Bilogía Magia y Luz: Desnuda

CAPITULO DOS

 

 

Comienzo de tempestad

Jenice

Habían pasado varios días desde que vi a Kade, no es que quisiera verlo, pero no me gustó como terminé nuestro encuentro del destino. Sé que actué mal, pero los nervios me estaban volviendo loca, nadie sabía dónde yo estaba, y no quería que nadie lo supiera. Así que hice lo único que podía hacer; hablarle de la misma forma que le hable hace varios años: terrible. La privacidad de mi alma estaba en juego. El verlo rememoro en mi cuerpo sensaciones clausuradas, bloqueadas y selladas. Y con solo sonreír me derrumbó la mitad de la muralla que a través de los años había construido.

Ese Sábado Decidí que era bueno llevar a salir a Luna, tenía mucho tiempo sin hacerlo, pues no me daba el tiempo. En el restaurante trabajo de 8:00 am a 5:00 pm (a veces me extiendo más de la cuenta, pero nada fuera de lo común), cuando salgo del trabajo voy al colegio y busco a Luna. Es de gran ayuda haber inscrito a Luna en un colegio seminternado, gracias a eso podía tener un buen trabajo, aunque lo que ganaba no me dejaba para más de lo necesario: pagar el apartamento, el colegio, compras de comidas, y una que otra cosa que se presente. Para una madre soltera, en una ciudad desconocida, sin familia, y con un trabajo que no aporta lo suficiente era difícil sobrevivir. La vida es más difícil cuando somos adultos, no entiendo porque de niños sonamos con ser adultos. ¿Quién nos mete eso en cabeza? De no haber sido por mis compañeros de trabajos principalmente por Jake y Patricia no hubiese podido sobrevivir. Jake era la persona más amable que conocía. Responsable con su trabajo y dedicado por completo a su hijo de cuatro años. Él había quedado viudo hace unos meses. Fue una gran pérdida la de Mareen. El cáncer acabó con ella como cuervos en desierto, oteando a su presa débil y cansada de luchar. . Fue una enfermedad  que vivimos todos en el restaurante.  La sufrimos como nuestra. La sentimos en nuestro ser más profundo.  El pobre Matthew no asimila aún la pérdida de su madre, a pesar de ser tan pequeño le recomendaron a Jake llevarlo al psicólogo para evitar daños a futuro. El único que no ha llorado a su esposa es Jake. Se ha encerrado en sí mismo. Trabajando desde que sale el sol hasta que desaparece por completo. Su situación es preocupante pero no deja que nadie se acerque lo suficiente para hacerle saber que tiene un hombro donde dejar caer sus pesadas lágrimas. Es penoso sentir la pérdida de nuestro compañero de vida, a  destiempo. Con tan solo Treinta años Jake podía darnos clase de dolor y quizás, solo quizás dejarse ir. Dejarse tocar por la pérdida.

—¡Mama! ¡Mira qué lindo! – escuché la voz de mi hija, que jugaba y saltaba de felicidad en el parque.

—Si Luna, está precioso.

—Quiero ver los patitos, ven mami. – para ser una niña de seis años era muy avispada, aparte de la fuerza que tenía.

—Ya voy, no tienes que arrastrarme...

Mientras Luna miraba los patitos en el agua del estanque, yo fui a sentarme a uno de los asientos metálicos que había enfrente de la fuente. Me encantaba ver a mi hija tan feliz, era la alegría más grande que podía recibir. Cualquier detalle era irrelevante cuando sus ojos marrones me miraban. Del bolso, saqué un libro de poemas, yendo al que más me gustaba de Pablo Neruda, me concentré en el:

A puro sol escribo, a plena calle, a pleno mar...

A pesar de que muchos me recomendaron abortar o darla en adopción (incluidos mis padres), nunca podría haber hecho algo así, nunca fui ni seré de  esas personas que no se hacen responsables de sus actos, ni que se creen Dios para saber quién vive y quién no. Que abortes a tu hijo no significa que no seas madre, solo cambias a ser madre de un niño muerto. Es mi pensar, aunque entiendo que hay circunstancias que ameritan tomar fuertes decisiones. En mi caso, pude haber tomado otra decisión. Muchas según los periódicos y comentarios lo hacen. Abortan. Después de una violación todo es aceptable. Eso dice la sociedad. Sería lo ideal olvidar y borrar con escalpelo y pastillas el trauma. A mi parecer, me enamore de su padre. Aunque éramos adolescentes y posiblemente no fui más que una más para su mórbida colección, lo quise. De manera superficial, sin complicaciones y de forma simple.

—¿Puedo sentarme? – me dijeron, sacándome de mis pensamientos.

—Sí, claro. –le contesté, sin mirar quien era. 

Mi libro de Sonetos estaba demasiado Jugoso como para levantar la vista.

—Por fin puedo encontrarte otra vez - dijo la voz.

Ahora sí que mire a ver quién era, aunque mi conciencia ya sabía de quién se trataba, así que solo pude decir:

—Kade.

—Hola, ¿cómo estás? - Sus ojos no estaban alegres como la ves que lo vi en el restaurante. Se notaba más cansado y angustioso. Como si los años y las arrugas le hubiesen caído de sopetón. Solo hacía unos días que lo había visto. 

—Bien.  - Hubo un incómodo silencio cargado de pura energía, Hasta que el decidió romperlo. A mí me daba lo mismo que el supiera de mi intenso desagrado a su persona,  no entiendo mi reticencia a hablarle. Me pone tensa el solo hecho de pensar en su nombre, y el tenerlo cerca es una tortura. 

—Este es el momento donde preguntas ¿y tú como estas?- me contestó en tono gracioso.- La sonrisa no llegó a los ojos y se le fue el encanto habitual. Debe de estar atravesando un momento de dolor emocional. No había considerado que estuviera casado o con familia. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.