Beloved

Capítulo 20

— Neo, Neo.

Una mano toca mi hombro con gentileza mientras alguien me habla. Abro mis ojos con lentitud y posterior a eso los froto con mis manos, me incorporo y miro hacia un costado — Tenemos que bajar del tren.

Así es, ya pasaron las dos semanas en Italia y por lo tanto tuvimos que tomar el tren hacia Alemania. Me dio un poco de pena despedirme de mis abuelos y de mi familia, pero el saber que en dos semanas volvería con ellos y que en el otro país también hay gente que me ama y que me espera me da las fuerzas para tomar el transporte.

— Okey — Me paro y estiro un poco antes de sacar las maletas que hay sobre nuestros asientos, bajo con mi equipaje en mis manos — ¿Por qué no estamos en la estación de siempre?

Volteo para ver al causante de mi desconcierto, pero la única respuesta que obtengo es verlo encogerse de hombros mientras ríe.

— Quizás cierta señorita no se percató de que cambié los boletos y que la llevé a tomar otro tren.

— ¿Dónde estamos? — Sudo frío y mi papá alza su dedo señalando los letreros que se encuentran colgando sobre nuestras cabezas, están en español.

— ¡Sorpresa! Te traje a España.

Me quedo boquiabierta. Realmente no sé qué es lo que es la cereza del pastel: que no me moleste el estar aquí o ver a mi papá con una sonrisa con ambos pulgares alzados. 

— Se va a celebrar un festival y pensé que te gustaría venir a verlo.

— Ay Dios — Él me sujeta de un hombro y me comienza a llevar a empujoncitos a otra zona de la estación.. Y dice que la infantil soy yo.

— Oye quítate.

 Sin poder evitarlo, alguien pasa a mi lado y me empuja haciendo que caiga de rodillas al suelo. Un terrible ardor recorre las partes de mi cuerpo que amortiguaron la caída (mis manos y rodillas).

— Definitivamente esto no es un sueño — Tengo raspones y un poco de sangre, pero no es nada de lo que me vaya a morir — Viejo culiao — Mascullo mientras busco con la mirada al causante de mis heridas, pero no logro verlo.

— ¿Creíste que esto era un sueño? — Pregunta papá, yo asiento y suspiro.

— Es que... Me parece irreal — Pero con lo que siento en este momento debo suponer que mi teoría estaba completamente incorrecta.

— Yo que tú dejaría de leer tantos libros por la noche — Entrecierro mis ojos y lo miro como si estuviese diciendo algo que no debería — Es la verdad, te pones a imaginar cosas que no son realidad.

— Ti pinis i imiginir quisis qui ni sin virdid — Hago muecas mientras imito sus últimas palabras, pero remplazo las vocales con la letra "i".

— Que madura — Está siendo sarcástico, pero paso de su comentario y retomo mi camino a la zona donde puedo retirar al fiero peludo, ¿Qué? ¿Creyeron que me olvidé de él? — ¡Nico!

Mi papá llega hasta nosotros y le pone la correa para dejarlo salir de su jaula de transporte, por suerte mi viejito ya tiene un itinerario planeado para el demonio de pelaje blanco.

Con la maleta en una mano y la correa en la otra caminamos por las calles de la ciudad en dirección al hotel. Me parece extraño que a lo largo de todos estos años este lugar no haya cambiado nada, pero supongo que no es como el resto del mundo.

— ¿Lo sacamos con nosotros o lo dejamos en el hotel canino? — Sorpresa, mi papá pidió una estancia especial para nuestro compañero cuadrúpedo (resulta que cercano a nosotros se encuentra un sitio hecho solo para las mascotas). No presento ninguna queja ya que este es el local donde Evan deja a Rex cuando tiene que viajar (me lo contó en una conversación que tuvimos hace un tiempo).

— Siento que va a estar mejor en el Spa de relajación canina que caminando por horas con nosotros — Noto la mirada de envidia de mi papá, pero no comento nada al respecto.

— Suertudo — Alega mi modelo a seguir mientras entrega su correa al cuidador que se encuentra en la recepción — Neo, voy a pagar y vuelvo.

Yo aprovecho de apartarme e ir con el cuidador para explicarle ciertas cosas sobre Nico — No le gusta que lo acaricien los extraños así que evitaría intentar el pasarse de listos con él. Detesta que lo molesten cuando quiere descansar, pero aun así requiere que le presten mucha atención — Me agacho para acariciar su cabeza y también besar su frente — Si le pasa algo malo o dañan de cualquier forma a mi cachorro, lo van a lamentar.

Dicho todo eso con una sonrisa, vuelvo con mi padre para dejar que mi leal compañero disfrute de su día de relajación — Lo va a pasar mejor que nosotros — Comenta con una sonrisa.

— A mi me preocupa más la vida de los empleados — Río con fuerza, imaginar al Nico mordiendo y rasguñando a sus cuidadores es todo un chiste para mí.

— Yo espero que ellos sigan con vida hasta nuestro regreso — Mis ojos pasan de un lado a otro. Vine a esta ciudad hace siete años y nada ha cambiado, las veredas con sus transeúntes caminando de un lado a otro concentrados en lo suyo. A su costado se encuentran unos imponentes árboles que debido al invierno ya no tienen ni la más pequeña hoja. El cielo gris y nublado es invadido por las aves que vuelan a través de este, no puedo olvidar mencionar las casas y el pequeño mercado que visitamos de camino a nuestro destino.

Ese largo trayecto nos lleva a la feria, con una sonrisa en mis labios camino al lado de mi padre mientras presto atención a todo lo que nos rodea. Es cierto, el clima se ve algo apagado y triste, pero no me afecta en lo más mínimo. Para mí, esto es algo emocionante y divertido.

El césped que por alguna razón sigue verde y húmedo, los faroles que se encuentran adornados y enlazados por cintas y guirnaldas de colores cálidos o llamativos. Los niños corriendo de un lado a otro con un remolino (así le decimos en chile) en su mano, los adultos caminando y platicando mientras pasean. Las parejas tomadas de las manos y con una sonrisa en sus labios. Pese ser una época tan fría, esta es una imagen muy agradable y cálida.




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