Bilogía Magia y Luz: Desnuda

CAPITULO DOCE

Alguien nuevo

Jenice

Actual

 

Llovía.

El sonido del agua golpear mi techo me despertó de mi extraño sueño.

He vuelto a tener la misma pesadilla reproduciéndose como el cáncer.

Un tipo de pelo oscuro y orejas puntiagudas me acecha en la oscuridad de la habitación.

Asustándome.

No tengo ganas de levantarme.

Son como imágenes vividas.

Estoy segura que en esta ocasión no es una creación de mi subconsciente para torturarme. En estos dos días he aprendido a controlar en muy cortas proporciones mis nervios.  Sigo sin poder recordar a mi hija. Lo que sé es que esa pequeña con pelo castaño y los ojos avellanas más enormes que he visto ES MI HIJA. Este sueño horrible donde la tengo en mis brazos en una especie de trance. Siento el dolor desgarrador en mi pecho tanto en el sueño como al despertar. La sensación se mantiene. 

Sofocándome.

Instando a recordar.

Nada ha logrado.

Qué pasa con ese Kade que sigue desaparecido. Llevo dos días conscientes.

Dos días sin recordar quien soy.

Dos días sin recordar a mi hija.

Dos días con personas extrañas.

Dos días con una migraña extrema.

Me levanto lentamente de lo que estos anormales llaman cama. Más bien es un catre con un colchón avejentado... creo que hasta moho tiene. Hay una mesa con una jarra con agua. (No hay vaso). En una esquina del cuadrado hay lo que podría llamarse cuarto de baño.

Más nada.

Solo eso.

Pero somos familia.

NO SOY PRISIONERA. ¿No?

¡Su jodida madre!

  • Qué clase de "FAMILIA "hace esto carajo. – grito al mundo. Estoy al borde de volverme desquiciada.

Camino por todas partes, en círculo, en cuadrado, en lo inadmisible.

Necesito salir de aquí.

Mi sangre comienza a cocer en mi cuerpo. Necesito ver a mi hija. Ella me hará recordar. No sé ni cuántos años tiene. Qué color tendrá de pelo. Cosas insignificantes pero que ahora mismo necesito para sentirme viva.

 Estoy hueca por dentro.

Vacía.

Camino directo a la puerta de madera. Estaba sombría y a simple vista parecía pastosa. Coloco mi mano derecha sobre la misma, no tiene cerrojo ni llavín.

Ellos creen que no puedo salir de aquí.

La rabia me carcome la piel, siento un cosquilleo y veo como mi piel se eriza. Pienso en el dolor que siento al no poder recordar. En el dolor causado en la explosión donde desapareció el tal Kade. En el dolor de no recordar a mi hija. En el dolor que me exprime el pecho y me corta la respiración. Y sucede.

La puerta se enciende.

Fuego real.

Fuego ardiente.

No siento quemazón ni calor.

Mi mano está encendida también y mis ojos están calientes.

Me despego de la puerta para ver mi obra de arte. Cada pedazo de viga se va desmoronando sin hacer sonido. Veo el fuego y me cautiva.

Es asombroso.

Entonces, algo se activó en mí. Un flash repentino llega a mi cerebro. Un tipo con jeans desgastados y manos arder. No sé si sea un recuerdo o que. Ni siquiera sé cómo encendí una puerta. Pero me siento con fuerzas para enfrentar a un batallón. Vislumbro el último pedazo de la puerta y salgo.

Ilusos.

 




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