«El único destino del cual estamos realmente seguros, es el de la muerte»
Su vista permaneció en la ventana que daba con el jardín que cultivó con tanto esmero desde que llegó a la mansión. Consiguiendo que seguirá marchito en cada rincón.
Qué ironía, pensó. No por cuidar un jardín para que nunca floreciera, sino por su vida.
Bajo del carruaje en la entrada como una ofrenda.
Paseo por la mansión que la acogió muy bien como segunda esposa.
Y ahora acunaba a su bebé cómo una esposa verdaderamente amada.
Esos sucesos fluían como un río inalterable en su cabeza. Riéndose de ellos sin fuerzas.
Que ironía.
Deseo olvidar los malos momentos.
Ahora los apreciaba con bastante nostalgia, esos días de antaño.
Pues los suyos ya estaban contados.
Con sus labios pálidos y resecos, le sonrió con ternura a la criatura envuelta cuál capullo en la más suave tela entre sus brazos.
Su tranquilo y pequeño rostro con las mejillas rosadas se veía adorable aún con el gorro que cubría su distintivo cabello púrpura haciéndole parecer, un indefenso capullo.
—Duermes y comes bastante, ¿Lo sabías? Diría que eres como un cerdito pero compartes más parecido con una redonda uva—. Toco su mejilla tan superficialmente por el miedo a despertarla—. Tú padre debería aprender de tí... Tú padre. Ese loco bastardo. Pero no le digas que le dije así.
Que ironía.
A quien odio con todo su corazón, hoy era quien ocupaba la mitad de el. La otra mitad le pertenecía a quien trajo al mundo, desde que oyó la débil risa del recién nacido.
Al sentir que su cuerpecito se movía, enseguida empezó a entonar una canción de cuna para volverla a dormir. La canción que su madre le dedicó a ella una vez. La habitación de la que no salía desde el parto se llenó de una melodía arrulladora que solo ellas podían disfrutar.
A mitad del cántico, su dedo se situó sobre su tersa frente, iluminando ese lugar brevemente con un resplandor dorado. Cálido y renovador.
Por fin. Ya no tenía arrepentimientos. Ni más que expresar en su lecho de muerte. Hace bastante que aceptó su destino.
Hasta que el volumen de su voz descendió gradualmente, sin poder respirar. Qué cerca estaba de irse. Lo sabía mejor que nadie. La humedad en el borde de sus ojos no fue de tristeza o de miedo. Al contrario; de una amarga alegría.
Tenía con ella al ser humano más precioso del mundo; uno al que no podría ver crecer pero al menos, si tener la satisfacción de amarlo incondicionalmente incluso después de su partida, y que sus sentimientos queden grabados para que nunca los olvide a pesar de que no la recuerde en los años venideros.
La mano que débilmente la abrazaba, quedó colgando. Suspendida en el aire, haciendo al anillo plateado resbalarse de su dedo.
El chirrido de la mecedora de golpe se detuvo y al no oír más a su madre, el llanto del bebé reemplazó el frío silencio que se formó.
Instintivamente asustada, su carita antes blanca se torno roja por el esfuerzo de sus pulmones.
Enseguida, la manija de la puerta fue jalada por la preocupante continuación del agudo sollozo. La joven que asomó su cabeza con temor de ser reprendida por su intromisión, soltó a la par que el biberón que se quebró al tocar el piso, y grito de horror al notar los ojos nublados y vacíos de la mujer.
—¡Mi señora! ¡Mi señora!
Al arrodillarse busco cualquier indicio de esto fuera falso. ¡Una cruel pesadilla! Desgraciadamente, lo único que aún tenía movimiento era, su rojizo cabello que se mecía por la brisa de la nublada tarde.
—¡Alguien...! ¡¡Ayuda!!
Sus lloriqueos, más fuertes que los del bebé que rápido sostuvo, enseguida llamaron la atención del personal. Personas de uniforme que entraron con preocupación, salieron pálidas de miedo al contemplar lo que la doncella.
Pensaron y actuaron de manera rápida al traer ayuda y llamar a su señor pero ya...
Era muy, muy tarde.
Ahí, su corazón dejó de funcionar, a la par, que el de su esposo al contemplar su tibio cadáver. La mujer que más amo, inerte. Con una diminuta sonrisa de paz.
Pese a sentir que su cuerpo era exprimido de dolor, su semblante se mantuvo lo más dignamente posible frente a la servidumbre que lloraban desconsolados a los pies de su fallecida ama.
La frágil criatura aún inestable, detuvo poco a poco su tristeza al sentir nuevamente la calidez de un ser vivo cerca. Inesperado el que tomará el dedo de su padre con su diminuta mano cuando esté revisó su estado. Cómo si quisiera decir...
"Aquí estoy"
Por un momento, se quebrantó. Al menos sus desconsolados ojos lo hicieron. No pudo expresar los sentimientos contradictorios de perder a su amada y de tener el precioso regalo que le dejó.
Era su hija aún demasiado joven como para comprender el luto.
Pero el destino que les esperaba, no les daría tiempo ni de llorar como ahora.
Ya que ni los mismos dioses que tejían la historia, tenían tiempo de verlos lamentarse. Un humano más, uno menos, ¿Qué diferencia hacía?
Eso es lo que esperaban ver.
¿Valdría la pena ver lo que haría ese bebé tan delicado y quebradizo más adelante?
soy nueva en esta plataforma y novata en la escritura por ello, agradezco de antemano el futuro apoyó que este proyecto en el que he estado trabajando pueda recibir, esperando que sea de su agrado.
La vida siempre nos pone diversos contratiempos sin aviso por lo que no puedo prometer ser actualizar tan seguido pero si, que cada capítulo será con la calidad que los que ya me siguen o las nuevas personitas que verán está obra, esperan de la misma.
Solo me queda decir, continuará...