Bijoutier

Capítulo 18

-¿Estás segura de que quieres hacer esto? —me volvió a preguntar Traian.

Asentí con la cabeza, desanimada, pero decidida.

-Tengo que hacerlo, tengo que ver ese pozo por mis propios ojos —contesté sintiendo dolorosos pinchazos en mi corazón como si vidrios rotos se trataran y se clavaban profundamente allí.

Esta iba a ser la parte más dura y difícil del viaje, ya lo sabía. Aunque no estaba segura de estar mentalmente preparada para lo que presencie dentro del Pozo de la Perdición.

Todavía no había salido el sol cuando nos levantamos, el hielo en la superficie marina acuosa formaba cristales de diferentes tamaños, los que se mezclaban en medio de la arena al reventar las olas en la orilla de la playa. El invierno polar se sentía mucho más potente a esas horas que se encuentran entre la noche y el día, incluso con las capas de ropa que llevábamos puesta el frío calaba hasta en los huesos entumeciendo nuestros cuerpos.

Cruzar a la primera isla fue fácil estaba casi pegada al continente de Feriskald, las otras dos estaban un poco más separadas y Traian nos tuvo que ayudar a mantener el camino con unos puentes de hielo algo resbaladizos. La única que no tuvo problemas fue Viviann, ella iba sentada en una nube junto a nosotros. La miraba con envidia mientras cruzaba con dificultad de isla en isla.

Llegamos a la isla del Pozo de la Perdición al mediodía. Viviann nos acompañó a cruzar la última islita a pie.

-Esta isla no tiene nombre ¿o sí? —les pregunté con curiosidad tras poner mis pies sobre la isla del Pozo de la Perdición.

-Ni idea, la gente no suele hablar de esta isla por miedo al pozo —contestó Viviann.

-Recuerdo que los ancianos en Amáfiro la llaman Kalevman, dado que está muy al norte y es un lugar repleto de montañas—me explicó Gunther.

-Y ¿cuál de todas esas montañas debemos subir para encontrar el pozo? —le pregunté a Gunther.

-Es la que está más al centro, es la más grande y empinada de todas —contestó Gunther con sabiduría— está casi en la cima dentro de una cueva, eso suelen decir, los pergaminos de geografía antigua.

Si la montaña de Feriskald que no era muy alta la encontré difícil de subir, no me imaginaba cuán difícil sería la montaña del pozo.

-¿Cuánto creen que nos demoraremos en subir la montaña? —pregunté intrigada.

Gunther hizo una mueca de desagrado.

-Eso no lo dicen los pergaminos, pero supongo que varios días, podríamos demorar incluso semanas a pie y hay que considerar el clima que nos puede retrasar yo le daría un mes o un poco menos —dijo Gunther pensativo,

-¿Tanto? ¡¿Tan alta es?! —exclamé sorprendida.

-Eso demorarán ustedes, los esperaré en la cima —se mofó Viviann con arrogancia.

Viviann tenía una expresión más bien seria y perpleja.

-¿Qué pasa Viv? —preguntó Traian detrás de mí.

-No puedo elevarme como siempre, mi gema no la puedo hacer brillar —contestó ella sin dejar su expresión de asombro.

Los demás la miraron tan preocupados como lo estaba Viviann e intentaron activar sus gemas.

-¿Ninguno puede usar sus poderes? ¿Será algún efecto de la isla? —pensé en voz alta extrañada.

-No, ninguno puede, debemos subir sin ayuda de las gemas —contestó Traian con lata en su voz, me miró con una seriedad preocupante— te lo repetiré por última vez antes de que sigamos ¿realmente quieres ir donde ese pozo?

Asentí con la cabeza.

-Sí, realmente quiero ver el pozo por mí misma, pero si alguno no quiere puede…

-Hey, sabes que yo te acompañaré de todas formas —me interrumpió Traian y puso su mano en mi hombro dándome un suave apretón para que sintiera su apoyo.

-Sí, ya estamos aquí, Aylén. Yo también seguiré, aunque me da flojera tener que subir a pie —afirmó Viviann.

-A mí me da curiosidad el pozo, así que también seguiré contigo —contestó Gunther.

Luego miré a Ely, sabía que a ella no le agradaba y aún mantiene nuestra diferencia social como una barrera entre nosotras.

-Yo iré, pero porque los demás van —Ely contestó con la misma hostilidad de siempre y me miró malhumorada— espero que después de esto deje de darnos problemas, yeminesa.

-Gracias —les agradecí con una mano en el corazón.

Agradecía profundamente su apoyo, no quería ir realmente sola, sería mucho más duro terminar de aceptar la verdad que negué desde que salí huyendo del castillo.

La montaña de Feriskald fue un pequeño precalentamiento para lo que estaba por venir. Durante las noches debíamos dormir pegados uno al lado del otro sin el poder de Ely o de Traian que nos pudiera ayudar a resistir el viento polar que se volvía cada vez más insoportable por cada tramo que subíamos de la montaña. Viviann se quejaba por esto al tener que subir a pie la montaña, era la que más se quejaba.

Tardamos casi medio mes en subir la montaña hasta al fin encontrar la entrada de la cueva, esta estaba en una meseta, apenas cabíamos los cinco entre el diámetro y el arco de la semicircunferencia formada delante de la cueva. El umbral de la cueva era angosto y de poca altura, debíamos entrar de a uno, Gunther y Ely tuvieron que agacharse para poder ingresar, aunque después del umbral el techo se volvió más alto. Estaba demasiado oscuro en el interior, la linterna solo permitía que pudiéramos ver nuestros pies, por suerte, solo había un camino que se abría por las angostas paredes de piedra de la cueva.




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