Besos con copyright

02.

¿Qué pasa después de que cancelas tu boda un domingo por la mañana y decides sentarte en una plaza vestida de novia? En mi caso, pasó todo y nada al mismo tiempo.

Ese día, después de enterarme de todo, de llorar amargamente por lo sucedido, por el tiempo perdido y por las ilusiones rotas, decidí apagar el teléfono, ignorar las llamadas desesperadas de mis padres, las preguntas de mis tías y los audios eternos de Travis tratando de salirse por la tangente, diciendo que podía explicarme todo, como si hubiera algo que explicar. Mi corazón y mi todo estaba destruido, quería estar sola, pero con un nuevo objetivo en mente.

A pasos lentos llegue a mi edificio anterior, a aquel pequeño apartamento que Sophie me había regalado cuando me independicé, mi pequeño apartamento de soltera, el que deje tirado por hacer mi vida al lado del hombre que supuestamente me amaba, pero que en realidad solo me destruyo el corazón con sus mentiras.

Angeline apareció en mi puerta con una botella de vino, un tarro enorme de helado de vainilla y chocolates, y claro, ¿quién le dice que no a eso?

Pasamos la noche en mi sofá, con el vestido de novia manchado colgado del respaldo de la silla como un fiel testigo de mi fracaso amoroso, Angeline trató de hacerme sentir mejor de muchas formas. Me hizo reír varias veces, pero, fue inevitable, terminé llorando a mares más que riendo, porque una cosa era decidir irme, tener la valentía de decirle adiós a Gabriel y plantarlo frente al altar, y otra cosa completamente distinta era sentarme y enfrentar lo que eso significaba realmente.

No solo había dejado una relación de años, había dejado una parte de mí misma, una Louisa que creía que todo estaba bajo control, que siempre cumplía con lo que se esperaba de ella y en ese momento estaba allí, destruida completamente, llorando sobre una almohada que seguro había visto mejores días.

Al día siguiente, cuando desperté busqué por todos lados a mi prima, al no encontrarla en el apartamento caminé de regreso a casa sintiendo todo un poco más real, me senté frente al espejo y me miré. Tenía los ojos hinchados, el pelo revuelto, la cara roja, y lo primero que pensé fue, "Esto es libertad y la libertad no siempre es bonita."

Mi teléfono volvió a sonar. Esta vez contesté, porque una cosa era ignorar al mundo entero y otra cosa era ignorar a mi abuela, que básicamente había sido la que me crió mientras mis padres trabajaban horas extras para mantener la casa.

—Louisa, cariño, ¿cómo estás? —pregunto preocupada, se notaba que realmente estaba preocupada por mi.

—Estoy bien —respondí, aunque ambas sabíamos que no lo estaba —Un poco confundida, supongo.

—Confundida está bien. ¿Quieres venir a casa? Tengo café y pastel. —Mi abuela sabía perfectamente que no había problema en este mundo que no pudiera resolverse con una taza de café y un pedazo generoso de pastel. Así que tomé una ducha rápida, me puse la ropa más cómoda que encontré y conduje hasta su casa.

Cuando entré, lo primero que sentí fue ese olor familiar a canela, vainilla y café recién hecho. Mi abuela estaba sentada en la cocina con Angeline, me sorprendí al verla allí. Ambas tenían ese gesto lastimero de quien sabe perfectamente que vas a romper a llorar en cualquier momento y que no te van a detener porque, francamente, lo necesitas.

—Te ves terrible —me dijo mi abuela muy de frente y directa, como siempre solía ser. Me reí, porque eso es lo que hacía ella. Decirte las cosas sin filtro para que supieras que no estabas sola.

—Gracias, Abue. Me siento igual de terrible. —Angeline se levantó y me sirvió café, nos quedamos en silencio un rato, cada una pérdida en sus pensamientos hasta que Angeline rompió el hielo.

—Sophie me contó tu loca idea de abrir una editorial. ¿Es cierto o estabas delirando por la emoción del momento? —Me quedé mirándola.

Lo había dicho tan casual, tan sencillo, como si abrir una editorial fuera tan fácil como hornear un pastel, pero cuando escuché esas palabras en voz alta otra vez, me di cuenta de que no había sido una locura momentánea, lo decía en serio.

—Lo dije en serio, Ange, quiero hacerlo. —Sophie sonrió con orgullo, y Angeline solto un suspiro de resignación, pero sonrió también.

—Bueno, entonces, no perdamos el tiempo —dijo—. ¿Tienes algo en mente?

La verdad era que no tenía nada concreto, solo tenía la idea, ese sueño vago que había guardado en un rincón de mi mente mientras esperaba el "momento perfecto" para hacerlo realidad, pero el momento perfecto nunca llegaba, así que supuse que este era tan bueno como cualquier otro.

—Primero, necesito un lugar, un local pequeño, algo acogedor donde pueda empezar desde cero. —Angeline abrió inmediatamente su portátil y empezó a buscar en páginas de anuncios de alquiler, mi abuela sacó un cuaderno antiguo y me lo puso delante.

—Esto es para que escribas todo lo que se te ocurra. Un buen negocio siempre comienza con una buena lista. —Sonreí agradecida. No sabía por dónde empezar, pero supuse que ese era el punto.

Empezar por cualquier lado.

Pasamos horas viendo locales, rechazando algunos porque eran demasiado caros, otros porque parecían sacados de películas de terror. Hasta que vimos uno pequeño en una calle tranquila del centro, tenía grandes ventanales, una fachada antigua preciosa y un precio relativamente accesible.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.