Bijoutier – La Yeminesa Bastarda

Capítulo 21

En la mañana vinieron Naida y Claudine a alistarme para empezar los ensayos y preparativos para la boda, no había dormido muy bien y estaba segura que parecía un mapache con las ojeras, sentía un gran hueco donde se suponía que estaba mi corazón y que me pesaba todo el cuerpo.

-Buenos días, su yeminesa —saludó Naida con una sumisión alegre.

-B… bue… buenos… días —le contesté tratando de disimular mi mal humor.

Ellas no debían saber que estaba siendo chantajeada y era mejor así.

-Nos traerá problemas…” resonaba en mi cabeza la voz de Ely como un doloroso recordatorio.

Me obligaron a ensayar cada paso que debía cumplir de acuerdo al protocolo nupcial de Aricuos. Este dictaba cómo debía caminar, cómo debía ingresar al Cuarzo Cristaprismal, cómo debía saludar a los súbditos, cómo debía recibir la bendición de la Prisma, cómo debía dar el juramento nupcial real a la sacerdotisa principal de la gemesófia, cómo debía saludar a los invitados de todo el reino que incluía a algunos ignitos que harían de testigos del pacto entre Ignita y Aricuos, cómo debía firmar finalmente el contrato.

En la tarde vino la modista real para tomarme las medidas y junto a un grupo de asistentes turquesinas y esmeralditas me comenzaron a confeccionar el vestido nupcial tal como les había ordenado la Keratione.

-Esa sonrisa aún se ve muy falsa, esfuérzate más —me reprendió mi madre unas noches antes de la boda.

-¿Qué quieres que haga? No puedo volverme tan buena mentirosa de la noche a la mañana, no como tú —me excusé al intentar defenderme.

-Si no te vieras tan parecida a mí cuando era joven, sería difícil decir que eres mi hija —dijo ella despectiva.

-Pues claro, no fuiste tú quien me crió durante diecinueve años —le solté con rencor doliendo como si se clavaran espinas en todo mi cuerpo.

-Eso es evidente —dijo indiferente a mi reclamo— como sea, debes seguir practicando hasta que sea creíble. Todo debe salir a la perfección, firmarás el contrato y te irás a Ignita como está planeado.

-¿Cómo voy a firmar si no sé leer ni escribir el idioma de aquí? —le pregunté desconfiada.

-No es necesario que seas letrada, un turquesino leerá para toda la audiencia los requisitos del contrato y solo continuar practicando tu firma en el lugar que te han indicado en los ensayos —aclaró ella— si algo sale mal el día del contrato ya sabes lo que le pasará a tus amigos.

Asentí sin rechistar.

Me sentía una marioneta, hacía lo que me pedían por miedo al chantaje de la arpía que tenía por madre. No me importaría huir de nuevo a Kalevmann si la amenaza de mi madre no me detuviera, quería proteger a Traian y a nuestros amigos, y bueno, a Ely también, aunque no fuimos amigas y terminara siendo mi rival en el amor, no le desearía algo tan terrible como la muerte.

Se decidió que la ceremonia de la boda se daría al amanecer recibiendo la luz celestial de la Prisma.

No había pegado un ojo en toda la noche y estaba segura que debía parecer un mapache, la sensación de no poder escapar ni negarme a esa boda me tenía angustiada, resignada a volver a llorar en silencio y en soledad.

Era una de las mañanas más heladas en Aricuos, congelaba hasta los huesos. Antes que vinieran las mellizas a ayudarme a vestirme, me puse la ropa interior humana, las primeras capas de pantalón y polera que traía puestas cuando me secuestraron, aunque fuese un débil intento de rebeldía no me importaba, así podría conservar algo mío.

-Buenos días yeminesa —saludaron cordial y alegremente las mellizas en coro.

-Buenos días —contesté en un flojo saludo.

-Se ha levantado temprano su yeminesa ¿Está ansiosa por su alianza con el yemino de Ignita? —señaló Claudine sorprendida y curiosa.

Tenía la ropa interior con forma de camisón encima de las primeras capas, las mellizas no hicieron mención de estas, por lo que pensé que quedaron bien ocultas como quería.

-Sí, estoy muy ansiosa —dije sin poder evitar que sonara amargada, aunque no era mentira que estaba ansiosa, pero no en el buen sentido.

-Qué mal que el clima no acompañe a un día tan especial como hoy —comentó Claudine— se siente como si fuera a nevar, puedo sentir cómo se congela el viento.

Naida empezó a colocarme una especie de corsé que debía usar bajo el vestido matrimonial, Claudine de unas voluptuosas mallas de tul que debían dar volumen al vestido.

-Cali me contó ayer que pudo sentir varias nubes con pequeños copos de nieve acumulados sobre el Cuarzo —informó Naida a Claudine— a lo mejor los han creado a propósito para cuando termine la ceremonia con la Prisma y la yeminesa salga.

A ambas les emocionaba la boda como a la mayoría de los plebeyos de Aricuos, la unión en matrimonio de dos deidades y sus reinos estaba en boca de todos, incluso dentro del castillo de Aslaug estaban ilusionados.

La noche anterior el vestido nupcial fue colocado sobre un maniquí de hielo cerca del vitral de la terraza, parecía la vestimenta de una princesa de cuento medieval. La falda acampanada llegaba hasta el suelo ocultando mis pies, mangas largas hasta las muñecas mostrando apenas mis manos, escote rectangular poco pronunciado. La parte principal del vestido era tan blanca como la nieve, con fibras doradas y platinadas cosidas a mano. La manga derecha era azul con serpientes violetas bordadas y la manga izquierda morada con fibras de falsos zafiros, representando el escudo familiar. En la cabeza se supone que usaría un velo junto a la corona de yeminesa y en el cuello el medallón de los Fedlimid.




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