Besos con copyright

03.

Si alguna vez me hubieran dicho que yo, Louisa Faris, iba a estar frente a una cámara de televisión, en directo, y prometiendo que mi editorial sería la más grande del país, juro que me habría reído sin parar en la cara de quien lo dijo. Me habría reído fuerte, mucho, hasta que me doliera el estomago de tanto reír, porque, en serio, era algo imposible de imaginar. Pero ahí estaba yo, un jueves con pinta de viernes, diciendo justo eso llena de emoción en mi interior por obtener un logro más en mi vida.

¿Cómo llegué hasta allí?

Después de alquilar el local, pasé semanas limpiando, pintando, decorando, redecorando y volviendo a decorar todo con la ayuda de Angeline y mi abuela Sophie, todo con el fin de que mi mente se distrajera de lo sucedido con Travis.

Angeline elegía los colores más llamativos, los que según ella atraerían a lectores jóvenes y dinámicos, y Sophie insistía en poner plantas y flores naturales por todas partes porque decía que “ningún lugar es feliz sin un poco de vida verde.” La verdad es que ni siquiera sabía si me gustaban esas cosas, pero amaba verlas discutir sobre decoración, así que simplemente las dejé hacer.

No era simplemente una editorial, era un espacio de lectura y conocimiento propio, donde el lector pudiera encontrar un lugar perfecto para adentrarse en sus historias y donde el autor encontrará su inspiración y motivación para seguir creciendo con sus historias.

Durante esas semanas, yo estaba exhausta, tanto física como emocionalmente, pasaba las noches en vela pensando si había cometido una locura al abandonar mi vida anterior tan abruptamente, había días en los que despertaba llena de energía, pensando que podía conquistar el mundo con mi pequeña editorial, y otros días donde todo me parecía un tremendo error.

Angeline era mi terapia en esas madrugadas de dudas existenciales, siempre respondiendo mis mensajes a las tres de la mañana, con audios larguísimos que me sacaban carcajadas o lágrimas, o las dos cosas a la vez.

En fin, después de semanas agotadoras, pero maravillosas, por fin llegó el día en que abrimos oficialmente. Decidí llamarla "Editorial Faris", simple y directa, aunque Angeline decía que era demasiado formal y que algo más llamativo funcionaría mejor, pero yo quería que mi apellido significara algo, que fuera más que un recuerdo de mi fallida relación con Travis.

Travis, nunca pensé que su sombra me seguiría hasta mi propio sueño, pero lo hacía, cada día pensaba menos en él, pero de vez en cuando algo me hacía recordarlo, un olor, un lugar, un sabor, y aunque cada vez dolía un poco menos, ya no definía mi vida.

Así que abrimos las puertas, y el primer día llegaron solo amigos, familia y algunos curiosos que entraban, echaban un vistazo rápido y salían, fue un poco decepcionante, pero no me rendí. Seguí abriendo temprano cada mañana, sentándome en la pequeña mesa que coloqué al lado de la ventana con mi café recién hecho y esperando, revisando paginas de lecturas, mirando el trabajo de algunos autores novatos y muchos que tuviera una historia fascinante que quisieran llegar a mas gente, o simplemente esperando que sucediera algo extraordinario.

Y un día, ese algo extraordinario sucedió.

Se llamaba Mateo, Mateo tenía veintitrés años, unos ojos enormes, cabello despeinado y la sonrisa tímida pero picara, la sonrisa de alguien que siente que está molestando siempre. Entró al local nervioso, con un sobre en la mano, preguntando si podíamos hablar un momento.

Le invité un café, obviamente, esa fue mi forma de decirle que podía confiar en mí, que estaba en casa, y con eso Mateo se soltó un poco, entró un poco en confianza y pudo expresarse mejor, me contó que había enviado su manuscrito a todas las editoriales importantes del país, y que todas se lo habían rechazado con la misma respuesta automática de siempre, “Gracias, pero su manuscrito no es lo que estamos buscando, no se adapta a nuestro catálogo.”

Sentí una punzada en el pecho cuando lo escuché decir eso, porque ¿cuántas veces me había sentido yo así? ¿Cuántas veces me había sentido insuficiente, como si no encajara en ninguna parte?

Me entregó el sobre con las manos temblorosas y la mirada clavada en la mesa.

—Louisa, de verdad, ya sé que no soy gran cosa, pero escribí esto desde el corazón, solo léelo, por favor. Si no te gusta, lo entenderé. —Me miró de nuevo y vi algo en él que reconocí al instante, era ese miedo de ser rechazado, de sentir que nada de lo que haces será suficiente, y decidí, en ese mismo instante, que su libro sería mi primer libro publicado, aunque ni siquiera había leído una sola palabra todavía.

Esa noche leí el manuscrito de Mateo. Lloré hasta las tres de la mañana, no solo porque era bueno (que lo era), sino porque era honesto. Mateo había plasmado en esas páginas toda su vulnerabilidad, todos sus miedos y sus sueños, y eso era lo que yo quería hacer con mi editorial, dar voz a gente que nadie escuchaba, gente que escribía desde el corazón y no desde las tendencias del mercado.

Publicar ese libro no fue fácil. Angeline tuvo que lidiar con mis crisis nerviosas cada día, mientras hacía su trabajo de diseñadora y elaboraba el diseño de portada, que si la fuente de las letras, que si la publicidad que nadie veía, un montón de cosas que casi acaban conmigo, pero que no pudieron hacerlo, al final lo hicimos, lo logramos y después de tantos altibajos y crisis llegó el día del lanzamiento.




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