sonido de la música se desvanecía poco a poco, dando paso a un ambiente más silencioso, casi opresivo.
Nos detuvimos en la primera planta, justo como Hunter había indicado. Trevor sacó una llave de su bolsillo y abrió una puerta. Me hizo un gesto para que entrara, pero me quedé inmóvil, escudriñando la habitación con recelo. Si su plan era dejarme sola y regresar con sus amigos, definitivamente se había vuelto loco.
—Muy bonita la habitación, pero no voy a entrar —solté con sarcasmo, sin siquiera haber mirado el interior. Solo quería molestarlo.
Trevor apretó los dientes, claramente irritado, pero su voz se mantuvo baja, conteniéndose con visible esfuerzo.
—No te estoy preguntando, solo entra de una vez —dijo con un tono tenso, casi amenazante. Luego suspiró y agregó—: Me quedaré contigo.
Lo miré incrédula. ¿De verdad esperaba que aceptara quedarme aquí sin más? Toda esta situación se estaba volviendo demasiado extraña.
—Entra tú primero, ver para creer —repliqué, repitiendo las mismas palabras que le había dicho antes a Aaron.
La puerta seguía entreabierta, y la tensión en el pasillo no hacía más que aumentar. Trevor me sostuvo la mirada por un instante, como si evaluara si valía la pena discutir. Finalmente, suspiró con resignación y, con un movimiento rápido, entró en la habitación.
No lo pensé dos veces. Giré sobre mis talones y corrí lo más rápido que pude. Tenía que encontrar a alguien que me llevara a casa; no pensaba quedarme encerrada allí con él.
El problema era que no conocía la casa. Avancé sin rumbo, debatiéndome entre abrir otra puerta o seguir corriendo a ciegas. La idea de perderme y terminar en una situación aún más vergonzosa me hizo decidirme por lo segundo. Solo necesitaba salir.
Bajé las escaleras a toda prisa, sintiendo cómo la adrenalina se disparaba con cada paso. El patio estaba a solo unos metros cuando, de repente, un par de brazos me sujetaron con firmeza.
En cuestión de segundos, Trevor me levantó con facilidad, como si fuera un saco de patatas. Me pilló completamente desprevenida. Apenas tuve tiempo de soltar un grito ahogado antes de que todo se volviera un borrón. Para cuando reaccioné, ya estaba de vuelta en la habitación, tirada sobre la cama.
Levanté la vista justo a tiempo para ver cómo Trevor cerraba la puerta con llave y la guardaba en su bolsillo.
Me senté de golpe en la cama, cruzando las piernas, mientras lo observaba de reojo. Seguía parado junto a la puerta, inmóvil.
—No estaba bromeando cuando te dije que mi paciencia tiene un límite —dijo, su voz cargada de enojo.
Su tono no hizo nada por calmarme. Si quería intimidarme, iba por buen camino.
Definitivamente, no debí dejar que Jared me trajera aquí. Lo mejor habría sido quedarme con Harlow, pedir comida y ver una película en casa. Pero, claro, las buenas ideas siempre llegan demasiado tarde.
—Si me hubiesen dejado en casa, esto —hice un gesto entre los dos— no estaría pasando. En vez de divertirme, he estado de un lado a otro. Qué concepto tan raro tienen ustedes de la diversión.
La habitación seguía sumida en la penumbra, iluminada apenas por la luz que se filtraba por la ventana. Trevor permanecía junto a la puerta, en completo silencio. Sabía que en este momento yo era la última persona con la que quería lidiar, y no lo culpaba.
—Por lo menos, dame una buena razón para haberme traído aquí —exigí, desafiándolo con la mirada.
Trevor no respondió de inmediato. El silencio entre nosotros se volvió denso, casi sofocante. Por un momento, me pregunté si realmente iba a decir algo o si solo me dejaría allí, atrapada en una habitación que no quería pisar.
De repente, empezó a caminar de un lado a otro. Lo observé en silencio, sin saber qué hacer. Si estaba tan molesto que necesitaba calmarse, le daría su espacio. No tenía intención de provocarlo más de la cuenta.
Decidí encender la lámpara de la mesita de noche, bañando la habitación con una luz tenue. El reloj en la pared marcaba la una de la madrugada.
Diez minutos. Trevor llevaba diez minutos caminando en círculos sin detenerse.
Verlo caminar en círculos me estaba empezando a marear. Me sentía atrapada, observando su tormenta interna desatarse sin control. Por un momento, estuve tentada a lanzarle una almohada solo para que se quedara quieto, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas. No quería arriesgarme a que su enojo se volcara contra mí. Así que simplemente me quedé ahí, en silencio, soportando el peso de la tensión, esperando a ver qué hacía a continuación.
Con el paso de los minutos, su furia pareció ir apagándose poco a poco, hasta que finalmente se dejó caer en el borde de la cama, dándome la espalda. La distancia entre nosotros era mínima, pero el silencio seguía reinando en la habitación.
No me molestaba. Podía quedarme en silencio toda la noche si eso significaba un poco de tranquilidad.
—Dakota, ¿tienes hambre? —su voz irrumpió de repente en la quietud.
—Solo tengo un poco de sed —respondí con cautela.
No me importaba que me llamara por cualquiera de mis nombres; ambos eran míos. Lo que sí me preocupaba era si aquella pregunta tenía algún propósito oculto.
—Te conseguiré algo —dijo, y esta vez su voz sonó diferente, como si algo en él hubiera cambiado.
Se levantó y caminó hasta un pequeño armario junto a la puerta. Por la naturalidad con la que se movía, quedaba claro que conocía bien el lugar. Cuando lo abrió, me di cuenta de que era una pequeña nevera. Dentro había varias bebidas y algunos paquetes que, supuse, contenían comida.
#807 en Joven Adulto
#6904 en Novela romántica
#1776 en Chick lit
carrerasilegales, trianguloamoroso, romance amistad novela juvenil
Editado: 07.03.2025