Bijoutier

Capítulo 19

Traian me abrazó con más fuerza, haciéndome sentir protegida como si fuera una niña pequeña. Ya no tenía más lágrimas que derramar y me quedé allí con la cabeza recostada en su pecho sintiendo como el calor de su cuerpo me calmaba hasta casi olvidarme del dolor de ser odiada por mi madre, adormeciendo un poco mis sentidos.

Ya más tranquila, levanté mi cabeza y le di un suave beso en la barbilla agradecida. Lo sentí estremecerse ante mi tacto.

Sus manos pasaron por mi rostro evaporando las lágrimas que aún cubrían mis mejillas, estaba tan concentrado en eliminar la evidencia de que estuve llorando, tenía el ceño ligeramente fruncido, mientras que sus hermosos ojos zafiritos me transmitían una templanza contagiosa.

Suspiré con la delicadeza de sus dedos que rozaban mi piel sintiendo en mi pecho un extraño y placentero calorcito que me aguachaba, el mismo con que estaba calmando el dolor. Puso un mechón de pelo detrás de mi oreja sin quitar su mano derecha de mi rostro, me daba suaves caricias con el pulgar. Me tocaba con mucho cuidado y cariño como si temiera que me fuera a romper.

-¿Estás mejor? —se atrevió a preguntar.

-No lo sé, gracias por preguntar — suspiré desganada.

-Lamento que Ely haya dicho cosas tan crueles —se disculpó de nuevo.

Recordarla me hirvió la sangre.

-De nuevo ¿por qué te disculpas por ella? Y te repito que no dijo nada que no fuera mentira sobre mi madre y lo que soy, una bastarda —fruncí el entrecejo molesta.

-Sí, pero no tenía porqué decirlo de esa forma tan hiriente —suspiró resignado— Ely no es mala, solo no tiene filtro y le falta madurar.

Me molesté más y lo fulminé con la mirada.

-¿La estás justificando? Una cosa es ser sincero y otra distinta es ser hiriente —gruñí enfadada.

-Solo quiero que se lleven bien y fuesen amigas —contestó incómodo.

-¿Esperabas que fuéramos amigas?

-No, pero así habría sido más fácil —admitió resignado— que la orferina que me gusta y mi familia se lleven bien habría sido ideal, ya sabes que considero a Ely como mi hermana.

"Dudo mucho que Ely piense igual" pensé con recelo.

Giré el rostro cabreada.

-Por favor dejemos de hablar de ella —le exigí.

-Está bien, como quieras.

Suspiró de nuevo con resignación.

-Por cierto hay algo que me está molestando, pero no sé si es el momento para preguntarte —cambió de tema poniéndose misterioso.

-Pues ya estás preguntando, dime —lo alenté a continuar intrigada.

-¿En verdad soy el primero en conquistar tu corazón, Aylén? —preguntó pensativo.

Me dejó desconcertada.

-Sí, eres el primer chico que me gusta, ya te lo dije cuando estuvimos solos por la montaña de Feriskald y te pedí que fuéramos despacio —admití sin dudar.

Me miraba tan o más desconcertado que yo.

-Sí, pero pensé que te referías a que nuestra relación era demasiado nueva para ti y acepté porque no me importa ir despacio contigo —contestó aún sorprendido y frunció el ceño— ¿en verdad nunca estuviste con otro antes de mí?

-No, nunca —respondí rotundamente.

-Me cuesta mucho creer eso —soltó con una expresión seria.

-¿No me crees? —lo acusé dolida por su suspicacia.

-No me malinterpretes, sé que me dices la verdad —aclaró él serio— pero no puedo creer que nadie se fijara en ti en todo este tiempo.

Lo miraba extrañada.

-Pues yo no recuerdo que nadie me joteara —insistí.

-Aún así me es imposible creer que fueran tan idiotas para no fijarse en ti —insistió él también.

-¿Por qué no?

-Eres demasiado hermosa como para pasar desapercibida —afirmó sin titubear.

Me sonrojé ante su repentino halago.

-Eso... solo lo dices porque te gusto —protesté avergonzada.

Sonrió de lado haciendo temblar mis piernas.

-Y por eso puedo decir que soy una víctima de tus encantos —enarcó una ceja con una sonrisa maliciosa— ¿o crees que solo me gustas por tu bonita personalidad?

Bajé la mirada avergonzada, pero Traian no me dejó perder nuestro contacto visual.

-Pues eso solo lo piensas tú, yo nunca me di cuenta de ello —volví a protestar— ni sé cómo te terminé gustando.

Su sonrisa y sus caricias en mi rostro aturdían mis sentidos.

-Ya te lo dije antes, eres hermosa y encantadora con ese aire inocente tan irresistible, puede que estés ciega cuando se trata de ti —contestó con una voz aterciopelada y galante— bueno si es como dices, mejor para mí.

Me sonrojé aún más, sintiendo mis extremidades derretirse entre sus brazos como si fuera un helado en verano.

Suspiré embelesada.

-¿Por qué es mejor para ti? —pregunté con curiosidad.




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