Bilogía Magia y Luz: Desnuda

CAPITULO ONCE

 

 

CAPITULO ONCE

Dos días atrás...

Caleb trató de animar al pueblo que estaba junto a Moisés, diciéndole: "Subamos en seguida y conquistemos el país, porque ciertamente podremos contra él" Pero los hombres que habían subido con él replicaron: "No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros". Y divulgaron entre los israelitas falsos rumores acerca del país que habían explorado, diciendo: "La tierra que recorrimos y exploramos devora a sus propios habitantes. Toda la gente que vimos allí es muy alta. Vimos a los gigantes –los anaquitas son raza de gigantes–. Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y esa es la impresión que debimos darles".

Mientras el maestro Jacob, recitaba los escritos (adecuados a nuestra realidad), los alumnos de unos ocho o diez años lo escuchaban cual apóstol predicando. Me alegraba escuchar que los pequeños renacuajos guerreros, recibían todas las informaciones. Los nephilim no son como los pintan en las películas. Son gigantes horrorosos y babosos. Asquerosos seres que descienden de ángeles caídos. Todo lo contrario a nuestra estirpe.

Es imprescindible saber nuestra historia y no la que los vanos han manipulado. Los nephilim no vinieron al mundo a proteger a los humanos. El ángel Caído Lucifer es el padre de estos, uno de los demonios angelicales primeros en ser enviados a la tierra. Siento impotencia al saber que él fue quien manipulo a Adán y Eva bajo las claras y precisas instrucciones de Lilit. La arpía que Jenice tiene por madre es el demonio más deleznable que existe y existirá sobre la faz de la tierra. No sabemos dónde está, no sabemos cómo acabar con ella, no sabemos absolutamente nada. Nos depara un guerra que no sabemos cómo ganar. Toda nuestra esperanza está puesta en esta chica de pelo castaño y ojos color café. 

Veo mi padre a una esquina de mí, me acerco y le coloco una mano en el hombro.

—¿Cómo estas padre? — le pregunto.

— Tengo los nervios de punta Hijo mío. No sé qué será de nosotros si esa chiquilla no resulta ser lo que esperamos. — su voz se volvió un hilo. —Lo que necesitamos.

— Confía en mi padre. La vigilo a diario, conozco su fuerza, es necia pero también valiente. Se ha enfrentado a una vida mundana difícil y sigue en pie. No es nada cómo su madre. —mi voz se llenó de ira. El solo hecho de pensar que Jenice tenía parte demonio me llenaba de ira. Saber que  algo de Lilit habitaba en ella.

— Sabes que ella tiene más de demonio que de ángel, Kade. Por la vehemencia con la que hablas puedo notar que sientes algo por ella y antes de que digas algo o intentan refutar.

Me interrumpió mi justificación

— No vayas por ahí hijo. Eso no va a traer nada bueno. Sé que Ladamma te profetizo un final con esa mujer, pero a veces las Profecías no son exactas. En ocasiones seguir el corazón solo trae problemas. Considerando los hermanos que han caído, Gabriel desquiciado... —Hizo una pausa que me resultó sumamente dolorosa. Sabía que estábamos pasando por un momento de desesperación.

El sufrimiento de ver al Arcángel en ese  estado, las muertes, hemos perdido la cuenta de cuántos ángeles han caído en mano de nephilim y demonios. Mientras aquí estaba yo. Asignado a una misión, la misión más importante de nuestra puta existencia, en cambio pierdo el tiempo acechando a Jenice. Mirándola a lo lejos, parándome en su puerta cada noche para cuidar que nadie vaya a herirla. Protegiendo a su pequeña en ese ridículo centro educativo. 

Diablos.

Esa mujer es la que quiero. Lo he aceptado. La profecía no la hemos compartido con nadie, solo mi padre, Ladamma  y yo lo sabemos.  Si los demás se llegan a enterar, seré revocado y enviaran a otro...no quiero imaginarme a alguien más estando cerca de mi mujer. Ella es mía. Mis emociones son más fuertes estando a su lado. Los hijos del cielo solo encontramos el amor de nuestras vidas en una sola ocasión. Muchos mueren en batallas o fuego cruzado y nunca llegan a la máxima felicidad. No dejare que eso suceda conmigo.

— Kade. — Mi padre me despierta de mis pensamientos. – Mírame – Me dice absolutamente serio.  Él puede absorber el dolor de los demás, dar tranquilidad al corazón, desaparecer el desasosiego.

Lo note tan cansado y me preocupé. Es todo lo que me queda. No tengo madre, ni hermanos. Los únicos que puedo llamar hermanos son Thomas y Xena, y pronto por como he visto hoy las cosas terminaran juntos o muertos, en su desgracia primero unidos y luego asesinados en batalla. 

— Prométeme que te cuidaras y que de ser necesario, la dejaras morir — Me rogó. 

— No puedo hacerlo papá. — Sentí como se rasgaba mi garganta. —No puedo prometer algo que no podré cumplir...

— Sí que puedes. Siento tu desasosiego, tu perturbación. Puedo aliviarte pero prometí no entrometerme en lo que sientes. Intento que seas un adulto por toda la regla. Pero debes escucharme cuando te digo que ella te hará daño.

—¿Cómo puedes estar seguro de eso? No puede ser que mi destino sea morir sin amar. Condenado al deseo sin probarlo. ¿Crees que es fácil ser hombre no haber tenido sexo con nadie a esta edad que tengo? – Mi padre abrió los ojos como platos al escuchar esto – No me pongas esa cara padre. Sabes que es cierto. Tengo miedo a entregarme y no ser correspondido. Por eso es que te digo que tengo la certeza de que Jenice no me dejara caer en la perdición. No me dejara perecer. Ella es mi compañera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.