Las montañas, al norte del valle de Mileria
Quedaban pocas de estas criaturas después de aquella sangrienta noche de hace veinticinco años. Los más fuertes de ellas eran dos hermanos, Podir e Imer, quienes habían reunido un grupo de una docena de otros como ellos. No respetaban las leyes de su raza ni obedecían al anciano de su especie, quien había heredado el derecho al liderazgo solo por su edad avanzada. Este anciano permanecía en el asentamiento en las montañas, junto con los sobrevivientes de aquella fatídica noche.
Podir e Imer regresaban a su hogar en las montañas tras haber atacado una aldea. Todos en su grupo llevaban consigo a una mujer con el propósito de intentar revivir su raza.
Al llegar, encontraron una orden esperándolos: el anciano los había convocado. A pesar de la relación complicada que tenían con él, debían cumplir. Este anciano era su tío, y ellos lo consideraban responsable de la decadencia de su especie.
Para sorpresa de los hermanos, el mayordomo de su tío los condujo no a la sala de reuniones, sino a la habitación del anciano. Su tío estaba en la cama, y su aspecto era grave. El olor a muerte llenaba la habitación.
—Acérquense, muchachos. Sé que no me tienen en alta estima, pero honren a este anciano en sus últimos momentos.
—Te escuchamos.
—Cometí un error. Sé que yo soy la causa de que nos escondamos y muramos sin descendencia. Pero hay una manera de cambiarlo. Escúchenme hasta el final. Hace veinticinco años, atraje a los humanos hacia nosotros, buscando venganza y poder. El emperador humano, el antiguo emperador, me prometió ayudarme a derrocar a nuestro líder y entregarme el poder, bajo la condición de coexistir en paz. Yo debía garantizarles una existencia segura e intocable. Pero él no cumplió su parte. Los humanos nos temían, temían nuestra fuerza, y en cuanto pudieron, intentaron aniquilarnos. Yo solo quería poder. Nuestro líder me había negado; le pedí la mano de su única hija, pero me rechazó, tratándome como si no fuera digno de continuar su linaje. La secuestré y la tomé por la fuerza, pero ni eso fue suficiente para forjar una alianza. Contaba con que, tras la muerte de nuestro líder, obtendría el poder y una esposa de pura sangre. Pero el emperador humano exterminó a casi todos, al líder, a su esposa, a nuestros familiares y a muchos de nuestra especie. Solo unos pocos lograron escapar. Sin embargo, nuestro líder consiguió esconder a su hija y a su sobrina entre los sirvientes humanos, y el emperador y su hermano se llevaron a nuestras mujeres. Más tarde, descubrí que la hija y la sobrina del líder se convirtieron en las esposas del emperador y su hermano. Fueron cautivados por su belleza, sin saber su verdadera naturaleza. Quizás, tienen hijos mestizos, y una conexión con ellos podría darnos la oportunidad de revivir nuestra raza. Encuéntrenlos...
El anciano exhaló sus últimas palabras y falleció.
—Es hora de ir a la capital.