Después de dejar en claro mis intenciones, el ambiente se volvió más tenso y así debía ser.
Decidimos que la ruta más práctica para nosotros, era una que no requería introducirse demasiado en el bosque de Feriskald, lo bordearíamos lo más cerca posible de la costa por el este. De ese modo evitaríamos a los animales salvajes más peligrosos y no nos alejaríamos de nuestro destino final. Es decir, el Pozo de la Perdición.
No tardamos mucho en ponernos en marcha, debíamos llegar ese día hasta al primer lago que nos debíamos topar en el camino.
Viviann y Ely iban a la cabeza del grupo, luego iba Traian, de cuarto Gunther y por último yo.
Ellas no se llevaban para nada bien, estaban todo el tiempo discutiendo mientras caminábamos por el improvisado sendero que nos iban marcando.
El bosque me recordaba al de Aslaug, solo que aquí no había senderos demarcados por la mano orferina nada para evitar perdernos, un bosque virgen.
Me preguntaba si había animales capaces de utilizar poderes como los orferinos, si también poseerían gemas o si eran animales ordinarios. Hasta ahora solo he visto unicornios, pegasos y al grifo que casi me convierte en su comida o la de sus crías.
Esperaba que no fueran tan aterradores como el grifo.
Los árboles eran gigantescos, a algunos no se les llegaba ni a ver la copa y los más viejos gozaban de un grosor imposible de acaparar entre cuatro o cinco personas. Los arbustos y hierbajos espesos, alguno que otro espinoso o con las ramas cortadas, al ser casi invierno las flores estaban marchitas o en su última etapa antes de soltar las semillas y esparcir su descendencia vegetal.
La luz del sol traspasaba a través de las hojas de algunos árboles, ayudando a que no tuviéramos que caminar casi a ciegas en medio de este salvaje bosque.
En casa, es decir, en el mundo de mamá y papá no solía ir mucho de excursiones, a veces acompañaba a mamá cuando iba a las reservas como guardaparques cuando era una niña, más adelante dejé de hacerlo y me quedaba la mayor parte del tiempo en casa viendo televisión o me quedaba en el celular viendo Youtube o Instagram.
En el castillo solo subía a mi pieza cuando debía irme a acostar, así evitaba quedar agotada de subir tantas escaleras y tener que recuperar tantas veces el aliento en el día. Tampoco realicé mucha actividad física que me mantuviera en forma, la comida habría sido otro problema si no fuera que la vomitaba, la que ahora sé que estaba envenenada y mi cuerpo la expulsaba en respuesta.
Me cansé a los diez minutos de empezar, pero me negaba a detenerme a descansar y que me vieran débil.
Recordé las palabras de mi madre, la Keratione, cuando me presentaron en sociedad por primera vez.
“-... en nuestros pies está la gran responsabilidad de dirigir y proteger nuestro reino. Debemos parecer perfectos ante nuestros ciudadanos, les da más seguridad y al mismo tiempo los hace más devotos y obedientes a nuestras normas…” su voz suave condescendiente resonó en mis oídos.
Ahora entendía que solo era una forma de mantener controlada a las masas que los admiraran y al mismo tiempo temieran de su mano castigadora. Endiosados por los súbditos, para dar una imagen de inalcanzables. Si seguía usando esa imagen, probablemente pueda evitar que ellos vieran mis debilidades y las usaran en mi contra, debía ser muy cuidadosa.
Aunque entendía eso, me costaba aceptar que mi madre estuvo deseando mi muerte desde que empecé a existir y que planeaba deshacerse de mí cuando vio que regresé con vida a Bijoutier. Nunca debí existir para ella. Lo peor es que fingía demasiado bien como para darme cuenta de sus mentiras.
“No debía existir” mientras miraba el suelo aguantaba las lágrimas que querían brotar, las negué pese a sentir que me rompía por dentro en mi corazón, me rompía en mil pedazos, pequeños e innumerables pedazos.
“No llores, no llores, aquí no, todavía no. No seas débil” me repetía en mi cabeza.
Tan absorta estaba en mis pensamientos que no me di cuenta que se habían detenido y choqué con Gunther, cuya altura nuevamente me intimidó. Él es un propietario de amatista como mi madre, lo que me generó más desconfianza que con los demás, aun si era un amatista oscuro.
-¿Por qué se detienen? —pregunté seca y demandante.
Viviann con una señal de su dedo me pidió que me callara.