El grifo juvenil salió arrancando asustado, sino iba a terminar envuelto en hielo.
Traian había quedado malherido, la sangre brotaba por montones en su hombro derecho, donde el grifo lo hirió y destrozó su ropa con sus garras descubriendo esa parte de su cuerpo.
Él volteó a mirarme de pies a cabeza, comprobando que yo estaba ilesa.
El corazón se me apretó sintiendo punzadas de dolor, una inmensa angustia me invadió junto a la culpa y la preocupación.
-Traian estás sangrando —estaba más que alterada.
-No es nada, estaré bien en un rato —le restó importancia moviendo su brazo herido y sonrió tratando de tranquilizarme.
No logró convencerme y fruncí la mirada conmocionada.
-No, no se te pasará en un rato. Estás sangrando mucho, debemos tratar la herida ahora —objeté en desacuerdo con su postura.
-No es necesario, ya dije que estaré bien —protestó insistente.
Me crucé de brazos, no quería discutir, pero no iba a dejar que su herida se infectara.
-No, no estarás bien. Debemos tratar tu herida o sino... —insinué tratando de ganar esta discusión, después de todo, se hirió por mi culpa y me preocupaba que se infectara.
-O sino ¿qué? Aylén —me apremió a terminar, se veía preocupado.
-O sino podría infectarse y gangrenarse, después tendrás que amputar tu brazo para que no escale a mayores y... —le estaba enumerando las consecuencias que tendría si no me permitía curar la herida.
Empalideció.
-¡Ya entendí! ¡Ya entendí! Me trataré la herida ¿contenta? —me interrumpió aterrado con mi descripción— ¿Dónde me pongo? ¿Cómo vamos a tratar la herida?
Suspiré aliviada de que accediera.
-Tengo un botiquín de primeros auxilios en la mochila, nos servirá —le expliqué tratando de controlar mi angustia y lo miraba con seriedad— en todo caso, tú solo debes ser un buen paciente y hacer todo lo que yo te diga ¿de acuerdo?
Él suspiró también, pero con resignación.
-Bien, como quieras. Si así quedas más tranquila, haré todo lo posible por comportarme —prometió rodando los ojos a regañadientes.
Busqué con la mirada hasta que encontré un árbol con el tronco caído donde se podría sentar y me facilitaría la tarea.
-Siéntate allí —le ordené apuntando al tronco del árbol.
Traian siguió mis órdenes sin objetar, quedando semi sentado con los pies apoyados en el suelo, con su cuello a la altura de mi cara.
-Quítate la polera, necesito que tengas el hombro descubierto para curarte —le volví a ordenar.
Él se la quitó y la dejó a un lado, dándome una clara visión de su piel blanca algo rosada, su respiración estaba algo agitada por su pecho. Miré la herida de su hombro, sangraba bastante, su piel desgarrada por el ataque de ese animal cuando se interpuso para salvarme.
La culpa y la preocupación me comían viva las entrañas. Se me encogió la guata de tan solo verlo.
Saqué de la mochila una botella de alcohol y unas gasas no adherentes. Me eché alcohol en las manos antes de que lo impregnara en la gasa.
-No te muevas—le impuse.
Pasé la gasa por la herida.
Fruncí el ceño, concentrada en mi tarea.
-¡Ay! ¡Eso arde! —se quejó tratando de alejarse.
Lo agarré para impedir que se siguiera moviendo, pasé mi mano con otra gasa bañada en alcohol, bien afirmada en su hombro.
-Te dije que no te movieras —lo regañé.
-Pero eso arde — se quejó de nuevo, sonando como un niño.
-Lo sé, sé que arde, pero lo necesito para desinfectar la herida —le expliqué— trataré de no tardar mucho, por favor sé un buen paciente y no te muevas ¿sí?
Traian se quedó quieto soportando el efecto del alcohol, lo sentí observarme mientras pasaba con suavidad la gasa causarle menos dolor.
-Eres un tonto, ¿por qué me protegiste de esa manera? —le tiré molesta, aunque no con él sino conmigo misma.
-Se dice gracias, ese animal iba a atacarte y no lo pensé solo actué —se excusó Traian ante mi reclamo.
Tragué saliva, sintiendo mi cuerpo temblar.
Detuve mi tarea pensativa.
-Lo siento, Traian. Por mi culpa saliste herido, por estar distraída, por protegerme —me lamenté sintiendo como mi corazón se me apretaba de tan solo pensar que pudo pasar a mayores— si pudiera usar mi don, si fuera más fuerte no hubiera pasado esto.
Él negó con la cabeza.
-Pues con o sin gema no lo pensaría dos veces antes de protegerte si lo necesitaras —afirmó sin vacilar.
Volteé a mirarlo impresionada.
-¿Por qué lo haces? —le pregunté intrigada.
"¿Por qué cuidas tanto de mí?"
Él miraba para otro lado, parecía avergonzado, no pude ver bien su expresión pese a la cercanía.