CAPITULO NUEVE

CAPITULO NUEVE

—¿Qué quieres, venenoso? –su voz era como música para  mis oídos.

Sé que no me he enamorado en mi corta vida. Es una palabra muy fuerte, que cupido se ha encargado de enseñarnos a todos en nuestra aldea. Para él todo es flores y bombones, parece que no ha venido a esta ciudad. Se daría de frente contra el piso en esa cabezota con flecos rubios que tiene. Esto no será amor, pero su voz es como si debería escucharla siempre. No ha sonreído para mí, pero tuve la dicha de verla reír con sus amigos, es lo más bello que he visto. Parezco una verdadera mujer. Una florecilla. Es momento de hacerme tratamientos en el pelo y pintarme las uñas. 

—Quiero que te largues de la fiesta o le marco a tus padres y te ocasiono un pequeño problemita. Para que dejes de estar de puta con tipos que no conoces y que para colmo solo quien subirte la ropa y meter…

Estaba intentando probar, ver si algo despertaba en ella. Saber si dentro escondía habilidades que pudiera hacer brotar antes de la edad predestinada. No lo consigo. Solo sus ojos chispeantes y ardientes. Todos los hijos de ángeles poseen habilidades. Algunos dones mentales como yo, otros rapidez, fuerza extrema, transformación momentáneamente, trasladar su mente a otro plano astral, volar, son buenos haciendo hechizos, curadores, y otros más que aún no

—Tu Puta tu madre, sucio rastrero. –me interrumpió ella. vi como sus ojos chispeaban y me enviaban una súplica silenciosa. Ella es esa clase de chica que su boca dice algo pero sus ojos cuentan algo completamente diferente. 

—No creo que me hiciera rezando, ¿o tu si? –me encantaba ver cómo, aun con su piel canela su rostro se tornaba rojo de rabia.  Sus cachetes se encendían y cuál salvaje me daban deseos de…

—¿No tienes nada más productivo de hacer, que joderme la noche? – me preguntó mirando hacia la calle. Estoy seguro que en estos momentos desearía estar en su casa acostada, viendo TV o simplemente siendo ella. 

—Quiero proponerte un trato. –me lancé de lleno y sin almohada. 

—Que te hace pensar que llegaría a algún acuerdo contigo, Kade. Siquiera te conozco. ¿Crees que porque estas bueno puedes hacer lo que se te pegue la maldita gana? –me dijo estas últimas palabras dándome la espalda y caminando hacia la calle.  La vi acelerar el paso cuando notó que la perseguía. 

—Espera. Por favor. No me expresé bien.  – sé que su mente de adolescente, con unos tragos mal puestos, pueden dañar mi plan, así que debo ser sutil.

Toque su hombro y la estática no tardó en notarse. 

—¿Quieres dejarme en paz? Hay un millón de mujeres en esa fiesta. ¿Porque yo? 

—Quiero que me debas un favor. En algún momento vas a ayudarme y necesito que, debido a que estas aquí sin permiso a los dieciocho años, en una fiesta con alcohol y jóvenes desenfrenados, locos de hincarle el diente a la falda que se deje, aceptaras. – me acerque a ella sin desearlo. 

Más bien deseándolo mucho. Ella se había dado la espalda hacia un momento para escuchar según su entender las sandeces de un tipo que acaba de conocer. Con su corto top, que dejaba al descubierto su ombligo, la veo erizarse.

La miro a los ojos y quisiera que notara que hay algo entre ella y yo. Nuestro destino desde ahora. Marcado.  Obligados a trabajar juntos. A explotar su máximo poder. Es la salvación de todos y yo solo puedo verla como mujer.  Está muy bien proporcionada para tener su edad. Y sus ideas y respuestas son de alguien mucho mayor y experimentada.  Es imposible a mis 24 años no notar esos detalles.

En verdad parezco la mujer aquí.

Ella está respirando agitada.

Estoy a un respiro de besarla.

Sus enormes ojos denotan su inocencia. 

Uno…

Dos…

Doy un paso atrás.

—No le digo a tus padres, si bailas conmigo, preciosa. –vi como sus ojos perdían el brillo.

—No bailo con manipuladores arrogantes.

Ya estaba hecho. Sabía que nunca bailaría conmigo. Solo debía hacerla caer. Hacer que pensara en mí.

Y la vi irse devuelta a la fiesta.

Esta vez no la seguí.

Debí haberlo hecho.