Bijoutier

Capítulo 17

Durante esa misma noche nos quedamos dentro del tronco de un árbol hueco, donde cabíamos perfectamente los dos.

-¿Puedo abrazarte de nuevo mientras duermes? Prometo comportarme y que solo será un abrazo, a no ser que tú quieras más —pidió Traian con una sonrisa llena de ilusión.

Me sonrojé avergonzada, pero asentí con la cabeza.

Ambos estábamos sentados uno al lado del otro, me acercó más usando su brazo izquierdo que me rodeó la cintura desde la espalda baja quedando de lado e inclinada hacia su cuerpo, su mano derecha la posó sobre mi cabello por la base de la nuca. Sus ojos azules parecían brillar intensamente con una calidez que me hipnotizaba, realmente le gustaba, me miraba con tanto cariño e ilusión. Me hacía sentir especial, me tenía atrapada en una especie de encantamiento y que era capaz de aceptar como si de una droga adictiva se tratara, la que estaba empezando a reconocer y no quería dejar, pese a lo tímida que me sentía con tantas sensaciones nuevas e intensas.

Tuvimos que esperar un día más dentro del tronco del árbol, una tormenta nos sorprendió en la madrugada, caía la lluvia con mucha fuerza sin cesar, el viento amenazaba con empujarnos y de vez en cuando rayos eléctricos iban y venían en el exterior del árbol. Traian seguía abrazándome manteniendo el calor entre los dos y me protegía de algunas gotas que ingresaban ayudadas por el viento. Solo esperaba que no nos cayera ningún rayo encima, los truenos sonaban aterradores. Él congeló la entrada del tronco para que no entrara algún animal que estuviera escapando de la tormenta, solo dejó un pequeño espacio para poder respirar. Apoyaba mi espalda en sus pectorales y mi cabeza en el hueco de su cuello, jugaba con la gema de Traian estudiando su forma y su textura con las yemas de mis dedos. Él simplemente se dejaba regalonear complacido. Estaba tan agusto entre sus brazos que casi se me olvidaba que debíamos reunirnos con nuestros amigos en la entrada de la cueva, casi olvidaba que quería volver a casa y abandonar Bijoutier.

En estos días que he estado junto a Traian y los demás me he dado cuenta lo equivocada que estaba y lo weona que fui por dejar que el miedo me controlara. Aun si me era difícil sentirme cómoda aquí, Bijoutier es mi mundo y ahora no tenía motivos para arrancar si había gente en la que pudiera confiar, sea humano o sea orferino. Sabía que a Traian le importaba mucho y él es la razón principal por la que he desistido en volver al mundo humano con mis papás adoptivos, para qué iba a negarlo, sé que ellos me recibirían con los brazos abiertos si decidiera volver algún día. Sin embargo, no quería que el miedo fuera el que me empujara a tomar esa decisión y la verdad ya no quería irme. Pese a no conocerme mucho a mí misma, sabía que quería seguir estando junto a Traian y nuestros amigos, quiero encontrar mi valor personal y el propósito de mi vida. Este ha sido mi objetivo a conseguir desde que tengo uso de razón y sigue siendo después de descubrir que no era humana y que era mitad princesa, es decir, yeminesa.

La tormenta duró todo el día, paró durante la noche mientras dormíamos sentados y en la mañana siguiente el suelo del bosque estaba enlodado. El hielo de la entrada se había derretido, Traian no se había molestado en retocarlo tampoco, al terminar la tormenta retomamos una vez más el rumbo hacia nuestro destino.

Estábamos subiendo una colina con más dificultad, el lodo volvía más resbaladizo el suelo de tierra, los hierbajos tampoco facilitaban la escalada del terreno irregular.

Estuvimos toda la mañana subiendo por la colina, el camino se fue volviendo angosto, con más hierbas que nos sobrepasaban la altura apenas unos centímetros y que no perdían el color verdoso en sus tallos y hojas, las piedras del suelo marcaban el ritmo de nuestra caminata. Aunque no pasamos a la cima de la montaña, ya no nos encontrábamos tan cerca de su base, y debíamos cuidar nuestros pasos para evitar tropezar y caer.

Yo andaba lo más lejos del borde, temerosa e insegura al no estar familiarizada, Traian me incitaba a mantener el ritmo arrastrándome junto a él con su mano izquierda en mi espalda, rozando suavemente mi brazo. Aun si solo era un ligero toque y sin otras intenciones y debería estar más atenta a mis pies, ese pequeño roce me tenía atontada y con el corazón latiéndome a mil y no solo por el esfuerzo físico, ahora ya sabía que era porque él me gusta y no lo podía evitar ni ignorar.

Eché un vistazo ligeramente hacia su rostro, una sonrisa serena curvaba sus labios entre sus anchas mejillas pobladas por su corto vello facial, sus ojos del color del mar satisfechos y alegres miraban al frente, mientras vigilaba con pocas prisas el suelo bajo nuestros pies. Disfrutaba con calma aquel momento entre los dos, lo que me hacía preguntarme cuánto tiempo fui tan lenta como para no darme cuenta que él me quería.

Un río nos bloqueó el paso y tuvimos que detenernos, este no era muy ancho, pero su corriente era fuerte y terminaba en una caída de agua, la pendiente estaba a pocos metros de distancia, la altura de la pendiente era profunda y no se veía la continuación de la caída de agua. Si tropezábamos íbamos a ser arrastrados por la corriente, ya que por la fuerza con que se movía el río las piedras a su alrededor no debían ser muy firmes.

Traian se acercó al río, yo lo observaba atenta y con curiosidad, estiró el brazo derecho y una sección del río empezó a ser congelado. El río se desbordaba por los lados al ser obstruido por el hielo que era cada vez más sólido como una represa contuvo y aminoró el cauce violento del río.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.