Beloved

Capítulo 4

Neo Rossi: Evan, buenos días.

Como recién son las siete aprovecho de maquillarme de la misma manera que me enseño Victoria, pero, en lo que termino me llega un mensaje (el cual no pesco hasta que termino mi labor). Aprovecho de ponerme el uniforme de pasada, puta que adoro mi falda de monja.

Evan Arriagada: Hasta que despiertas, tienes el sueño más largo que una momia.

Neo Rossi: ja ja muy chistoso, con tu permiso yo me voy a desayunar.

Meto el celular en el bolsillo de mi blusa y bajo a prepararme el desayuno, que consta de unas tostadas y un jugo de manzana natural.

— Aaaaah, pero que manjar — ¿Soy la única que en las mañanas prefiere beber algo que te congele la garganta? — ¡Nico baja a comer! — Para los que tienen perros que vive dentro, saben que es escuchar esas patitas en el piso de arriba moverse y después verlos bajar corriendo las escaleras por su plato recién servido.

Me detengo a mirarlo unos cuantos segundos antes de volver a subir para lavarme los dientes e ir a agarrar mi mochila para ir al liceo.

 — Nico, quedas a cargo — Dicho eso, por fin salgo de la casa, cierro la puerta con las llaves (las que siempre llevo en el bolso) y me voy a pie. 

El reloj marca las ocho, me quedan treinta minutos para que suene el timbre de entrada. Vivo a quince minutos del liceo así que mientras camino saco los audífonos del bolsillo de mi chaqueta y los conecto al celular para ir escuchando música... Mierda, cierto que le iba a mandar un mensaje a Evan apenas terminara de desayunar. Abro la App apurada y veo que él está en línea.

Neo Rossi: Ya volví 🙂

Evan Arriagada: Joder, de tanto rato que pasó, creí que te había ocurrido algo.

Neo Rossi: Lo siento, es que se me había olvidado que te debía mandar un mensaje.

Evan Arriagada: Vale, pero no se te olvide para la próxima, y por si acaso... Mira tú Facebook.

Dos cosas: Uno, Me acaba de llegar una solicitud de amistad de su parte. Así que primera y última vez que voy a agregar a alguien con el que con cuea llevo hablando un día. 

Segundo: ¡¿Y este weón que se cree?! Osea, no es ni mi papá, ni la Victoria, ni la Alexa para andar preocupándose por una completa extraña.

Neo Rossi: Oye tampoco tienes que preocuparte, después de todo, somos dos completos extraños.

Le envío ese último mensaje y espero un minuto su respuesta. No sé si lo mencioné antes, pero de igual manera lo mencionaré ahora. Cada mensaje que le he enviado me los responde de inmediato... Pero que agradable sujeto.

Evan Arriagada: Yo quiero conocerte para así dejar de ser un extraño en tu vida.

Solo diré una cosa... ¡PERO QUE CURSI!

Me río mientras niego con la cabeza, jamás me habían mandado un mensaje tan cursi en la vida, pero, a la vez es muy tierno.

— ¡Conchasumadre quedé sorda! — Como tengo conectados y puestos los audífonos, el sonido de la llamada me deja un poco aturdida — ¿Evan? — Me apuro lo más rápido en colgar y abrir la App.

Neo Rossi: Una cosa será hablar, pero, otra cosa muy diferente es que me llames, ¡ME GASTA INTERNET!

Evan Arriagada: ¿No estás conectada a una red fija?

Neo Rossi: No.

Evan Arriagada: Está bien, pero tampoco tienes porque enojarte niñata.

Neo Rossi: Oye me tengo que ir, bye.

No es de mala leche, pero ya estoy en frente del liceo y como que no le caigo muy bien a la inspectora, digamos que los fósiles no toleran las bromas. 

Las imponentes puertas de esta jaula conocida como "recinto educativo" me hacen detener mi caminar para observar la gigantesca edificación a la que voy a ingresar en unos segundos, miro con decisión la entrada del lugar y doy un paso adelante como si este fuera el más importante de mi vida.

En lo que entro al establecimiento veo como los chicos de los cursos menores pasan caminando con una sonrisa en sus labios mientras conversan de cosas triviales, otros simplemente caminan junto a sus amigos riendo de solo Dios sabe qué. Sin embargo, en el momento que algunos se dan cuenta de mi presencia la situación cambia radicalmente. Como si fuera una película gringa, todos los que están a mi alrededor se me quedan mirando y cuchichean cosas entre ellos. En especial cierto grupo en el que cierta colorina de metro setenta es su líder. Miro a la causante de mis problemas como si no fuera nada más que una insignificante mosca, lo que parece afectarle de sobre manera.

— Hola pitufa, te viene el corte. 

Se acerca a mí y todos los que están a nuestro alrededor forman un círculo mientas se ríen de su comentario, ¿Les soy honesta? Su cara de hiena me molesta más que sus insultos.

 — Azul y enana, te has ganado tu nombre.

— ¿Eso es todo? — Escucho claramente un "uuuuuuu", pero eso no evita que esta suripanta suelte más sandeces.

— ¿Qué te pasa pitufa? ¿Acaso te acobardas cuando tus amigas ratitas no están contigo? — Ah no, con mis amigas nadie se mete — ¿O es que ser una niña fea y rata se te puede notar aún más?

— Mira tú maraca conchasumadre. Yo muy rata seré, pero al menos a mí no se me caen las pulgas del poto, perra culiá — La maldita no da ninguna señal antes de brindarme un puñetazo en la mejilla.

— ¡Anda! ¡Sigue! — Me da unos empujones hasta que logra acorralarme contra una pared, me jala el cabello y me da una que otra patada en las piernas.

De pronto, un libro impacta en mi mejilla con mucha fuerza, llevo una mano a mi mejilla y de inmediato siento el punzante dolor en esta — ¡Ya! 

Agarro el cuello de la blusa de la Mónica e invierto nuestras posiciones para dejarla contra la pared, la miro completamente furiosa y alzo mi puño dispuesta a golpearla, por suerte reacciono a tiempo... Inhalo y retomo mi compostura.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.