Advertencia. Esta novela puede contener uno o más modismos chilenos.
-¿Estás segura que es necesario que no tenga mangas o que use un short? Me voy a morir de frío con esto —le pregunté a Viviann tras probarme el traje de baño que ella me había confeccionado.
-Claro que es necesario, yeminesa. No sería nada práctico —afirmó Viviann con una sonrisa maliciosa.
Después de comer, me fui con Viviann entre unos matorrales con arbustos de gran altura que evitaban miradas indiscretas, mientras esperaba que me bajara la comida para que no me diera un calambre. No estábamos muy lejos del campamento ni del lago, podía ver el agua azulada que reflejaba el cielo entre las tupidas hojas de un arbusto.
Me pidió que me quedara en ropa interior para tomar mis medidas, lo hice sintiéndome avergonzada con las mejillas ardiendo, aunque ya no estaba tan fofa me daba pudor estar casi desnuda, aun si ya me había visto Viviann cuando tomamos el baño hace un rato. Tomó las medidas de mi sostén de talla mediana y después la de mis caderas y muslos, era ropa interior blanca simple, no estaba rota ni vieja y cumplían su principal función, sino estaría más avergonzada de lo que ya estaba.
Viviann me confeccionó un traje de baño tipo bikini de color amarillo y verde musgo, por suerte no era muy peluda y no tenía que depilarme, era más bien lampiña. Demoró un par de horas en confeccionar tanto el sostén como el calzón del traje de baño. Me lo probé en cuanto terminó para comprobar que no tuviera muchas imperfecciones, aunque tapaba lo justo, me sentía prácticamente en ropa interior.
-¿No crees que es muy revelador? —pregunté cruzada de brazos, bastante cohibida.
-No, estará bien. El traje le queda a la perfección —contestó orgullosa de su trabajo.
-Pero estoy prácticamente en ropa interior —me quejé avergonzada.
-Deje de quejarse, yeminesa, no tiene de qué avergonzarse, sin ofender, tiene más bubis que yo —contestó Viviann animándome a usar el traje de baño, sonreía orgullosa y algo más que no supe descifrar— vamos yeminesa, Traian está esperando.
No muy convencida y cohibida, fui junto a Viviann devuelta al lago.
Traian estaba esperando de pie cerca de la orilla del lago, no nos había visto aún.
Viviann se fue a sentar en el campamento que estaba un poco alejado del lago, Traian había dicho que el lago podría aumentar su volumen y no deberíamos estar tan cerca si dormíamos allí, para evitar ser sorprendidos por el agua del lago nos quedamos tras una colina cercana con algunos árboles que la rodeaban.
Abrazada a mí misma cohibida con las mejillas enrojecidas, fui hacia donde estaba Traian.
Estaba a unos pocos metros de él en la orilla, Traian giró su rostro hacia mí.
Se veía sorprendido, provocando que me sintiera aún más avergonzada.
-¿Qué...? —Traian no terminó la frase, interrumpido por un chorro de agua del lago que por descuido de él, salió disparado a su cara.
Ahora la sorprendida era yo, tanto que no pude evitar reírme en una carcajada limpia.
-Qué torpe —murmuré al terminar de reírme.
Traian se quitó el agua de la cara, estaba avergonzado o eso me pareció cuando dejó de mirarme.
-Yeminesa ¿qué hace con eso? —preguntó mirando de reojo, se removió el cabello de la nuca.
-Fue idea de Viviann, dijo que así era más fácil que aprendiera a nadar —me excusé.
Traian murmuró algo a un volumen tan bajo que no lo pude oír, negó con la cabeza y luego volvió a mirarme a los ojos.
-Eso es verdad, aunque con un pantalón corto y un peto también podría facilitarle en el agua —comentó— bueno, empecemos.
Él aún estaba vestido, salvo en los pies que estaban descalzos y sin calcetines.
-¿Tú no vas a meterte con ropa o sí? —le pregunté extrañada.
Él sonrió con un brillo de diversión en sus ojos marinos.
-Yo no necesito quitarme la ropa y tampoco soy quien debe aprender a nada, sin ofender yeminesa —contestó con ironía en su voz aterciopelada y varonil— ¿va a entrar?
Me sorprendí, ya que normalmente actuaba serio o calmado.
Traian se metió al agua hasta la altura de las rodillas y luego se volteó a mí, yo tanteé el agua con los pies recordando que era fría, no me equivocaba estaba tan helada como recordaba y me estremecí de pies a cabeza.
Metí los pies, pero no me atreví a entrar más asustada.
-¿Qué pasa? Yeminesa —preguntó confundido.
Lo miré insegura y temerosa, retrocediendo un paso.
-Yo no estoy segura de esto, me asusta —admití asustada y avergonzada de mí misma.