¿Alguna vez has sentido que tu vida era una novela mal editada?
Esa clase de historia donde los capítulos importantes están escritos con tinta y letra inentendible, donde los buenos personajes tardan en aparecer, y los giros de trama te dejan sin aire. Bueno, asi me sentia aquel dia, me sentia en medio de un mal chiste, en medio de una de las partes más extrañas de la historia, donde todo parece ser feliz, pero no era así, mi boda, o siendo más específica, mi no-boda.
Nunca fui de ese tipo de mujeres que soñaban con vestidos blancos ni ramos de flores, ni fiestas enormes o recepciones en hoteles lujosos. Pero sí creía en las segundas oportunidades, en el “esta vez va a salir bien”, en el amor que se construye a base de paciencia, aunque a veces esa paciencia venga acompañada de una buena venda de negación.
¿Y qué fue lo pasó?
Que la vida, con su infinita sabiduría caótica, me demostró que los finales felices no siempre existen, que no vienen en cajas de regalo con moños dorados, a veces, vienen envueltos en crisis nerviosas, botellas de vino vacías, y el dolor amargo de aceptar que lo que planeaste con tanto cuidado no era para ti.
Pero también descubrí algo más, algo mucho mas importante, que el dolor, si lo aprietas lo suficiente, sangra oportunidades, que los escombros, cuando los barres con dignidad y sentido del humor, pueden ser los cimientos de algo mucho mejor.
Y así empezó mi historia.
Con un vestido blanco, un corazón roto y una idea que, aunque no era mi plan A, terminaría siendo lo mejor que jamás me pasó.
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Editado: 31.07.2025