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〈〈 Al despertar te vi, y al irte te grité en mi mente. 〉〉
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Unos pitidos que suenan lejanos me hacen querer apagarlos con urgencia. Empiezo a despertarme, mientras siento como mi cuerpo me pesa. Termino de abrir los ojos por completo, y la claridad del día me saluda en compañía de una cabellera negra y unos ojos azules revoltosos que me miran directamente. Intento incorporarme, pero un pequeño brazo me lo impide, y me regala una sonrisa tímida.
—No puedes levantarte todavía, tienes que esperar. Voy a llamar a las enfermeras—habla, de forma suave, y en mi mente sólo pienso que ojalá me hable durante más tiempo.
— ¿Quién eres?—murmuro, regalándole un intento de sonrisa.
—Soy tu compañera de habitación, he estado aquí desde el primer día que te derivaron aquí.
Me limito a observarla, es una chica pequeña y delgada. Su piel parece suave, y es muy blanca, en contraste con la bata de hospital de color azulada. Sigo sus pasos hasta uno de los teléfonos de emergencia, mediante el cual avisa de que he despertado. Cuando cuelga el aparato, ya hay miles de enfermeras recorriendo la habitación hasta a mí, haciéndome sentir nerviosa. ¿Por qué me tienen que tocar? ¿Por qué están tan cerca?
Quiero estar sola.
— ¡Alejaros de ella!
⌘ ⌘ ⌘
Vuelvo a abrir los ojos de nuevo, ahora sintiendo un dolor de cabeza bastante grande. Siento una fuerza en mi mano, y observo a la chica de ojos claros, ha tomado mi mano y me ha estrechado la mano para que la observe. La miro sin decir nada, no sale ninguna palabra de mi boca y mi mente está completamente en blanco. Entonces caigo en algo, ¿quién soy yo? No sé mi nombre, edad, apellidos, nada. Me siento vacía, y por extraño que eso parezca, me siento bien.
—Kaia Easton, de 22 años de edad. Es lo único que sé de ti. Bueno, y que tuviste un accidente de coche y por eso viniste al hospital. Has estado en coma por cuatro meses más o menos—dice, mirando nuestras manos unidas.
— ¿Cómo te llamas tú?—pregunto, observándola directamente. Sus ojos encuentran los míos, y sonríe levemente.
—Me llamo Lea Barker, de 23 años.
— ¿Por qué estás en el hospital?
Esa pregunta parece incomodarla, y entiendo que no debo preguntar. Asiento, más para mí que para ella, y suelto su mano de la mía. Por alguna razón, eso me hace sentir mal, como si estuviera acostumbrada a su mano sobre la mía. Quiero hacerle muchas preguntas, pero directamente se levanta de la silla y se va a su cama. No dice nada, simplemente lo hace con un aura de molestia bastante notoria para mí.
Corre la cortina, para separar ambas camas, y dejarme sola.
Si supiera que puedo, me levantaría ahora mismo a gritarla que no me deje sola. Al menos no aún que no recuerdo nada y no he hablado con algún médico que me permita hablar de lo que me pasó. Quiero respuestas a preguntas que aún no he formulado en mi cabeza. Un recuerdo cruza mi mente, sorprendiéndome, pero sólo es una voz lejana.
" Bésame, ángel. "