La Fuga de Sniezhka
Sniezhka extendió sus alas y se elevó, cada vez más alto, esforzándose por subir por encima de las nubes de tormenta. Sabía que no sería fácil huir de sus perseguidores, pero la muerte le parecía preferible a vivir en cautiverio. Con cada golpe de lluvia y esquivando relámpagos, siguió ascendiendo, enfrentando los elementos con una valentía indomable. Finalmente, tras superar las nubes, redujo un poco la velocidad; ahora necesitaba orientarse y decidir hacia dónde volar. Confiando en sus instintos, giró hacia el este y se lanzó en esa dirección, con la esperanza de que sus perseguidores, incapaces de volar tan alto, se hubieran quedado atrás.
Después de mucho tiempo de vuelo, sus fuerzas comenzaron a agotarse y supo que necesitaba descansar. Discreta y oculta entre los destellos de relámpagos, Sniezhka comenzó a descender con cautela, cuidando de no delatar sus cabellos blancos. Era todavía noche, una ventaja para pasar desapercibida. Decidió enterrar sus zapatos, desplazándose solo de puntillas para no dejar rastro. Ensució su piel y su vestido con tierra y barro, haciéndose lo más invisible posible en la oscuridad.
Guiada por su intuición, avanzó hacia el lugar que le parecía más seguro. Finalmente, entre la niebla del amanecer, vislumbró una cabaña y se dirigió hacia ella.
—¡Por favor, ayúdeme! —exclamó con desesperación al acercarse—. Me persiguen… unas criaturas horribles.
De la cabaña salió una anciana, quien la miró con asombro. No había visto a una mujer en esa región en mucho tiempo, pues todas habían huido o perecido. La causa de esas muertes y desapariciones eran Podir e Imér, y la anciana ya estaba harta de ver a jóvenes morir sin entender el motivo de tanto sufrimiento. Decidió ayudar a esta joven, a la que había llegado en un acto de desesperación.
—Pobrecita, —le dijo la anciana con ternura—. No hace falta que expliques más, ven, entra. Te protegeré. Estás temblando, pobrecilla…
La salvadora de Sniezhka resultó ser la misma curandera que había estado presente en incontables nacimientos y muertes en la región. Había enterrado a muchas madres y a sus hijos, pero ahora sentía que tenía una oportunidad para redimirse y proteger a alguien inocente.