Beneath the Starry Sky

Capítulo 2:Primer recuento

Leandro

Palacio de Ginebra, Suiza — 2018

Edad de Leandro y Sofía: 10 años

Recuerdo claramente el frío de ese día. No porque fuera especialmente gélido, sino porque me obligaron a usar aquel abrigo de lana que me picaba los brazos, y me hicieron peinar el cabello como si fuera a conocer al Papa. En realidad, iba a conocer a otros “niños reales”, una idea que me sonaba igual de falsa que la sonrisa de mi institutriz.

Ginebra me pareció gris. Impecable, pero sin alma. Los adultos hablaban en salones con techos dorados, chocaban copas de champán sin siquiera mirarse a los ojos y sonreían con los labios apretados.

Yo me escapé al jardín.

El palacio tenía una fuente en forma de estrella con peces naranjas que giraban como pensamientos en mi cabeza. Me agaché, deseando que al menos uno de ellos se saliera del patrón. Ninguno lo hizo.

—¿Te gustan los peces? —preguntó una voz suave a mi lado.

Giré la cabeza. Una niña. Vestido de lana azul oscuro, abrigo sobre los hombros y unas botas que probablemente valían más que todo mi armario. Pero no era eso lo que me llamó la atención. Era su sonrisa. No esa sonrisa cortés que te enseñan en Buckingham, sino una verdadera, de esas que te desarman.

—Prefiero los dragones —respondí, sin levantarme.

Ella se sentó junto a mí en el borde de la fuente.

—¿Y si uno de esos peces es un dragón disfrazado?

La miré. Ojos verdes como el cristal de una ventana empañada. Pelo dorado, suelto, despeinado por el viento. Ella me estaba tomando en serio. No se reía de mí. No fingía interés para agradarme. Simplemente... estaba ahí.

—Entonces, lo protegería —dije, como si fuera una promesa.

Ella se inclinó hacia mí.

—Yo también.

No intercambiamos nombres hasta más tarde, cuando un asistente de protocolo vino corriendo a buscarme. Nos miramos una última vez antes de separarnos, como si supiéramos que ese instante iba a durar más en la memoria que en el reloj.

—Soy Sofía —susurró, dándose vuelta.

—Leandro —respondí, sintiendo que acababa de decir algo sagrado.

Volví al salón donde todos hablaban de tratados, herencias y petróleo. Pero desde ese día, nada de eso volvió a importarme tanto como la sonrisa de la niña junto a la fuente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.