Barley pertenecía a un enorme condado, pero el pueblo siempre se llevaba el protagonismo del resto de las ciudades que lo rodeaban y por eso se designó como su capital. Podría pasar como una ciudadela normal, de no ser por su bosque negro enigmático, repleto de árboles oscuros y una bruma que siempre lo arropaba y que colindaba con el enorme castillo amurallado que se levantaba imponente en sus valles y que se hallaba rodeado de un lago que poseia el mismo nombre. Había un marcado contraste entre el resto de las ciudades y aquel pueblo impregnado de pura naturaleza y casas coloridas. Odile pudo notarlo. En cada árbol, flor e incluso en cada ave que volaba por el cielo anaranjado. Todo allí parecía…
Sacado de un cuento de hadas.
Y su historia no estaba tan alejada de esa premisa.
Odile leyó detenidamente la página en redes sociales de la ciudadela.
“Muchos historiadores creen que Barley era el antiguo Camelot; la fortaleza y reino del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Los estudios del famoso arqueólogo, el doctor Peterse, contienen pruebas que refuerzan la teoría. Según la leyenda, el Rey Pendragon llegó a aquellos bosques místicos y los designó como el lugar idóneo para montar los cimientos de su reinado, sin imaginar que el lugar estaba encantado y habitado por hadas y brujas que no estaban dispuestos a ceder fácilmente a la oscuridad del rey. El castillo de Barley aún continúa habitado por la misteriosa familia real de los Pendragon, quienes mantienen su historia oculta al resto del mundo. Otras tantas familias con cientos de años de historia mantienen viva las leyendas de sus antepasados, que se envuelven en misteriosos cuentos de brujas, hadas, reyes y caballeros. Si te gusta la historia, los misterios y la naturaleza, Barley es el lugar idóneo para ti”.
Odile dejó de leer y alzó la vista.
Incluso el bosque, presente en todos lados, parecía llamarla. Verdoso, siempre lleno de luciérnagas y un poco de niebla. Y hongos, muchos hongos. Pudo ver al menos cinco especies en menos de veinte minutos.
Muchos de los edificios parecían haberse quedado congelados en el tiempo, con diseños medievales coloridos. Sonrió, fascinada.
Aquel era su lugar. Tenía la certeza de ello.
—Llegamos.
La pequeña urbanización en la que se quedarían lucía mucho más moderna que otros lugares de la ciudadela que había notado durante el recorrido. Según lo que su padre le había contado, la mayoría de los diseños modernos pertenecían a familias recientes de Barley, mientras que las propiedades que conservaban un aspecto similar al pasado, eran pertenecientes a familias ancestrales, que estuvieron presentes en los orígenes de la ciudad.
—Mamá pertenecía a una de esas familias ancestrales, ¿verdad? —inquirió una vez que comenzaron a bajar las cosas del auto.
La casa en la que se quedarían no era nada fuera de lo normal. A su padre no le gustaban las casas coloridas y la casa de alquiler (de color blanco y con una estructura ordinaria) era la prueba de ello.
—Las Dríades han estado aquí desde la fundación de Barley —le explicó su padre—. Pero es todo lo que sé. Tu madre nunca me dio muchos detalles de su vida familiar. Lo único que me dijo, y voy a parafrasear, era que no quería a su hermana cerca de nosotros y, específicamente, de ti.
—¿Nunca te dijo por qué?
—No —dijo sin más—. Así que, mi única condición para que permanezcamos aquí, es que no intentes husmear en eso.
—Pero papá—
—Sé que siempre has anhelado venir aquí . Admito que yo también. Los cuentos de tu madre eran sorprendentes e hipnotizantes —sonrió, nostálgico —. Pero conocer a tu tía no es algo que está en discusión. Barley no es tan pequeño y hay muy pocas probabilidades de que se crucen, pero si llego a enterarme que has intentado conocerla, nos iremos de aquí de inmediato, ¿entendido?
—Está bien —accedió, triste.
Su padre suspiró al ver su ánimo decaer. La sujetó de los hombros con gentileza y le sonrió.
—No necesitas de ella para aprender sobre la familia Dríades. Al ser una de las familias ancestrales, hay mucha historia sobre ellas en la biblioteca de la universidad.
—¡¿De verdad?!
Él asintió, sonriente—. Solo…, intenta que nadie sepa que eres una Dríades.
—¿Por qué?
—¿Recuerdas que tu madre se consideraba a si misma como una bruja?
—Pero es porque era amante de la ciencia. Siempre decía que las brujas del pasado eran las científicas del futuro —dijo, tranquila.
—Lo sé, cariño. Pero muchos aquí aún ven a las Dríades como unas “brujas” en el sentido oscuro de la palabra —acarició su cabello—. Simplemente no quiero que seas estigmatizada, ¿está bien?
Odile comenzó a sentir los primeros cimientos de lo que conllevaba su decisión de estudiar en Barley.
—Está bien —respondió, con una escueta sonrisa.
—Hay algo que me gustaría darte. Tu madre pensaba dártelo cuando cumplieras dieciocho, pero creo que este es el momento perfecto para entregártelo —Odile alzó sus cejas, expectante—. Espera aquí, lo dejé en el auto.
Lo obedeció, ansiosa. Su repentino desánimo había sido reemplazado por su insaciable curiosidad. Su padre volvió con una pequeña caja azul en sus manos. Se detuvo frente a ella, disfrutando de los ojos atentos de su hija, y abrió la caja.
Una esfera azul y pulida yacía en la caja, reposando en una tela de seda verde.
—Wow —la esfera se reflejó en los ojos de Odile. Ella la sujetó, fascinada. Notó que se trataba de una “esfera de adivinación”. El soporte de la misma, era de oro esculpido en forma de pétalos florales—. Papá, esto es…increíble.
—Es una reliquia de la familia Dríades —explicó—. La esfera está hecha de una sodalita que solo se da en Barley y que no se ha visto en mucho tiempo, al menos no tan habitualmente. Tú madre siempre me recitaba un poema, no lo recuerdo, pero decía que se refería a esa esfera de cristal. “Cuando ves que el cielo está plagado de estrellas y no hay más que oscuridad, ella se convierte en oro”.
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Editado: 13.05.2025