Hay días en los que la vida decide jugar contigo, días en los que te levantas pensando que nada extraordinario puede pasar y terminas en medio de un tornado emocional que te deja mirando al vacío y preguntándote cómo rayos llegaste hasta allí. Ese fue uno de esos días para mí.
Todo comenzó un viernes por la mañana, con un email que llegó mientras tomaba mi café matutino, repasando mentalmente los pendientes del día. La editorial empezaba a tomar forma, pero seguía luchando con el proceso, cada día sentía que era una batalla contra mí misma y contra todas las dudas que aún flotaban en mi mente, especialmente después del desastre de las críticas de Dante Sullivan.
Abrí el correo sin demasiado entusiasmo, esperando encontrarme con más spam o alguna propuesta poco interesante, pero, al leer el contenido, casi me ahogué con mi café. Era de una empresa extranjera, Publishers Global Group, y querían una reunión conmigo, según decían, estaban interesados en fusionarse con mi editorial.
Al principio pensé que era una broma. ¿Quién en su sano juicio querría fusionarse con una editorial pequeña que apenas se mantenía a flote? Releí el correo varias veces, buscando cualquier indicio de burla, pero no encontré ninguno. Solo una firma elegante y una propuesta muy formal para reunirnos al día siguiente, sin pensar demasiado en lo extraño que era, respondí aceptando, al fin y al cabo, no tenía nada que perder.
Esa noche, mientras intentaba dormir, mi mente se llenó de dudas e inquietudes, ¿Por qué mi editorial? ¿Qué querría una empresa grande con una editorial que Dante Sullivan había calificado como "una apuesta arriesgada destinada al fracaso"? Esa frase seguía grabada en mi cabeza y justo cuando parecía que comenzaba a olvidarla, algo nuevo me la recordaba.
Al día siguiente, preparé todo meticulosamente en la editorial. Ordené papeles, limpié cada rincón, puse flores frescas sobre la mesa, todo para causar la mejor impresión posible. Angeline apareció temprano con café y un montón de consejos sobre cómo negociar, aunque ella sabía tanto sobre negocios como yo sobre astrofísica. Mi abuela Sophie, en cambio, solo llamó para recordarme que todo estaría bien, porque para ella siempre todo estaba bien.
A las diez en punto, justo cuando estaba terminando de arreglarme el pelo en el reflejo de la ventana, escuché la puerta abrirse. Respiré profundo, dispuesta a dar la bienvenida más profesional que pudiera, pero entonces, al girarme, todo se derrumbó.
Allí estaba Dante Sullivan. Dante Sullivan en carne y hueso, de pie en la entrada de mi pequeña editorial, luciendo tan arrogante como siempre, con esa sonrisa ladeada que parecía divertirse con cada una de mis expresiones.
Durante unos segundos, simplemente no fui capaz de reaccionar, mi mente tardó demasiado en procesar aquella imagen. ¿Qué diablos hacía él allí?
—Louisa Faris —saludó con una voz ronca, dando un paso hacia adelante —Así que finalmente nos conocemos en persona. —Tragué saliva intentando mantener la compostura. Había imaginado muchas veces qué le diría si algún día lo tuviera frente a mí, pero en ese momento solo podía pensar en lo absurdo que era todo aquello.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté intentando que mi voz no temblara demasiado. —Él se encogió de hombros despreocupado y caminó hacia el centro del local, mirando todo con marcada curiosidad y algo de desagrado.
—Soy el representante de Publishers Global Group. Supongo que recibiste nuestro email. —Sentí que la sangre se me helaba en las venas. ¿Él? ¿Justo él era el representante enviado para negociar conmigo? ¿Qué clase de broma cruel era esta?
—¿Tú… eres quién viene a proponerme una fusión? —logré decir, intentando que no notara mi evidente descontento. Él sonrió de oreja a oreja como si disfrutara demasiado mi incomodidad.
—Exactamente. Digamos que mis jefes están interesados en editoriales pequeñas y arriesgadas como la tuya. Aunque, personalmente, aún no entiendo bien qué vieron en ti. —Lo miré fijamente, sintiendo cómo la irritación se mezclaba rápidamente con el nerviosismo, la confianza y seguridad que había reunido toda la mañana empezaba a irse al carajo.
—Supongo que no siempre tienes que entenderlo todo, Dante —respondí un poco altanera, oficialmente mi mente y mi razón se estaban yendo de vacaciones,. Él levantó una ceja, un tanto sorprendido por mi tono de voz pero manteniendo su postura arrogante.
—Interesante actitud. ¿Así es como recibes a todos tus invitados? —Respiré profundo tratando de mantenerme serena, tenía dos opciones seguras, la primera, lo echaba a patadas de mi editorial como si fuera un perrito vagabundo en ese mismo instante, o la segunda, me metia mi orgullo en lo más profundo de mi ser y escuchaba lo que tenía que decir.
La tentación de la primera era inmensa, pero algo dentro de mí sabía que no podía dejar pasar aquella oportunidad solo por orgullo.
—Si vienes con una propuesta seria, te escucho —dije finalmente, intentando sonar serena, aunque era muy notorio que aun quería ahorcarlo —Pero te advierto que no pienso tolerar ni una sola burla hacia mi trabajo. —Él me miró fijamente, evaluándome en silencio durante unos segundos que me parecieron eternos. Finalmente, suspiró y se encogió de hombros despreocupado.
—Está bien. No más burlas, lo prometo, hablemos solo de negocios, ¿Te parece bien Louisa? —Mi nombre salió de sus labios de aquella forma me causó escalofríos. Asentí y le señalé donde nos podíamos ubicar.
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Editado: 31.07.2025