Besties Perfectas

16

BRITANY

—Te lo advierto, aléjate de nosotros — Y me lanzo sobre la cama para luego salir azotando la puerta, podía enojarme, podía ir y denunciarlo como lo amanece, pero esa postura de chico rudo, la manera en que su mirada emanaba fuego, me hizo sentir extraña, sentí como si su rudeza me encandila de una manera que me gustaría decir hasta incómoda, sin embargo, es todo lo contrario y de la nada una estúpida sonrisa se dibuja en mi rostro no me entiendo, debo haber caído en locura metida en este pueblo casi estancando en el pasado, necesito alejar esos absurdos pensamientos de mi mente, debo tratar de calmarme.

—Eres un estúpido, Owen, no tengo que pedirte permiso.

Decidí darme un baño diría que elegí agua helada, pero en este hotel de mala muerte es lo único que ahí, siento que estoy perdiendo la esperanza, siento que este espíritu que me podía comer el mundo y que esta peripecia sería algo como pan comido, es todo lo contrario, necesito a mi madre, ella sabía cómo hacerme reaccionar.

—Levántate, una Deluxe no se da por vencida. Esa gorda no podrá más que tú, es gorda, debe aprender a respetarte, sea como sea, juega con su mente, muéstrate arrepentida y agacha la cabeza hasta lograr tu cometido.

Esas serían sus palabras, ella me diría eso, lo sé. No puedo dejar de pensar en qué hacer para lograr lo que necesito, para lograr que Reynolds firme conmigo y me saque del hoyo. Nunca pensé que la necesitaría, ni en mis más horribles pesadillas imaginé tener que insistir para que se digne a oírme.

Estoy dando un paseo y ver si puedo despejar la mente, aunque lo dudo, lo que desearía es estar dándome un baño en leche de almendras para que luego Francisco me dé uno de sus masajes milagrosos, practicar Yoga si eso necesito, pero este pueblito seguro ni idea tiene que significar eso si ni saben lo que es tener agua caliente en las duchas, solo falta que un día de estos termine bañándome en el río.

—Señorita cómpreme una rosa — Lo observo es un muchachito ni de diez años, vestido de manera bastante humilde y con ojos suplicantes, en otro momento estaría gritándole que ni se me acerque, pero estoy tan dolida con el mundo que ni ganas de pelear tengo, tengo un billete que estaba guardando para comprar una botella de agua y ver alrededor, pero prefiero la rosa tal vez me inspire para volver a diseñar hace mucho que no lo hago.

Estoy dando una vuelta mirando tiendas, que nada se le comparan con la ciudad, pero es de esperar que les falta ese aire para entrar a otro mundo. Todo es tan sencillo, tan monocromático, tan sin vida, tan sin gracia.

Sin darme cuenta, he llevado hasta una fuente, veo a una niña cerrar los ojos y creo que también pedir un deseo por cómo mueve los labios y junta las manos a modo de rezo. La inocencia, divino tesoro, diría alguna de las viejas cacatúas de por aquí. ¡Pobre niña, como si la vida fuera tan fácil, es inverosímil que yo piense algo así, puesto que…!

—¿Qué vas a pedir, Jennifer? — Quiero mucho a mi amiga, yo ya sé cuál es mi deseo, por eso, traje la moneda de mayor valor que tenía, tal vez eso haga que sí se cumpla lo que quiero.

—Que seamos amigas para siempre —lo decimos al mismo tiempo, no tomamos las manos, cerramos los ojos y arrojamos nuestra moneda a la fuente de los deseos, quiero con todo mi corazón que nuestro deseo se haga realidad.

Fui tan tonta en esa época. Como decía mi madre, el mundo es de tiburones y la amistad no sirve de nada si quieres ser alguien en este mundo. Ella me enseñó a atacar antes que me ataquen, ella me enseñó a tener mente de ganadora, no de perdedora. YO SOY EL TIBURÓN Y EL MUNDO, LOS PECECITOS.

Ya me cansé de tanto caminar sin ver nada nuevo, cuando voy a girarme para regresar sobre mis pasos, choco con alguien, pero antes que me puedo caer por el choque esta persona me sujeta por la espalda, yo cerré los ojos por inercia durante unos segundos y al abrirlos, resulta que es el ser que menos quiero ver hoy, mañana y nunca OWEN REYNOLDS

—¡Imbécil ¿Qué te pasa?! — Es que el idiota me dejo caer y me queda viendo como estúpido, como puedo me paro me limpio la ropa sin dejar de emitir sonidos de rabia por haberme topado con este hombre, recojo mi rosa que gracias Dios no sufrió ningún daño, porque sería lo que me faltaba o tal vez que venga un perro me orine.

Cuando miro nuevamente a Owen, tiene cara de enfadado, ósea, él me deja caer al suelo y el molesto es él, ¡qué caradura es este hombre!

—¿De quién es esa rosa? No me mires así y respóndeme — Se acerca a mí con cara que quisiera matarme y yo no entiendo qué bicho le pico, no voy a dejar que venga a aquí a exigirme nada, está loco si voy a permitir que me trate cómo le da la gana, se le está haciendo costumbre venir a querer alzarme la voz.

—Disculpa, ¿estoy oyendo bien? Mira oficial de quinta, no tengo por qué darte explicaciones de nada, así me lo hubieran regalado o me lo hubiera comprado, es muy mi problema, porque yo no tengo por qué darte cuenta de mis actos, ni con mi padre lo he hecho, menos contigo policía idiota — Sin dejar de presionar mi dedo sobre su duro pecho una y otra vez, Dios es solo músculo este hombre, por un instante desvío mi mirada de sus ojos a su pecho, quedo sorprendida, porque aún veo y oigo que me habla su mirada está sobre mis labios.

—Ya no soy ese escuincle simplón, no soy ese renacuajo cuatro ojos ¿Cierto? — Una leve sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios, una que por un momento me deja como ida, muevo la cabeza, siento mi rostro ruborizado, debo reaccionar, giro sobre mis pies y me voy por donde venía, cuando oigo una voz es ella, Dios hoy no debí levantarme de la cama. Los Reynolds se pusieron de acuerdo para arruinarme el día.



#1151 en Novela romántica
#400 en Chick lit
#384 en Otros
#142 en Humor

En el texto hay: secretos, amor

Editado: 28.09.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.