-¿Estás segura que quieres hacer esto? —me volvió a preguntar Traian preocupado y dudoso, dándome la posibilidad de echarme para atrás.
Asentí con la cabeza, desanimada.
-Tengo que hacerlo, tengo que ver ese pozo por mis propios ojos —contesté sintiendo dolorosos pinchazos en mi corazón como si vidrios rotos se trataran y se clavaban profundamente allí.
En definitiva esta iba a ser la parte más dura y difícil del viaje.
Aún no había amanecido cuando nos levantamos en la madrugada, el hielo en la superficie marina acuosa formaba cristales de diferentes tamaños, los que se mezclaban en medio de la arena al reventar las olas en la orilla de la playa.
Cruzar a la primera isla fue fácil estaba casi pegada al continente de Feriskald, las otras dos estaban un poco más separadas y Traian nos tuvo que ayudar a mantener el camino con unos puentes de hielo algo resbaladizos. La única que no tuvo problemas fue Viviann, ella iba sentada en una nube junto a nosotros. La miraba con envidia mientras cruzaba con dificultad de isla en isla.
Llegamos a la isla del Pozo de la Perdición al mediodía. Viviann nos acompañó a cruzar la última islita a pie.
-Esta isla no tiene nombre ¿o sí? —les pregunté con curiosidad tras poner mis pies sobre la isla del Pozo de la Perdición.
-Ni idea, la gente no suele hablar de esta isla por miedo al pozo —contestó Viviann.
-Recuerdo que los ancianos en Amáfiro la llaman Kalevman, dado que está muy al norte y es un lugar repleto de montañas—me explicó Gunther.
En verdad estaba lleno de montañas, me preguntaba en cuál de todas estaba el famoso pozo.
-Y ¿cuál de todas esas montañas debemos subir para encontrar el pozo? —le pregunté a Gunther.
-Es la que está más al centro, es la más grande y empinada de todas —contestó Gunther con sabiduría— está casi en la cima dentro de una cueva, eso suelen decir, los pergaminos de geografía antigua.
Si la montaña de Feriskald que no era muy alta la encontré difícil de subir, no me imaginaba cuán difícil sería la montaña del pozo.
-¿Cuánto creen que nos demoraremos en subir la montaña? —pregunté intrigada.
Gunther hizo una mueca de desagrado.
-Eso no lo dicen los pergaminos, pero supongo que varios días, podríamos demorar incluso semanas a pie y hay que considerar el clima que nos puede retrasar yo le daría un mes o un poco menos —dijo Gunther pensativo,
-¿Tanto? ¡¿Tan alta es?! —exclamé sorprendida y preocupada.
-Eso demorarán ustedes, los esperaré en la cima —se mofó Viviann con arrogancia.
Viviann tenía los brazos en jarra y su sonrisa arrogante cambió por una mueca y los ojos se le exaltaron, se veía completamente perpleja y preocupada.
-¿Qué pasa Viv? —preguntó Traian detrás de mí.
-No puedo elevarme como siempre, mi gema no la puedo hacer brillar —contestó ella alarmada.
Los demás la miraron igual de preocupados e intentaron usar sus gemas, pero ninguno pudo emitir el resplandor de su gema.
-¿Ninguno puede usar sus poderes? ¿Será algún efecto de la isla? —pensé en voz alta extrañada.
-No, ninguno puede, debemos subir sin ayuda de las gemas —contestó Traian con lata en su voz, me miró con una seriedad preocupante— te lo repetiré por última vez antes de que sigamos ¿realmente quieres ir donde ese pozo?
Asentí con la cabeza.
-Sí, realmente quiero ver el pozo por mí misma, pero si alguno no quiere puede…
-Hey, sabes que yo te acompañaré de todas formas —me interrumpió Traian y puso su mano en mi hombro dándome un suave apretón para que sintiera su apoyo.
Lo miré sorprendida.
-Sí, ya estamos aquí, Aylén. Yo también seguiré, aunque me da flojera tener que subir a pie —afirmó Viviann.
Volteé a mirarla igual de sorprendida.
-A mí me da curiosidad el pozo, así que también seguiré contigo —contestó Gunther.
Luego miré a Ely, sabía que a ella no le agradaba y aún mantiene nuestra diferencia social como una barrera entre nosotras.
-Yo iré, pero porque los demás van, no me quiero quedar aquí sola —Ely contestó con la misma hostilidad de siempre y me miró malhumorada— espero que después de esto deje de darnos problemas, yeminesa.
-Gracias a todos —les agradecí con una mano en el corazón.
Agradecía profundamente su apoyo, no quería ir realmente sola, sería mucho más duro terminar de aceptar la verdad que negué desde que salí huyendo del castillo.
La montaña de Feriskald fue un pequeño precalentamiento en comparación a la que debíamos subir para encontrar la cueva donde se escondía el famoso pozo. Debíamos dormir pegados uno al lado del otro sin el poder de Ely o de Traian que nos pudiera proporcionar un refugio por culpa del extraño fenómeno en la isla que anula el uso de las gemas, convirtiéndolas solo en una mera decoración en el cuerpo. Viviann se quejaba por esto al tener que subir a pie la montaña, era la que más se quejaba. Yo me había acostumbrado a forzar mi cuerpo a volverse más activo durante el mes que hemos estado viajando por Feriskald y no me sentía tan cansada como el primer día tras haber huido del castillo y de la civilización orferina.