La tensión entre Ely y yo se sentía en el aire después de nuestra pequeña discusión, sin embargo, por intentar llevar la fiesta en paz yo evitaba cualquier otra confrontación con ella. No iba a darle más problemas a nuestro grupo, me obligué a aguantarla o ignorarla, pese a que no me agradaba y sentía el comienzo de una extraña rivalidad con Ely, no quería que Traian tuviera que decidir entre ambas amistades.
Las clases de natación se suspendieron con la llegada del invierno, Traian lo sugirió al ser consciente que con temperaturas tan bajas era muy fácil que alguno se resfriara, lo que agradecí no deseaba agarrarme algún bichito al que mi cuerpo no estaba preparado para combatir o peor un virus desconocido.
Nos empezamos a acercar a la cueva que estaba próxima a la base de la montaña hacia el extremo norte del continente, ya habíamos recolectado suficientes alimentos para soportar el austero clima invernal y de montaña.
"¿Era norte o era sur?" Era difícil saber sin una brújula, pero en mi mente me imaginaba que íbamos hacia el norte.
Gunther se ofreció para cargar las provisiones al ser el más alto y al tener una fuerza contradictoria a su delgada y poco corpulenta musculatura, pensaba que al dedicarse más a la investigación y al uso de venenos sería más débil, lo que me recordaba que no debía basarme simplemente en las apariencias o prejuicios. La mayor parte de las provisiones las cargaba en una canasta que Viviann le había tejido con cuero, madera y tallos secados por Traian como fibras de mimbre. La menor parte de las provisiones la llevaba en mi mochila, Traian amablemente se ofreció para llevarla por mí, pero me negué y le agradecí por su gesto.
Pero la presión de la mochila en mi espalda era mayor al que pensaba que podía soportar, sumado a que subir la montaña era difícil para mí, caminaba más lento de lo usual, pese a haber adquirido mayor resistencia durante estos días en Feriskald los años de completo sedentarismo no habían desaparecido del todo.
-Aylén, vas muy lento ¿Segura que no quieres que te ayude a llevarlo? —preguntó Traian, quien iba detrás de mí.
-No, estoy bien. Intentaré ir más deprisa —contesté con la voz agitada y agonizante al tratar de controlar mi respiración sofocante.
Sentía que las piernas me quemaban por el esfuerzo, aún así les dí más presión para no retrasar al grupo.
Me negaba a ser un cacho, después de todo, el viaje lo estábamos realizando por mis caprichos egoístas y, a excepción de Ely, ellos aceptaron continuar conmigo aun cuando les di la alternativa de volver a Amáfiro si lo deseaban, me sentía responsable y prefería aguantar a quejarme como una cabra chica malcriada.
Viviann iba como siempre a la cabeza, de segundo iba Gunther, de tercera Ely, cuarta yo y Traian en la retaguardia.
Era ya el mediodía cuando vimos la cueva separada a pocos pasos de nosotros solo por un terreno plano e inclinado como una rampa con irregularidades, sin alteraciones por manos orferinas o humanas.
Me alegraba que no nos hayamos demorado tanto en encontrar la cueva por mi culpa, pronto la podríamos atravesar y esperaba que tuviera otro lado por el cual salir o sería un camino sin salida.
Vivian, Gunther y Ely entraron primero.
Viviann con su entusiasmo habitual se apresuró con la emoción de la aventura a flor de piel.
-¡¿Están listos para descubrir los tesoros de la cueva?! —gritó Viviann eufórica.
-Cállate cerebro de pájaro —susurró Ely regañando a Viviann.
-No grites, vas a hacer que la cueva se nos caiga encima —la regañó también Gunther en un susurro.
Miré el techo de la cueva en medio del umbral con miedo de que la advertencia de Gunther se hiciera realidad, luego me puse a mirar fijamente sobre mi cabeza. Estuve como un minuto escudriñando mi mirada allí, miré a los chicos que ya estaban dentro y después me giré a mirar a mis espaldas hacia Traian, él todavía se encontraba fuera.
Me invadió un mal presentimiento y, por instinto, rápidamente me dispuse a empujar a Traian impidiendo como podía que se pusiera debajo de la entrada de la cueva.
-Hey ¿Por qué me empujaste? —preguntó él claramente extrañado.
No le respondí, no lo podía explicar, porque mi mente fue más lenta que mi cuerpo para reaccionar, impedir que él entrara era lo único que logré entender.
Me volteé unos pocos segundos después al oír unos fuertes y estruendosos crujidos provenientes del interior de la cueva, la advertencia de Gunther se hizo real, las rocas del techo del umbral estaban cayendo por su propio peso y se estrellaban contra el suelo de la cueva.
Sentí a Traian rodearme con los brazos para alejarnos de la cueva obligándome a retroceder varios pasos, me agarró con fuerza siendo algo brusco por la urgencia y las prisas.
Estaba más que desconcertada viendo las rocas caer, no sabía cómo actuar o qué sentir, pero el asombro pronto fue reemplazado por el miedo de no saber cómo se encontraban nuestros amigos, si les afectó el derrumbe.
Estuvimos quietos hasta que las rocas pararon de estrellarse contra el suelo y el piso dejó de temblar.
Nos acercamos con cuidado a lo que fue el umbral de la cueva, había un pequeño orificio que quedó entre el montón de rocas apelotonadas y apretadas unas sobre otras, el orificio no era muy grande, pero era lo suficiente como para hablar a través de él.